La tragedia griega está muy cerca de convertirse en un esperpento. A cuatro días de un referéndum que en teoría puede cambiar la historia del país heleno, hay muy pocas cosas claras. Por no saber, ni siquiera se sabe qué es lo que quiere el que convocó el referéndum y qué hará según el resultado que salga. En las últimas horas, Alexis Tsipras ha pasado de enviar una carta a las instituciones en la que aceptaba todas sus condiciones (con unos mínimos retoques que no afectan al fondo de la cuestión) a pedir el "NO" a esas mismas condiciones en la votación del próximo domingo.
Todo empezaba el martes por la tarde. Cinco días después, tras un corralito que ha implicado cerrar los bancos e imponer un límite de retirada de efectivo de 60 euros por persona y día y con un referéndum en marcha que podría dejar a su país fuera de la zona euro... tras todo esto, a unos minutos de que su país entrara en quiebra (algo que finalmente ocurrió) Alexis Tsipras decidió aceptar todas las condiciones que la troika (o las instituciones, como ahora les llama) le pusieron encima de la mesa entre el viernes y el sábado y que le habían llevado a romper las negociaciones.
Según informó Peter Spiegel en el Financial Times, el primer ministro griego había remitido este martes una carta a la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI. En la misiva (corta, de apenas un par de folios), el líder de Syriza aseguraba que "la República Griega está en condiciones de aceptar el Acuerdo, sujeto a las siguientes enmiendas, adiciones y aclaraciones". ¿Qué Acuerdo? "El publicado por la Comisión Europea en su página web el pasado 28 de junio". Es decir, la propuesta que estaba sobre la mesa el sábado y que, en teoría expiraba a las 00:00 horas de este miércoles.
Una cara para Bruselas...
¿Cuáles eran esos cambios que pedía Tsipras? Pues ésa es la principal novedad. Son temas muy menores y que no afectan al fondo de la cuestión. Básicamente, pide que el IVA que se aplique en las islas tenga un descuento del 30% respecto al del resto del país (pero no pide cambios en las tarifas generales) y solicita un mínimo período de ajuste en la aplicación de la reforma de las pensiones, para que comience a surtir efecto en octubre de este mismo año, en vez de ahora mismo. Eso sí, también en lo que tiene que ver con las prestaciones de jubilación acepta las dos principales demandas de la troika: eliminar los complementos para las pensiones más bajas en 2019 (aunque pide un ritmo algo más lento que el solicitado por los acreedores) y completar en 2022 el retraso de la edad de jubilación a los 67 años.
Además, Tsipras se compromete a una nueva reforma laboral que se aprobaría este mismo otoño y asegura que aplicará "en cooperación con la OCDE" un ambicioso paquete de reformas para liberalizar numerosos sectores (habla de "oligopolios, medios de comunicación, agricultura"...) y para acabar "con las prácticas corruptas" en las relaciones entre las compañías griegas y su administración. También acepta reducir el gasto militar en 200 millones de euros en 2016 y en 400 millones en 2017. Aquí hay otro mínimo ajuste porque la troika quería 400 millones de recorte desde el próximo enero.
Lo cierto es que en esta carta Tsipras se muestra conciliador incluso en el lenguaje y explica a sus interlocutores que no hay dobles intenciones: "Como podrán observar, nuestras enmiendas son concretas y respetan en su totalidad la robustez y credibilidad del diseño del conjunto del programa".
... y otra cara para Atenas
Tras este inesperado giro de los acontecimientos, quedaba en el aire una pregunta esencial: ¿qué pasaría con el referéndum convocado el domingo? La duda ha quedado resuelta por Tsipras unas horas después: la consulta se mantiene y Syriza sigue pidiendo el "No" al acuerdo.
Peor aún: el primer ministro ha asegurado que un "no" a las propuestas de la Troika permitirá conseguir un mejor acuerdo. Esto pone en duda la estrategia de Tsipras, pues traslada la idea de que pide a los griegos que rechacen algo que él acaba de aceptar con su misiva.
En un mensaje televisado poco antes de que empezara el Eurogrupo que ha acabado sin una decisión, Tsipras ha recalcado que Atenas tiene la "firme" intención de llegar a un acuerdo "en términos de sostenibilidad y con perspectiva de futuro" para la economía. "Soy consciente de las dificultades y haré todo lo posible por que sea temporal", dijo y se ha dirigido en especial a los jubilados para decirles que el Gobierno lucha por ellos.
¿Qué dice Bruselas?
Enfrente, la otra parte no sabe qué decir. Por la mañana, desde las capitales europeas no había una respuesta unánime. François Hollande pedía un acuerdo inmediato, incluso antes del referéndum y el ministro austriaco de Finanzas, Hans Jorg Schelling, declaraba desde Viena que la propuesta de Tsipras está "bastante cerca" de las demandas de los acreedores. Todo apuntaba a un acuerdo sobre la base del documento del día 27-28 y un tirón de orejas al Gobierno griego por la deslealtad del referéndum. Todo el mundo parecía con ganas de acabar con el tema.
La única nota discordante llegó desde Alemania, donde tanto Angela Merkel como Wolfgang Schäuble retrasaban la respuesta hasta que no se conociera el resultado de las votaciones. El ministro de Finanzas del Gobierno germano fue especialmente duro y aseguró que mientras Atenas "no cambie de actitud" hacia las instituciones no habría nada que hacer. "La segunda carta de Tsipras no ha aportado claridad (...) No hay una base para una negociación seria, pero siempre estamos abiertos para discutir", añadió en rueda de prensa el ministro germano.
Tras la reunión del Eurogrupo y con el llamamiento al "No" por parte de Tsipras, todo cambió de nuevo. La postura ahora es no hacer nada y aquellos que por la mañana se mostraban ansiosos por un acuerdo rápido ahora retroceden. Parece, por tanto, que nos quedan 72 horas de relativa tranquilidad. En este escenario, con tantos cambios y giros inesperados de guión, no se puede asegurar nada, pero todo apunta a que las cartas ya están repartidas y todos los jugadores están esperando al resultado del referéndum para mostrar las suyas. Eso sí, tampoco está claro que pasará gane el "Sí" o el "No". A los griegos que están en las colas de los cajeros no les hará maldita la gracia, pero hay que reconocer que el espectáculo que ha montado su Gobierno es, como mínimo, emocionante.