"La renta básica sería infinanciable y supondría una mordida fiscal injustificable, pero los principales argumentos contra ella son de cariz filosófico y ético, no económicos". Con este planteamiento, Juan Ramón Rallo publica estos días su nuevo libro, Contra la renta básica (Deusto).
En realidad, este título sólo refleja parcialmente lo que los lectores encontrarán en el mismo, porque el economista y colaborador de Libertad Digital apunta más alto y hace una enmienda a la totalidad de las políticas redistributivas presentes en todos los países occidentales y de las que la renta básica es sólo "el paradigma más amplio, universal e incondicional posible".
Como apuntamos, Rallo se lanza a este debate dejando a un lado las cifras y los números. Así, los cálculos de cuánto supondría la renta básica, de la incapacidad de la sociedad española para pagarla y del coste que tendría para el contribuyente se dejan para los apéndices. Es una decisión sorprendente, entre otras cosas porque a primera vista podría parecer que la contundencia de los datos haría mucho más sencillo para el autor desacreditar la propuesta antes incluso de que ésta se ponga sobre la mesa. De hecho, probablemente por eso la mayoría de los debate sobre este tema acaban antes de empezar: para qué discutir sobre algo que, como el autor asegura con las cifras de esos apéndices, "es infinanciable".
Sin embargo, Rallo quiere ir un paso más allá. Y se plantea desarmar el andamiaje ideológico del intervencionismo desde abajo, retando los principios filosóficos que sustentan los grandes programas de redistribución que nos rodean. Así, da un repaso a todas las grandes doctrinas que han justificado la extracción masiva de rentas de una parte de la sociedad para pagar a otra. Desde la socialdemocracia al comunismo, pasando por los liberales que han planteado alternativas parecidas, todos reciben su atención.
En este sentido, lo primero es preguntarse si la redistribución en sí misma es negativa. Rallo cree que no. En su opinión, ayudar al que está pasando dificultades "es virtuoso", del mismo modo que no es moralmente aceptable ignorar al vecino que necesita de nuestro apoyo. ¿Y entonces, cuál es el problema de la renta básica? El problema es "la coacción", es decir, obligar a otro a que financie, quiera o no, aquellas políticas que nosotros consideramos como éticamente superiores.
De hecho, en lo que hace referencia a la Renta Básica hay otro elemento a considerar, la incondicionalidad. Es decir, no hablamos de un programa de ayuda a los necesitados como una renta de inserción. Esta última está condicionada a carecer de ingresos y también a que el beneficiado intente insertarse y salir de la situación de necesidad en la que temporalmente se encuentra.
Por su parte, la renta básica se garantiza a todos los ciudadanos de un territorio por el mero hecho de vivir allí. El ejemplo clásico son los surfistas de las playas de California, a los que también habría que pagar por surcar las olas. El problema es que esto no es gratis:
Un derecho incondicional genera en otro una obligación incondicional a trabajar para pagar ese derecho. [Si tienes derecho a una renta básica] incluso aunque no quieras trabajar, otro va a tener que trabajar para pagártela.
Es una situación equiparable a los trabajos forzosos. ¿Cuánta diferencia hay entre quedarse con los frutos de cuatro horas de tu trabajo diario y obligarte a trabajar cuatro horas? Es cierto, no es exactamente lo mismo, pero no hay tanta diferencia.
Porque además, como recuerda Rallo, éste es un tipo de renta que no se da en ningún grupo social: "Incluso en las comunas socialistas es obligatorio trabajar para la comuna", como un mecanismo de control y de solidaridad entre los miembros del grupo.
Dicho esto, hay que apuntar a que no es nada inimaginable que una renta básica, en una u otra forma se acabe imponiendo en muchos países occidentales. De hecho, incluso desde posiciones liberales se ha defendido esta alternativa. Por un lado, porque una renta básica general tiene ciertas ventajas respecto al actual modelo de ayudas, que acaba beneficiando a determinados grupos sociales por razones más o menos arbitrarias. Por otro, porque podría ser una opción al Estado del Bienestar, que permitiría a los ciudadanos optar por escoger sus proveedores de servicios, que serían de mucha más calidad que los actuales. Sería algo así como: "Pagamos la renta básica y a partir de ahí que cada uno se busque la vida".
Rallo no está de acuerdo ni en una cosa ni en otra. En lo que hace referencia a la renta básica como alternativa a los actuales subsidios, subvenciones y rentas de inserción que benefician a determinados grupos sociales muchas veces con criterios poco claros, recuerda que la renta básica sería infinitamente más cara que estos programas, por lo que para implantarla habría que subir (y mucho) los impuestos.
Como sustituto del Estado del Bienestar sí cree que podría ser una alternativa, pero muy poco creíble. Además, piensa que puestos a convencer a sus conciudadanos de que cambien todo el andamiaje del Estado del Bienestar por una renta básica, tampoco habría que hacer mucho más esfuerzo para convencerles de que adopten un modelo de Estado mínimo como el que cree que sería deseable:
Diferenciaría dos cosas. Por un lado, la previsión; yo creo que sí es factible que vayamos hacia ese mundo con una renta básica universal, es algo que me parece muy verosímil. Por otro, que sea deseable. Puedo comprar la idea de que un país con un Estado del Bienestar completamente privatizado y renta básica es preferible [a una situación como la actual]: esto sería financiable y habilitaría a la gente a que gestione su dinero.
Pero sería un error que los liberales defendiesen ese modelo como componenda pragmática. La privatización del Estado del Bienestar con renta básica no es un objetivo realista y el esfuerzo intelectual que hay que hacer para llegar a ese mundo no es muy distinto del que hay que hacer para llegar a un mundo compatible realmente con los objetivos liberales. La renta básica que tiene que cobrar la gente es que no le quiten el dinero.