En diciembre del año 2007, Alemania tenía una tasa de paro del 8,7%. En España era del 8,2%. A finales de 2014, las cifras eran el 4,8% en el país germano frente al 23,7% en el nuestro (y hay que recordar que se llegó a superar el 26% a lo largo de 2013).
Normalmente, cuando se habla del paro en España, la atención se centra en el último de esos datos: ese 23,7% que supone más del doble de la media de la Eurozona (11,4%). Pero cuidado, tan interesante o más es lo que nos dicen las cifras de 2007 y lo que ha ocurrido con ellas. A comienzos de la crisis, el desempleo en nuestro país estaba en un nivel que podría considerarse como razonable, no demasiado por encima del 7,5% que figuraba de media en la Eurozona.
Siete años después, las cosas han cambiado mucho. Quizás Alemania no sea el mejor ejemplo para una comparación, porque este país es el que más ha bajado sus cifras de desempleo en este período. Pero la cuestión es que casi con cualquiera de los demás miembros de la moneda común el resultado sería parecido. Por ejemplo, en Portugal, un país rescatado el 8,6% de 2007 se ha convertido en un 13,4% a finales de 2014. Es una subida importante pero que queda a años luz de lo que ha ocurrido en nuestro país. Sólo Grecia lo ha hecho peor. Y claro, la pregunta es por qué esta anomalía.
El Banco de España, en su boletín económico del pasado mes de abril, ofrece algo de luz al respecto. En un artículo firmado por Ernesto Villanueva, de la Dirección General del Servicio de Estudios del organismo, se apunta que uno de los factores clave en la evolución del empleo en España desde 2007 ha sido el modelo de negociación colectiva imperante hasta la reforma laboral de 2012.
No es una cuestión menor. La semana pasada, Pedro Sánchez presentó su modelo de mercado laboral. El líder del PSOE aseguró que si llega al Gobierno lo primero que hará será derogar la reforma de Fátima Báñez y aprobar la suya. Precisamente, la clave de la propuesta socialista es volver al anterior modelo de relaciones laborales, en el que las grandes centrales y la patronal negociaban al margen de las empresas y aprobaban condiciones que se aplicaban a toda la industria sujeta al convenio sectorial o provincial de turno. De hecho, su principal propuesta es "devolver el poder a los sindicatos en la negociación colectiva".
Un sistema rígido
Desde hace décadas, el adjetivo más utilizado para describir el mercado laboral español ha sido "rígido". Y una de las principales razones para esta rigidez era la negociación colectiva. A grandes rasgos, lo que caracterizaba el modelo anterior a 2012 era la preeminencia de la negociación sectorial, provincial, autonómica o incluso nacional respecto a los convenios de empresa.
Es decir, cuando un sindicato y una organización empresarial firmaban un convenio para un sector, las condiciones pactadas se extendían de forma automática a todas las compañías afectadas, quisieran o no. El único requisito es que los firmantes cumplieran con los porcentajes de representatividad que pedía la ley y estos no eran especialmente exigentes.
El problema es que cada empresa es un mundo y más aún durante una crisis. La lógica dice que cuando se negocian condiciones laborales a nivel general los implicados pueden tener incentivos a pactar unas cláusulas más generosas. Al fin y al cabo, no serán ellos los afectados directamente. Pero estas mismas condiciones pueden suponer una carga imposible de soportar para una empresa a la que se le ha caído una parte importante de su facturación.
Por eso, dicen muchos expertos, mientras en otros países las crisis se resuelven fundamentalmente a base de ajustes internos (salarios y otras condiciones laborales), en España todo el peso recae sobre el empleo. O por decirlo de otra manera, a las empresas, ante la congelación de la actividad, no les ha quedado más remedio que despedir para reducir sus gastos e intentar mantener la competitividad frente a sus rivales en el extranjero, en buena parte debido a que sus costes salariales les llegaban impuestos desde el exterior.
De hecho, en un fenómeno aún más perverso, lo que ha ocurrido es que en el comienzo de la crisis (2008-2010) vivimos una intensa destrucción de empleo que afectó especialmente a temporales, mientras que los que conservaban su empleo veían como su poder adquisitivo no sólo no mermaba, sino que subía por encima del coste de la vida. Incluso, puede que alguno pensara que estaba blindado por la legislación. El problema es que cuando llegó la segunda vuelta de la recesión (a partir de 2011) muchas empresas no pudieron soportarlo más y el paro llegó también al colectivo que hasta entonces se sentía a salvo de estas turbulencias .
De eso trata el informe del Banco de España. Los autores creen que "la regulación de la negociación colectiva, que introducía mínimos salariales de obligado cumplimiento para todas las empresas de un determinado sector independientemente de su situación, fue una de las fuentes de rigideces salariales que hicieron recaer sobre el empleo la mayor parte del peso de los ajustes".
Entre 1993 y 2008, el 55% de los trabajadores tenían fijadas sus condiciones laborales "por convenios sectoriales de ámbito provincial, cuya renegociación tendía a ser poco frecuente. Por otro, la extensión de los convenios colectivos a todos los trabajadores y empresas del ámbito del convenio es automática, una vez que las partes que lo negociaban tenían la suficiente representatividad legal. Como resultado de ambas características, una alta proporción de empresas terminaba estando sujeta a unos mínimos salariales de obligado cumplimiento, revisados de manera infrecuente y que variaban entre sectores, y, para un mismo sector, entre provincias". No sólo en España se daba este fenómeno. También en Italia pasaba algo parecido y por eso el país transalpino sufrió en parte las consecuencias, aunque no tanto como en nuestro país.
La consecuencia fue que "los salarios agregados continuaron creciendo hasta 2011, mientras el empleo se reducía notablemente". Era un contrasentido: subía el paro, las compañías españolas perdían competitividad, cerraban empresas por doquier y los costes salariales seguían al alza. En ningún otro país de Europa se vivió un fenómeno parecido.
El ajuste
Todo estaba muy ligado a la negociación colectiva. El informe del Banco de España divide a las compañías entre aquellas que tenían un convenio firmado antes de la llegada de la crisis, pero que mantenía su vigencia durante la misma (un 70% del total de las sociedades), frente a aquellas que tenían un convenio formalizado a partir de 2008 (el restante 30%). Según sus datos, las primeras "estaban sujetas a un incremento en sus costes laborales que excedía un 2%", mientras para las demás no superaba el 1% de media.
Así, los autores reconocen que "el ajuste salarial, una vez iniciado, fue especialmente rápido, pero circunscrito a los convenios de nueva firma". Es decir, los empresarios y sindicatos sí fueron conscientes de la gravedad de la situación y adaptaron las negociaciones a la misma. Pero claro, como no había posibilidades de descuelgue para las empresas y los convenios tenían una duración determinada (que incluía cláusulas de ultraactividad) hasta que aquellos decaían.
Con todo ello, el Banco de España cree que:
- "La rigidez salarial asociada a los convenios colectivos actuó al inicio de la recesión como un mecanismo de propagación de las perturbaciones agregadas"
- "Se produjeron pérdidas de empleo especialmente intensas entre los trabajadores sujetos a convenios colectivos que, firmados en momentos alcistas, fijaban incrementos salariales relativamente elevados"
- "Las estimaciones presentadas sugieren que para este grupo de trabajadores una renegociación del convenio provincial hubiera reducido la probabilidad de estar desempleado hasta en un 50%"
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"Cabe esperar que en el futuro [tras la reforma laboral de 2012] el ajuste ante eventuales disminuciones inesperadas de la demanda de trabajo se realice en mayor medida mediante cambios en los salarios, en lugar de a través de fuertes pérdidas de empleo"
No es nada sencillo explicarle a alguien a quien le acaban de rebajar el sueldo un 20% que la alternativa era el paro o el cierre de la fábrica. Tampoco es fácil que llegue a la opinión pública que la alternativa a la negociación colectiva centralizada no es acabar con los convenios, sino suplantar a las grandes centrales por los comités de empresa y permitir que sea más sencillo para una compañía adherirse y descolgarse de las cláusulas de los convenios de nivel superior que le sean más convenientes.