Grecia debería presentar esta semana una lista concreta de reformas y ajustes a sus socios comunitarios si quiere que el Eurogrupo, finalmente, desbloquee el tramo pendiente del rescate financiero en su próxima reunión del 24 de abril. Pero, por el momento, las negociaciones entre ambas partes no han logrado avances como para augurar un acuerdo.
Ante la posibilidad de que las conversaciones no lleguen a buen puerto, Atenas y las instituciones europeas ya trabajan en distintos escenarios. Por un lado, no se descarta apurar el plazo al máximo para, en caso de ser necesario, celebrar otra reunión del Eurogrupo el 29 de abril, justo antes de que expire la fecha prevista para que Atenas cumpla las condiciones mínimas acordadas el pasado febrero para extender otros cuatro meses el rescate heleno.
Pero si, tal y como ha sucedido hasta el momento, el Gobierno griego de Alexis Tsipras se niega a aplicar las reformas y ajustes que implica el programa de asistencia financiera, se abriría un nuevo escenario de inciertas consecuencias. Por el lado de Grecia, el Ejecutivo de Syriza empieza a barajar la posibilidad de convocar elecciones generales de forma anticipada en busca de un mayor respaldo social a sus políticas anti-rescate y anti-austeridad.
Según afirma un ministro heleno al diario alemán Bild, "no tenemos nada que perder. Si la UE sigue poniendo trabas, debemos demostrar que nos mantenemos firmes. La población griega está detrás de nosotros". La intención de Tsipras sería, por tanto, celebrar elecciones para lograr una mayoría absoluta y reforzar su posición política, tanto dentro como fuera del país, frente a sus socios comunitarios.
Ante dicho escenario, el vicepresidente del Parlamento Europeo, Alexander Graf Lambsdorff, advierte al periódico de que "unas nuevas elecciones serían interpretadas de facto como un referéndum sobre el destino del país en el euro. Si Syriza resultara reelegido, la opción del Grexit (salida de la Unión Monetaria) estaría ahí".
La cuestión es que algunos socios comunitarios ya empiezan a plantear este escenario. La semana pasada se filtró a la prensa que el Ministerio de Finanzas de Finlandia estaba preparando un plan de contingencia ante la posibilidad de que Grecia acabara abandonando la moneda única. Pese a ello, la mayoría de miembros comunitarios sigue confiando en que se llegue a un acuerdo.
De hecho, se habla incluso de la posibilidad de otorgar a Atenas un tercer rescate por un valor de 50.000 millones de euros extra y extender, una vez más, los préstamos pendientes a un plazo de 50 años, siempre y cuando Grecia cumpla lo prometido y aplique nuevas reformas estructurales y ajustes presupuestarios para acelerar la salida de la crisis y reforzar la solvencia del Estado heleno.
Sin embargo, por el momento, todo sigue en el aire. Prueba de ello es que la reunión informal del Eurogrupo celebrada la semana pasada acabó en fracaso debido a la negativa actitud del representante heleno.
Según informa el Frankfurter Allgemeine Sonntagszeitung, a los socios comunitarios les sorprendió muy negativamente su incapacidad para negociar el listado de reformas estructurales que debe aplicar Atenas, llegando incluso a señalar que se comportó como una especie de verdulero a la hora de exigir el dinero pendiente del rescate, cuya cuantía ronda los 7.200 millones de euros.
La situación financiera de Grecia es tan crítica que se empieza a barajar la posibilidad de que el Gobierno de Tsipras use pagarés para abonar sus facturas a proveedores o cubrir sueldos y prestaciones públicas.