Allá por 1981, una abrumadora mayoría de los trabajadores de Chile optó por abandonar el antiguo modelo de pensiones basado en el reparto de las cotizaciones y firmó su paso al sistema de ahorro individual que los expertos denominan sistema de capitalización.
Bajo este modelo, emulado totalmente en Australia y parcialmente en Suecia, las aportaciones para la jubilación no merman los sueldos en más de un 30%, sino que las cotizaciones se limitan a un 10% que queda depositado en una cuenta a nombre del trabajador, que elige si esos ahorros se invierten en productos de renta fija o variable, dependiendo de su perfil de riesgo.
Han pasado casi 35 años desde entonces y el modelo diseñado por el economista José Piñera se ha confirmado como un éxito mayúsculo. Las aseguradoras privadas acumulan ya 174.000 millones de dólares en activos gestionados. De esta cifra, los trabajadores aportaron 63.000 y los 111.000 millones restantes son producto de los elevados retornos cosechados. Y es que la rentabilidad promedio de las pensiones chilenas para el periodo que va de 1981 a 2014 asciende al 8,6% una vez se descuenta la tasa de inflación.
Tasa de cobertura superior al 90%
Inicialmente, los bajos sueldos de los años 70 y 80 redujeron las rentas obtenidas por los primeros jubilados del modelo. Sin embargo, los informes que detallan el caso de los trabajadores que están empezando a abandonar el mercado laboral arrojan niveles de cobertura que equivalen a más del 90% del sueldo obtenido antes del retiro.
Hay que tener en cuenta que esas rentabilidades obedecen a una cotización mínima del 10% que los trabajadores pueden aumentar si así lo desean. Por otro lado, también cabe señalar que, tras estudiar la posibilidad de crear un fondo público que compita con las gestoras privadas, el gobierno socialista de Michelle Bachelet ha optado por no introducir este cambio y respetar el modelo original de gestión 100% privada.