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¿Quién se 'esconde' en los bancos de Suiza?

Ni todos los que aparecen en el famoso listado son defraudadores, ni todos los defraudadores estaban en la sucursal de Ginebra del HSBC.

Ni todos los que aparecen en el famoso listado son defraudadores, ni todos los defraudadores estaban en la sucursal de Ginebra del HSBC.

Corrupción, fraude, blanqueo de dinero, paraísos fiscales... Desde que se conoció su existencia, en 2010, la Lista Falciani ha estado asociada a todo tipo de cuestiones no demasiado limpias. De hecho, para la gran mayoría de los ciudadanos, ya es sinónimo de delito. Y todos los nombres que han aparecido ligados al ya famoso informático francés llevarán consigo el estigma del que hizo algo difícil de explicar. Muchos de ellos han dado su versión de los hechos. Pero su foto y la cantidad de dinero que tenían en el HSBC son todo lo que el público tiene en la cabeza.

Es evidente que hay indeseables que se aprovechan de la opacidad del sistema bancario suizo. Pero ni todos los que aparecen en la Lista Falciani son defraudadores, ni todos los defraudadores estaban en la sucursal de Ginebra del HSBC. No es fácil, pero habría que intentar separar el grano de la paja. O al menos tener claro qué puede estar pasando y qué se esconde detrás de los asientos contables que la prensa ha publicado esta semana.

Para intentar poner algo de luz en esta cuestión, Libre Mercado ha hablado con Ransés Pérez, presidente de la Asociación Profesional de Inspectores de Hacienda, y Francisco de la Torre, también inspector de Hacienda y autor de ¿Hacienda somos todos?. La conclusión que puede sacarse tras conversar con los expertos es que habría que analizar caso a caso para saber ante qué situación nos encontramos.

Probablemente habrá muchos defraudadores, pero también otros que no lo sean. De nuevo, aquí como en otros casos, pagan justos por pecadores, sean muchos o pocos unos y otros.

Suiza, ¿refugio o paraíso?

Parece una obviedad, pero no está de más recordarlo. Como explica Pérez, tener dinero en Suiza "no es ilegal ni supone ninguna defraudación: es totalmente legítimo". La Lista Falciani "no es una lista de defraudadores, es una lista de clientes de una sucursal". Otra cosa es que los propietarios tengan la obligación de declarar esos fondos. Los dos inspectores recuerdan que si los activos en el exterior exceden de 50.000 euros hay que hacer una "declaración de bienes en el extranjero".

Evidentemente, tampoco es ilegal ni tiene nada de malo fijar la residencia en el país helvético. De hecho, tiene mucho sentido que los millonarios lo hagan. Hablamos de una de las sociedades más prósperas del planeta, con un sistema normativo fiable y una enorme estabilidad económica. Además, desde hace más de un siglo, su sistema financiero ha sido uno de los refugios más seguros que se conocen. Incluso en las más complicadas coyunturas, ha cuidado de los fondos de sus clientes. No es extraño, por lo tanto, que haya quien quiera vivir en este país o, si no puede por razones laborales, que quiera guardar allí sus ahorros.

Eso sí, tampoco se puede obviar que, como recuerda De la Torre, cuando se conoció la lista, Francia planteó una investigación preliminar sobre sus nacionales que sacó a la luz que un porcentaje muy elevado estaba defraudando al fisco galo. Pero incluso así, hay que diferenciar entre las posibles circunstancias de todas estas personas.

¿Defraudadores o clientes?

La primera posibilidad es, como hemos apuntado, que algunas de estas personas sean clientes del HSBC sin nada que ocultar. Si lo han declarado a la Hacienda española (tanto los fondos originales como las posibles ganancias que, año a año, generasen estos fondos) no hay nada que objetar. Su objetivo sería aprovecharse de las ventajas que ofrece uno de los sistemas financieros más fiables y desarrollados del mundo.

En segundo lugar, están los residentes. Han salido nombres de numerosos famosos, españoles y extranjeros, que tienen su residencia en el país helvético. También es perfectamente legítimo y legal. Lo único que podría decirse es que es una cuestión complicada de demostrar. Con la facilidad de movimientos y las fronteras abiertas, es muy difícil determinar dónde vive realmente una persona.

Como explica Pérez, "si estás más de 183 días en España", la AEAT te considera residente a efectos fiscales. Como no es sencillo probar cada uno de esos 183 días, hay otras pruebas indirectas, como la sede o el centro de interés de la empresa para la que trabaja un empleado, para resolver esta duda. Pero la presunción debe ir a favor del que dice que reside en Suiza. Salvo que se demuestre lo contrario, así figurará legalmente.

Una vez que uno es residente, su obligaciones están con la Hacienda suiza, a la que tendría que tributar por la renta mundial. Habría excepciones, en aquellos países que obligan al pago de impuestos a los no residentes por las rentas generadas en su territorio. Y aquí entrarían también en juego los tratados de doble imposición. Pero en general, puede decirse que si un residente en Suiza hubiera ocultado sus ingresos, habría sido la Hacienda helvética la perjudicada, no la española (aunque ésta sea su nacionalidad).

La siguiente opción es la del fraude. Personas que tienen su dinero en un banco con un acuerdo de confidencialidad con el objetivo de ocultar los fondos a la Hacienda de sus países. Aquí empezamos a pisar terreno pantanoso, pero incluso así hay que aclarar que no todas las situaciones son las mismas.

Para empezar, es fácil imaginar que buena parte de estos fondos puede tener un origen perfectamente lícito. No parece lógico pensar que a determinados deportistas de élite (por ejemplo) sus pagadores les abonen en negro. Y cuando decimos origen lícito hay que entender que asumimos que pagaron sus impuestos cuando recibieron los ingresos.

Entonces, ¿por qué llevárselos a Suiza? Pues porque ese dinero no se queda ahí, sin más. Año a año puede ir generando dividendos. Además, estos activos se suman a la riqueza acumulada de la persona en cuestión, que tendría que pagar un hipotético impuesto de Patrimonio o Sucesiones. Aquellos que estén en esta situación buscarían en Suiza ocultar estas rentas futuras o minorar su patrimonio conocido. Pero sobre las ganancias originales sí se habrían retratado ante Hacienda y, en casi todos los casos, a los altísimos tipos vigentes.

Aquí cada uno tendrá su opinión, sobre si es ético o no ocultar estos bienes a la AEAT, si ya han pagado lo suficiente, si precisamente los más favorecidos tendrían que ser los más responsables en su pagos a Hacienda, etc... Es una cuestión legal, pero también ética. En cualquier caso, lo que está claro es que sería un delito diferente a los dos siguientes y no se debe meter a todos en el mismo saco.

La segunda alternativa no legal es la de fondos cobrados por actividades legales, pero no declarados. Es decir, personas que desarrollan una profesión perfectamente definida por las leyes, pero que cobran en B para no pagar a Hacienda. Es un paso más respecto a lo apuntado en el anterior párrafo, porque ni siquiera se declararon los ingresos originales.

Por último, está la peor de las situaciones, el dinero que proviene de actividades delictivas. Como explica Pérez, "desde el punto de vista fiscal es lo mismo, pero es un doble pecado y tiene implicaciones penales". Ésta es la parte más complicada de defender por la banca suiza. Saben que cientos de delincuentes y dictadores de todo el mundo se aprovechan de su sistema. Incluso aunque es cierto que éste no se creó para proteger a los malos.

De hecho, en su favor hay que decir que el país helvético tiene firmados acuerdos para que el secreto bancario no se interponga cuando hablamos de investigaciones criminales. Pero tanto Pérez como De la Torre hablan de un "área de opacidad" que favorece las conductas ilegales. Porque, además, hay una pregunta clave, ¿quién determina que los indicios que un juez extranjero presenta son suficientes como para romper el secreto bancario? Pues es la justicia suiza, y no siempre, aseguran los inspectores españoles, ésta es todo lo cooperadora que les gustaría.

Como vemos, incluso en las situaciones de ilegalidad pueden establecerse diferencias. En los primeros casos, hablaríamos de fraude o de alzamiento de bienes (cuando se intentan ocultar posesiones para eludir a los acreedores). En el último, es directamente blanqueo de capitales procedentes del crimen. Y eso es mucho más grave.

Miedo, comisiones y repatriación

Llegados a este punto, quedan dos preguntas que cualquiera se hace. La primera es ¿por qué un millonario se lleva su dinero a una cuenta con un acuerdo de confidencialidad reforzada, que cobra fuertes comisiones y no ofrece una rentabilidad especialmente elevada? Porque esto es algo que hay que recordar. Los bancos suizos no ofrecen sus servicios por amor al arte, sino a cambio de una remuneración elevada. Y normalmente los productos de su cartera son tirando a conservadores. Podrían encontrarse herramientas de inversión con rendimientos similares en otras entidades.

A primera vista, podría pensarse que sólo el fraude lo explica todo. Pero no es así. La principal razón de los ahorradores para tener el dinero en Suiza es preservar sus fondos. De la Torre apunta al "miedo". Y sí, uno de los enemigos puede ser Hacienda, pero no es el único. Por ejemplo, en nuestro país son conocidos los casos de empresarios vascos amenazados por ETA en los 80 y 90 que guardaban los ahorros familiares en Suiza, tanto para evitar que se supiera hasta qué punto llegaba su fortuna como para alejarlos de los terroristas en caso de secuestro.

Eso por no hablar de riesgos asociados a los tipos de cambio, devaluaciones, decisiones políticas, crisis institucionales o expropiaciones gubernamentales. Ante todas estas visicitudes, algunas más probables que otras, las grandes fortunas buscan un refugio en Suiza que otras jurisdicciones no les ofrecen. En la mayoría de los casos hablamos del ahorro familiar, los fondos de último recurso a los que recurrir si todo se complica.

La segunda pregunta es cómo recuperan estas personas su dinero cuando lo necesitan. Nadie acumula billetes en una cuenta para mirarlos. Al final, quien más quien menos querrá en algún momento utilizarlo cuando lo necesite: ya sea para comprarse una casa, invertir en una empresa o cobrar una herencia. El problema es que cuando afloran esos fondos es el momento en el que también Hacienda se fija en ellos.

En ese momento, hay varias opciones. La primera es la regularización voluntaria. El problema es que, como explica Pérez, contando los intereses de demora y el recargo, al final es difícil que esa vía "salga a cuenta". Por eso es más probable que estos patrimonios esperen a situaciones excepcionales, como la amnistía que aprobó el Gobierno del PP en 2012. En aquel momento, a cambio de pagar el 10% del dinero regularizado se pudieron blanquear miles de millones de euros.

Eso sí, hay que recordar que se estableció un límite de prescripción de cuatro años: los fondos que se pudiera demostrar que se poseían antes de ese período quedaron exentos del pago a Hacienda. Los dos inspectores consultados para este artículo son muy críticos con aquel procedimiento extraordinario. Sí, es cierto que se sacó mucho dinero a la luz. Y ese dinero generará ingresos para el fisco español año a año.

No sólo lo que se ganó con la amnistía propiamente dicha, sino que los impuestos que se pagarán por sus rendimientos durante los ejercicios posteriores. Pero también es cierto que se genera un riesgo moral evidente y que se permite que el que ocultó dinero a Hacienda lo sanee a cambio de un tipo muy inferior al que habría tenido que pagar en condiciones normales (10% para los años no prescritos, que se convirtió en el 3% para el total aflorado).

Eso sí, no todo el dinero vuelve a la vía ordinaria a través de regularizaciones o amnistías. La idea de muchos defraudadores es no pagar nunca a Hacienda. Y aunque no es sencillo, existen formas para intentarlo. Los inspectores apuntan a sociedades pantalla (esquemas para sacar el dinero de la cuenta original y dificultar el rastro, de forma que no sea posible para la inspección determinar su origen) o banca por corresponsalía (que se dedica a rescatar los fondos de sus clientes a cambio de una compensación). En ambos casos, el dinero acaba saliendo a la luz, pero tras tantos movimientos, operaciones ficticias y préstamos de ida y vuelta, y con tantos actores en juego que, incluso si las autoridades lo investigan, no será sencillo conocer su procedencia.

Por último, queda el último recurso. El de toda la vida: viajar a Suiza e irse trayendo el dinero en maletines. Puede parecer extraño pensar en un millonario yendo personalmente a recuperar un depósito en efectivo. Pero al final muchas veces es la única opción o al menos la más sencilla. De hecho, en los últimos años en España se han conocido noticias de personas involucradas en procedimientos judiciales que viajaban al país helvético todas las semanas durante varios meses. ¿Con qué objetivo? Pues es difícil pensar que iban sólo a esquiar.

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