"Google tiene una posición dominante en los servicios de búsqueda online en la Unión Europea, con porcentajes de cuota de mercado superiores al 90% en la mayoría de los países". A la comisaria de Competencia de la UE, Margrethe Vestager, le preocupa que la compañía fundada hace 17 años por Sergei Brin y Larry Page haya alcanzado tal éxito en el Viejo Continente. En España o Francia, por ejemplo, llega al 95% de penetración.
La política danesa cree que la multinacional norteamericana puede estar tentada a "abusar" de su posición. En concreto, le acusa de favorecer sus propios productos en las búsquedas. En el escrito de alegaciones publicado el miércoles, denuncia que Google prioriza los resultados de Google Shopping o Google Travel y piensa que esto podría "dañar" al consumidor. En su opinión, lo que debería hacer el buscador es ofrecer los resultados de forma neutra, poniendo por encima a su competencia si ésta tiene más interés teórico para el usuario.
No le importa a Vestager que esta práctica sea más o menos común en todos los sectores. Los supermercados, por ejemplo, cuidan especialmente su marca blanca, aunque vendan productos de la competencia. Los grandes almacenes suelen tener sus marcas de ropa propia y las promocionan, y esto no les impide alquilar corners a otros diseñadores. Tampoco sirve que Google opere en uno de los sectores más abiertos que puedan imaginarse y en el que más fácil es cambiar de proveedor (sus rivales están "a un sólo clic de distancia", ha denunciado la compañía). Ni siquiera se ha tenido en cuenta que hablamos de un gigante en la actualidad, pero que hace poco más de una década apenas era un proyecto de un par de jóvenes imaginativos, que consiguieron batir a Microsoft, una empresa que parecía imbatible en los servicios por internet.
Google tiene más de un 90% de cuota de mercado y eso parece ser que es malo. Por eso, la comisaria de Competencia ha decidido castigar a quien mejor ha competido. Al ganador se le penaliza por su éxito. Y es que no hay nada que guste más a un burócrata que un monopolio (real o ficticio): es la excusa perfecta para actuar.
Los otros monopolios
Pero Google no ha sido el único monopolio que ha estado en los titulares esta semana. Tras la presentación de la segunda parte del programa económico de Ciudadanos, en el que propone dedicar la inversión prevista para el AVE a I+D+i, las grandes empresas públicas del transporte (desde Aena a Renfe, pasando por Adif) han vuelto por unos días a la actualidad.
En un primer momento podría parecer que Google y Renfe no tienen demasiado en común. Y de hecho, no lo tienen. Una es privada, la otra pública. Aquélla ha crecido gracias a la inventiva de sus creadores, ésta sólo se mantiene gracias a los privilegios que le otorga la ley. La americana ha visto dispararse su cotización y sus beneficios crecen año a años, la española presenta pérdidas perennes.
Sólo una cosa las iguala: la palabra monopolio. Y ni siquiera aquí hay demasiadas similitudes: el de Google no es real y sólo la peculiar interpretación de las autoridades de competencia hace que se le incluya en esta categoría. Mientras, el de Renfe, Adif o Aena es protegido, cuidado y amparado por la ley.
Lo que llama la atención es la diferencia en la trayectoria de unos y otros. Los defensores de la "competencia" que castigan a los que mejor compiten aseguran que nada hay más peligroso que un monopolio. En su opinión, cualquier empresa con una cuota de mercado que supere su criterio de lo que está bien aprovechará este dominio para obtener unos beneficios desproporcionados. ¿Cualquiera? No, cualquiera no. Las gestionadas por esos mismos burócratas que persiguen a Google no lo consiguen. Tan fácil que les parece cuando es una compañía privada y tan lejos quedan los números positivos cuando son los políticos los que ponen las manos sobre ellas. Y para más inri, esos mismos políticos que persiguen a Google por su posición dominante, defienden con uñas y dientes los privilegios de sus protegidos con los más variopintos argumentos.
Así, tanto para Renfe como para AENA o ADIF (y eso por hablar sólo de las grandes compañías públicas españolas del transporte), los beneficios son la excepción. La compañía ferroviaria nunca ha estado en números negros. Las otras dos apenas han conseguido en los últimos años algún ejercicio positivo y eso teniendo en cuenta que en buena parte de sus grandes gastos (la construcción de infraestructuras o la compra de material) reciben la ayuda estatal o que los poderes públicos les compensan vía presupuestos por su labor social, sea ésta la que sea. Pues bien, incluso así, pierden dinero año tras año y, según el libro amarillo de los PGE para 2015, acabaran este ejercicio con una deuda conjunta de cerca de 34.000 millones de euros. Y eso gracias a que el Estado les respalda y ya amortizó sus números rojos en alguna ocasión del pasado: lo más probable es que una compañía privada con su récord hubiera quebrado hace ya tiempo.
Hablamos de tres monopolios del transporte en el tercer país con más turistas del mundo. Cualquiera diría que lo iban a tener muy fácil. Pues no. Es que bien pensado tiene hasta mérito: tener pérdidas en estas condiciones no está al alcance de cualquiera. Eso sí, no esperen ustedes ningún castigo. Los mismos que multarán a Google por sus beneficios protegerán a sus campeones públicos por sus pérdidas.
Viendo las cifras de unas y otras me acordaba de una maravillosa anécdota que le he leído en alguna ocasión al profesor Rodríguez Braun: "Recuerdo que Jesús Silva Herzog, que fue embajador de México en España, solía contar que en la época en que el Estado de su país, precisamente para controlarlo todo, tenía toda suerte de empresas, también era propietario de un cabaret. Y era el único cabaret del mundo que… ¡perdía dinero!" No está sólo el Gobierno mejicano. Que les pregunten a los tinerfeños. Allí, su Cabildo tiene tres casinos desde la década de los 70 (ahora está en marcha su privatización). Y sí, ¡¡¡también pierden dinero!!! Nunca minusvaloren la capacidad de un político para derrochar el dinero que no es suyo.