La agresiva "guerra de precios" desatada desde 2014 en el mercado del petróleo fue interpretada por numerosos analistas como el principio del final del fracking. Estas voces argumentaban que los productores de Estados Unidos no serían capaces de competir con países como Arabia Saudí a lo largo de un periodo prolongado.
Sin embargo, el paso del tiempo parece haberle dado la razón a quienes confiaban en la capacidad de resistencia de aquellos pozos en los que la técnica de la fracturación hidráulica ha disparado la producción de petróleo en los últimos años.
Menos pozos, más productividad
Cierto es que el número de explotaciones activas ha experimentado una caída significativa desde que se desató la "guerra de precios"; sin embargo, la producción no se ha resentido y ha seguido creciendo intensamente.
En concreto, aunque el número de pozos activos ha bajado de 1.600 a 600 en poco más de un año, el número de barriles producidos cada día ha pasado de 6 millones a comienzos de 2013 a 9 millones a mediados de 2015.
La apuesta de los países de la OPEP, con Arabia Saudí a la cabeza, pasaba por mantener su ritmo de producción, bajo el convencimiento de que EEUU no podría adaptarse a un escenario de precios bajos en el crudo.
Los saudís partían de que un precio de 80 dólares por barril sería suficiente para romper la resistencia de los productores estadounidenses. Sin embargo, el ajuste ha sido mucho mayor de lo que anticipaba el bloque de la OPEP.
Por ejemplo, el coste de extracción de cada pozo se ha reducido de forma acelerada, pasando en apenas un año de 4,5 a 3,5 millones de dólares, tal y como revelan las cifras de Statoil. Este tipo de dinámicas hace que el "fracking" estadounidense sea capaz de aguantar en niveles de 60 o 50 dólares por barril.