El rescate a Grecia cada día tiene nuevas derivadas. Durante mucho tiempo pareció una cuestión puramente europea (incluso, sólo de la Eurozona), en la que los países que comparten la moneda única tenían que decidir cómo ayudar al miembro más débil del grupo. Pero hace tiempo que las cosas se complicaron. Y en los últimos meses, desde la llegada al poder de Syriza, ha entrado en juego la geopolítica.
Alexis Tsipras, primer ministro griego, ha mostrado ya en varias ocasiones sus simpatías por la Rusia de Vladimir Putin y éste le ha correspondido con gestos de acercamiento. No es algo que agrade precisamente a los norteamericanos. Ver cómo un país que es miembro de la OTAN y la UE, y que tiene una posición estratégica en el Mediterráneo, se acerca a Putin en un momento de máxima tensión en Oriente Medio y con una guerra en Ucrania, está cerca de ser la peor pesadilla que la política exterior de EEUU puede imaginar.
Así que entre consideraciones políticas y los riesgos para la economía global que implicaría la ruptura de la Eurozona, es normal que la Administración de Barack Obama esté entre las más ardientes defensoras de un acuerdo entre Grecia y la Troika (o las instituciones, como ahora se hacen llamar) casi a cualquier precio.
Esta semana, los líderes de los grandes países tendrán ocasión de discutir todos estos temas en la Cumbre del G-7 en Elmau, en el sur de Alemania. De hecho, parece ser que los primeros encontronazos ya se han producido. Según informa The Guardian citando a medios griegos, Jack Lew, secretario del Tesoro norteamericano y Wolfgang Schauble, ministro de Finanzas germano, tuvieron este domingo un interesante intercambio de opiniones sobre la crisis griega.
Según estas fuentes, Lew había suplicado a Schauble que "ayudase a Grecia" de cualquier forma posible. El ministro alemán no se arredró y le dijo a su colega estadounidense que si EEUU quería colaborar con una solución para evitar la quiebra y salida del euro del país heleno lo tenía muy sencillo: "Puedes darnos tú mismo los 50.000 millones necesarios para salvar a Grecia". Según la información de The Guardian, no hubo respuesta por parte de los norteamericanos. Un miembro de la delegación alemana habría explicado que "cuando se trata de dinero, los americanos nunca dicen nada".