Dentro del ciclo de conferencias organizado por el Centro Diego de Covarrubias, el técnico comercial y economista del Estado José Ramón Ferrandis impartió el pasado jueves 26 de marzo una interesante conferencia sobre ayuda al desarrollo y pobreza.
Lejos de aceptar el discurso habitual según el cual la "ayuda al desarrollo" conduce a la salida de la pobreza, Ferrandis afirmó que estos programas suponen un freno para el crecimiento de los países menos prósperos.
En esta línea, declaró que "si los ciudadanos de los países menos desarrollados tienen hoy crecientes niveles de renta no es por la "ayuda al desarrollo", sino principalmente por tres grandes razones: el comercio internacional, la inversión extranjera directa y los flujos de capitales en sus diversas formas. Hablamos, por decirlo de otro modo, de los pilares de la globalización, a los que se unen dos prerrequisitos: el buen gobierno y la reducción de barreras al comercio".
Ferrandis se apoyó en datos del Banco Mundial para destacar que "la pobreza viene cayendo en todo el mundo de forma sostenida. En 1989, el porcentaje de personas que sobreviven en el mundo con menos de $1,25 dólares al día llegaba al 41%, mientras que en 2010 esta tasa había caído al 15%. La evolución en China es aún más impactante: a comienzos de los 80, la pobreza superaba el 80% mientras que hoy se sitúa en torno a la media global".
Más llamativo aún es que también en la llamada África Negra también se ha dado una fuerte caída de la pobreza: solamente entre 2005 y 2010 ha pasado del 54% al 40% de la población. "En apenas ese lustro, el número de personas que ha superado el umbral de la pobreza ha bajado en 500 millones", explicó el ponente.
"Cuando se habla de desarrollo, no podemos ignorar que nuestro país es un ejemplo. El "milagro español" de los años 60 se estudia en todo el mundo como paradigma de un país que salió adelante", apuntó.
La "ayuda al desarrollo" como panacea
Ferrandis explicó que hoy existen más de cuarenta organismos multilaterales dedicados a la "ayuda al desarrollo". En este campo de actuación destacan la ONU, la UE, la OCDE, el FMI, el Banco Mundial... así como numerosas ONGs con gran influencia en las políticas públicas.
"Todos estos cuerpos defienden la "ayuda al desarrollo" como panacea. Llevan cincuenta y cinco años fomentando este modelo basado en préstamos blandos que llegan a 130 países distintos y se superponen de manera descoordinada y superpuesta", resumió el experto.
"El stock de todos los fondos comprometidos a la ayuda al desarrollo acumula 100 millones de millones de dólares (es decir, 100 billones de dólares). Esto equivale a 100 veces el PIB español. Solamente los programas de condonación de deuda han tenido cierto éxito, el resto han sido iniciativas fracasados", subrayó Ferrandis.
En opinión del experto, "estos programas tienen efectos perversos: generan deudas impagables, alimentan procesos de descomposición social, estimulan el mantenimiento del "statu quo" reemplazando la necesidad de reformas, alimentan la financiación de programas de "gasto social" sin necesidad de recaudar impuestos...".
Por otro lado, el volumen de la "ayuda al desarrollo" no tiene un peso significativo sobre el total de capitales que entran en los países menos avanzados. Lo vemos en la siguiente gráfica:
La historia de la "ayuda al desarrollo"
El técnico comercial y economista del Estado apuntó que la ayuda al desarrollo nació en 1944, de la mano de los acuerdos de Bretton Woods. Un año después surgía la UNESCO y, en 1946, aparecía UNICEF. "Entre 1948 y 1951, Estados Unidos eligió 17 beneficiarios para el Plan Marshall. Coincidiendo con su final, la ONU difundió el Lewis Report, en el que se pedía un programa especial de la ONU dedicado a este campo.
Llegó después el "pago compensatorio" de Alemania y de Japón, que comenzaron a pagar las reparaciones de la deuda a partir de 1953. Tres años después, surgió el Club de París como foro de mediación para la deuda pública. Un salto adelante de calado llegó en 1958, cuando el Consejo Mundial de las Iglesias pidió a los gobiernos que dedicasen al menos el 1% de su PIB a este tipo de iniciativas.
Desde entonces surgieron nuevos organismos. En 1959, el Banco Interamericano de Desarrollo; en 1960, el Grupo de Asistencia para el Desarrollo; en 1961, el Comité de Ayuda al Desarrollo... Resumiendo: un auténtico laberinto de siglas que no ha hecho más que crecer con el paso del tiempo, a pesar de sus flojos resultados.