Todo el mundo confía en que habrá acuerdo, pero nadie parece tener muy claro cómo será. Las posiciones del Gobierno griego y sus acreedores siguen muy alejadas (en los siguientes enlaces se pueden leer los documentos que han puesto sobre la mesa el Ejecutivo heleno y las instituciones). En teoría todos quieren alcanzar un consenso de mínimos. En la práctica, sin embargo, los dos lados tienen líneas rojas que no están dispuestos a cruzar y que son contradictorias entre sí.
Por ejemplo, Alexis Tsipras llegó al poder prometiendo a los ancianos griegos que no habría ningún tipo de recorte en las pensiones; al mismo tiempo, los negociadores de la UE y el FMI no pueden firmar un pacto que no incluya algún tipo de reducción en los gastos de la Seguridad Social helena. ¿Quién ganará? No es fácil adivinarlo. Si fuera una cuestión puramente económica, probablemente hace meses que Grecia no estaría en el euro y habría quebrado. Pero también hay consideraciones políticas, desde lo que supondría la ruptura del proyecto más ambicioso de la UE desde su creación, hasta las consecuencias geopolíticas de un país de la UE que se acercaría mucho a Rusia.
Lo cierto es que a lo largo de este jueves se han filtrado los documentos que el Gobierno griego ha puesto encima de la mesa. Son casi 50 páginas de propuestas dirigidas a calmar a sus acreedores (FMI, UE, BCE...). El problema es que se quedan muy lejos de lo que estos le han pedido. Tsipras parece dispuesto a jugarse el todo por el todo. Y este viernes acude a su Parlamento a una debate sobre el plan de rescate, con todo lo que eso supone para un político que comienza a escuchar críticas dentro de su propio partido. Se ha llegado a rumorear que podría presentar una cuestión de confianza a la cámara que, en caso de no obtener la mayoría, podría desembocar en otras elecciones anticipadas, algo que no ayudaría en nada al proceso.
Mientras, la partida se juega tanto en la mesa de negociación como ante los micrófonos. Tsipras aseguraba este jueves que Grecia no va a aceptar "propuestas extremas" para lograr un acuerdo con las instituciones. Todos tenemos que entender que el pueblo griego ha sufrido mucho en los últimos cinco años y algunos tienen que dejar de jugar a sus espaldas", afirmó el primer ministro heleno.
IVA, pensiones, privatizaciones...
Hasta ahora, en los cinco años que dura el drama griego, siempre se ha llegado a un acuerdo de última hora. Y a eso se agarran los optimistas para defender que la sangre no llegará al río. El problema es que, como apuntamos, hay demasiadas diferencias entre las partes. Políticamente, todo el mundo quiere un pacto, pero al mismo nadie quiere aparecer como el perdedor ante su opinión pública.
Los líderes de los demás países de la UE no pueden volver a casa a decirles a sus ciudadanos que le han dado a Tsipras lo que quería (más dinero) a cambio de casi nada, puesto que esos mismos ciudadanos sienten que son ellos los que han pagado la factura de la irresponsabilidad helena. Y al líder de Syriza le será difícil volver a Atenas a contar que todas las promesas electorales están en el cajón de la basura. Vamos, que el problema no es sólo de contenido, sino de quién gana el relato. Los siguientes son los lugares en los que la batalla se prevé más dura:
- Consolidación fiscal: Grecia plantea un superávit primario (antes del pago de intereses) del 0,6% este año, 1,5% en 2016, 2,5% en 2017 y 3,5% en 2018. Las instituciones (o troika, como se conocía hasta ahora) piden un ritmo más ambicioso: 1%, 2%, 3% y 3,5%. No es tanta diferencia (medio punto del PIB en cada uno de los próximos tres ejercicios), pero sí es una cuestión muy significativa, puesto que otros países de la UE están también sometidos a límites similares y no verían con buenos ojos un trato de favor precisamente al que más veces ha incumplido.
- IVA: aquí las posiciones están alejadísimas. La troika pide un IVA con dos tipos, 11% y 23%. En el primero, sólo entrarían comida, medicinas y alojamiento turístico. Enfrente, Atenas pide tres tipos (6%, 11% y 23%) y que se permita que muchos más productos entren en el reducido y el híper-reducido. En el 6% entrarían las medicinas, los libros y las entradas de espectáculos teatrales. En el 11%, los periódicos y revistas, los alimentos básicos, la energía, el agua, los hoteles y los restaurantes. El 23% se aplicaría a los demás productos.
Los acreedores dicen que una medida como ésta lograría 1.800 millones en ingresos, pero el Ejecutivo griego no quiere ni oír hablar de subir de forma general todos los productos de la cesta de la compra. Por ejemplo, Tsipras quiere que la luz pague un IVA del 11% y la troika exige que vaya al 23%.
- Más impuestos: quizás sea éste el punto en el que están más cerca. Entre otras cosas porque Tsipras confía buena parte del ajuste fiscal en la creación de numerosos tributos nuevos: un "impuesto de solidaridad" aplicado según nivel de renta (parecido al gravamen extraordinario en el IRPF que aprobó Mariano Rajoy nada más llegar al poder en España). Además, promete una tasa excepcional a las grandes empresas, así como un nuevo impuesto que gravaría los anuncios de publicidad en televisión y una tasa del 13% que se aplicaría en la compra de "bienes de lujo" como automóviles, helicópteros, aviones, embarcaciones de ocio o piscinas. A estas medidas recaudatorias se uniría la salida al mercado de nuevas licencias de televisión y la aplicación de diversas tasas. En total, el gobierno espera aumentar sus ingresos en 2.344 millones de euros.
La troika no se mete en tanto detalle en lo que hace referencia a la cuestión tributaria. Eso sí, exige que se acometa una lucha contra el fraude fiscal que amplíe las bases imponibles. También pide eliminar subsidios o exenciones tributarias. Aquí entramos ya en terreno peligroso, puesto que las instituciones abogan por eliminar beneficios muy queridos por sus receptores (como, por ejemplo, los subsidios a los granjeros para la compra de gasoil por debajo del precio de mercado).
- Pensiones: es la cuestión más simbólica, para uno y otro lado. Tsipras ha prometido no tocarlas; para la troika sería complicado de vender que los jubilados helenos no soporten también parte del ajuste, tras haber de unas condiciones mejores que los jubilados de algunos países que están pagando su rescate. Por eso, los acreedores piden un recorte del gasto en esta partida equivalente al 0,5% del PIB para este año (unos 1.000 millones de euros) y el 1% para 2016 (unos 2.000 millones), además de la introducción de una fuerte penalización para las jubilaciones anticipadas (muy habituales en Grecia).
Tsipras, por su parte, se queda mucho más corto. Apenas promete mantener los recortes realizados por los gobiernos anteriores y limitar las condiciones que permiten acogerse a la jubilación anticipada. De hecho, en el documento que el Gobierno griego ha enviado a la troika sólo se prevé un ligero incremento en la edad media de jubilación a partir de este año (60,6 años para el año 2016) y hasta 2040, cuando los trabajadores helenos dejarán de trabajar a los 67 años. El ahorro previsto en sus cuentas es de 71 millones de euros en 2016 y 138 millones en 2017. En total, lo que promete Tsipras es un recorte del gasto de 3.000 millones hasta 2022, cuando la troika exige que se llegue a esa cantidad en dos ejercicios.
- Privatizaciones: tampoco aquí el acuerdo será sencillo. Tsipras ha prometido un plan de ventas de activos públicos que aportaría unos 5.000 millones de euros en cinco años. La troika quiere mucho más. Los acreedores piden que venda el operador de telecomunicaciones público, los puertos de El Pireo y Tesalónica, el mayor aeropuerto del país o Hellenic Petroleum. La lista del Gobierno griego no es corta, pero la mayoría de los bienes incluidos en la misma apenas aportan unos pocos millones de euros. De todo lo propuesto, sólo la venta de algunos aeropuertos y puertos regionales supondría unos ingresos relativamente importantes. De nuevo, aquí habrá que sortear problemas políticos tanto como económicos. Los poderosos sindicatos griegos y sus asociaciones de funcionarios no aceptarán tan fácilmente que sus compañías estatales pasen a depender del mercado.
- Reformas: Tsipras quiere deshacer algunas de las reformas ya en marcha, como las que conciernen a la negociación colectiva, la troika considera intocables estos avances en materia de flexibilidad laboral. Y los puntos de fricción no se quedan sólo en el mercado de trabajo, la troika quiere más liberalizaciones en casi todos los sectores de la economía griega. Tsipras ha ofrecido avances en algunos campos, pero lejos de las pretensiones de sus acreedores.
- Reestructuración de la deuda: es la sorpresa que tenía preparada el Gobierno griego. En su documento, la troika no entra en esta cuestión. Pero sí lo hace Tsipras, que pide una "reestructuración de la deuda" y asegura que, si se le concede, podrá volver a los mercados en marzo de 2016. El problema de este punto es que será muy complicado para cualquier Gobierno de la UE venderle a su electorado una reducción de la deuda griega si el resto del acuerdo no incluye condiciones muy duras.