Imaginen a un joven suizo, hijo de emigrantes españoles. A los 16 años, dejó el instituto y se puso a trabajar, pero no fue un drama. De hecho, en su familia pensaron que aquélla era una muy buena alternativa. Nuestro protagonista, como más de la mitad de los suizos de su edad, se integró en un programa de Formación Profesional Dual. En su caso, en una empresa de la industria relojera. El formato era sencillo: durante 3-4 días a la semana acudía a la empresa y dejaba uno o dos días para el instituto de FP.
La compañía y el centro educativo estaban en contacto. La idea era que en su puesto de trabajo aplicase los conocimientos teóricos que aprende en el aula. A cambio de las tareas que realizaban, los alumnos recibían un sueldo. No era muy elevado, sobre todo el principio, pero algo es algo. Depende de la industria o la experiencia, pero podemos hablar de unos 300 euros en el primer año hasta alrededor de unos 1.000 cuando se acerca la graduación.
Cuando acabó su período formativo, se quedó en la empresa. De hecho, un par de años después de ser trabajador de pleno derecho, la compañía habló con él y le preguntó por la posibilidad de que hiciera un curso de acceso a la universidad y completase sus estudios. La opción era buena y durante unos años compaginó la facultad y la fábrica. Como, gracias a que tenía ingresos desde muy joven, se había emancipado a los 19 años, ya sabía lo que era organizarse por sí mismo.
Además, la empresa la pagaba parte del coste de matrícula. A los 26 años, era licenciado universitario (de hecho, tenía un título parecido a lo que en España sería un doctorado) y la empresa, en la que ya tenía una antigüedad de diez años, le premiaba con un ascenso acorde a su nueva situación.
La anterior historia no es inventada, aunque a muchos españoles puede parecerles ciencia-ficción. La escuchó este corresponsal hace un par de años, en el transcurso de unas jornadas sobre FP Dual en Suiza que organizaron la embajada del país helvético en Madrid y Fedea. Su protagonista era de carne y hueso. Todavía no había llegado a la treintena y ya tenía más experiencia laboral, un sueldo más alto y una jerarquía laboral que en nuestro país probablemente no es normal alcanzar hasta bien entrada la cuarentena.
Por supuesto, no a todos los suizos que estudian FP Dual les va tan bien. Pero lo destacado de esta historia es que no es excepcional. En 2011, 81.200 suizos comenzaron una formación profesional básica en alguna de las 230 especialidades que se ofertan. Hablamos de un país de menos de ocho millones de habitantes. En España, con más de 45 millones, sólo 18.000 alumnos escogieron esta opción el pasado año. En Alemania y Austria, la FP Dual también es la alternativa para cerca de la mitad de los adolescentes. De hecho, en estos tres países, el porcentaje de universitarios es inferior al nuestro. Y no es ningún problema.
A cambio, destacan en el número de titulados en Educación Secundaria Superior (los técnicos de carácter medio, tan necesarios en las economías modernas): mientras que en España apenas el 25% de las personas de entre 25 y 34 años tiene este nivel, en Austria es el 66%, en Alemania el 58% y en Suiza el 49%. Y hay que tener en cuenta que muchos de sus titulados universitarios vienen de la FP, por lo que no aparecen en estas estadísticas.
Hay otras estadísticas que sí son más conocidas. La del paro juvenil nos golpea cada mes. España tiene un desempleo entre los menores de 25 años superior al 50%. Y la tasa sería muchísimo más alta si contásemos todos los que han dejado el mercado laboral en los últimos seis años (casi 900.000 personas en esta franja de edad, la mayoría por desesperación). Enfrente, en Alemania el paro juvenil es del 7,9% y en Austria del 9,9%. Son los dos únicos países de la UE con una cifra inferior al doble dígito. En Suiza, incluso en los peores años de la crisis, se mantuvo alrededor del 5%. Lo mismo podría decirse sobre los ni-nis (los que ni estudian ni trabajan): mientras que en España suponen más del 25% de los jóvenes menores de 30 años, en estos países no llegan al 10%.
Las ventajas
Evidentemente, el éxito de Alemania, Suiza o Austria no se debe sólo a la FP Dual. Las instituciones del mercado laboral, la competitividad de las empresas, la productividad de sus trabajadores o la calidad de su sistema educativo son esenciales para explicar sus cifras de exportaciones o su nivel de renta per cápita. Pero este modelo de enseñanza secundaria que mezcla formación en las aulas y trabajo desde los 15-16 años también es relevante.
Los beneficios para empresas y trabajadores son múltiples. Para los jóvenes, supone la posibilidad de adquirir experiencia desde una edad muy temprana. Como explicábamos hace unos días, los españoles llegan a los 30 años con un recorrido laboral de menos de cinco años, la mitad que holandeses, alemanes o austriacos. En estos países, una persona entra en la treintena con un sueldo, una productividad y un patrimonio muy superior al del español medio. Es lógico, lleva el doble de tiempo trabajando. Además, sus perspectivas profesionales se disparan: ya tiene un buen CV, contactos, conocimientos del sector, etc... Para la empresa también es positivo contar con este tipo de trabajadores. Alguien que lleve empleado de forma continua desde los 16 años lo normal es que sea mucho más productivo que aquel que llega a los 30 años habiendo acumulado unas pocas y dispersas etapas dentro del mercado.
Y cuando apuntamos a la productividad no hablamos sólo de conocimientos teóricos o experiencia en un determinado puesto. Un joven de 20 años que lleva 3-4 trabajando no sólo ha aprendido cómo funciona una máquina. También ha adquirido esas habilidades no regladas que tan importantes son. Desde responsabilidad a trabajo en equipo, pasando por los conocimientos informales sobre su sector, sobre cómo tratar con un cliente o cuáles son las jerarquías dentro de una empresa. Nadie le dará nunca una clase sobre estos temas. Pero dominarlos será fundamental en su futuro profesional.
Las barreras
Este miércoles, IESE y Citi Foundation presentaban en Madrid su estudio La Formación Profesional como reto nacional, coordinado por José Ramón Pin Arboledas, director del centro IRCO del IESE. Es un informe muy completo, que explica cómo es el sistema educativo español en comparación con el alemán y analiza cuáles son las razones por las que los programas de FP Dual han tenido éxito en el país germano y cuáles son las principales barreras a su introducción en España. Además, incluye varios casos reales de empresas que han participado en este tipo de programas, los beneficios que han obtenido y las dificultades con las que se han enfrentado.
Pin Arboledas se ha mostrado muy partidario de la implantación de la FP Dual en toda España. En realidad, ya existe. De hecho, podemos remontar su historia a los antiguos aprendices. Pero su apuesta es que se convierta en una opción accesible para los estudiantes de a pie. Los datos de los últimos años no son malos. Desde la llegada de José Ignacio Wert al Ministerio de Educación, ésta ha sido una de sus apuestas estrella y se ha reflejado en las cifras. Por ejemplo, en 2014 se duplicó el número de alumnos matriculados, que pasó de 9.550 a 18.000. También se han disparado los centros que ofrecen estos estudios (de 175 a 357) y las empresas que se han sumado al programa (de 513 a 1.570).
El problema es que seguimos lejísimos de los países que mejor lo hacen. Incluso con este crecimiento, menos del 1% de los estudiantes españoles se decantó por esta opción, frente al 42% de los germanos. Y todo apunta a que hay demanda. En los años de la burbuja se disparó el fracaso escolar (jóvenes que salen de la escuela sin completar la secundaria), que superó el 30%, al tiempo que crecía la población activa de menores de 25 años. Con la llegada de la crisis, mejoró la estadística del fracaso y cayó la población activa. Pero en realidad puede intuirse que es un buen dato falso. Muchos jóvenes se quedan en la escuela no porque se lo crean, sino porque no ven alternativas en el mercado de trabajo. La pregunta es ¿qué harían esos 900.000 jóvenes que han dejado la población activa desde 2007 si se les ofreciera compaginar estudios y empleo?
El problema es que España sigue poniendo muchas trabas al desarrollo de la FP Dual. Pin Arboledas ha desgranado algunas de ellas en su exposición. Para empezar, están los trámites administrativos. y la pluralidad de normas. "En España hay 18 sistemas de FP Dual", uno por cada autonomía y uno más para el Gobierno central, ha explicado. Así es muy difícil incitar a una empresa a implicarse. Por ejemplo, a una compañía de tamaño mediano con dos-tres centros de producción, las leyes le obligan a realizar dos-tres trámites diferentes con cada alumno/trabajador que quiera acoger. No sólo eso, imaginemos el infierno burocrático que tendría que enfrentar si quiere que uno de estos empleados pase un tiempo en otra de sus plantas, conociendo otras partes del negocio, pero fuera de su comunidad autónoma.
Además, cree que "los centros no están muy preparados para esta situación". Aquí casi podría hablarse de "choque cultural". Para muchos profesores y centros educativos (públicos y privados), la FP Dual supone un reto. Para empezar, tienen que aprender a trabajar en equipo con las empresas. En segundo lugar, deben ponerse al día con las técnicas y los conocimientos que reclama el mercado. Además, existe el miedo a que si los alumnos pasan 4 días fuera del instituto, esto suponga o un recorte de fondos para el centro o incluso el despido de los docentes que sobran. Desde el punto de vista personal, el recelo de los insiders es lógico, pero no debería ser un impedimento para poner en marcha un modelo que se ha demostrado tan exitoso en otros países.
Y cuidado, el choque cultural llega también a familias, empresas y sindicatos. Las primeras tienen que asumir que la FP no es el pariente pobre del sistema educativo, sino una opción muy válida para todo tipo de alumnos. Las compañías, por su parte, tienen que valorar lo que supone formar a sus futuros trabajadores casi desde cero, con todas las ventajas que eso tiene. No puede entenderse la FP Dual como un nuevo tipo de contrato en prácticas, que se hace por unos meses sin pensar en el posible desarrollo de ese trabajador.
Por su parte, los sindicatos han tenido una actitud no especialmente entusiasta ante el desarrollo de este modelo. A nivel de empresa, no ha habido tantas protestas, pero casi cada vez que se pregunta por el tema a las grandes centrales vuelven a los clásicos argumentos de precarización del empleo o de abaratamiento de la mano de obra. En los países del centro de Europa de los que hemos hablado antes, lo normal es que los representantes de los trabajadores diseñen con las propias empresas estos programas.
En cuanto a la estructura productiva española, la FP Dual también presenta sus propios retos. Está claro que es un tipo de educación que es más fácil de implantar en la industria y en empresas de tamaño medio-alto. España tiene cifras bajas en ambos casos. Nuestro sector industrial está por debajo del 15% del PIB y la presencia de micro-pymes es muy elevada, en comparación con los países de nuestro entorno. Por eso, Pin Arboledas pide que "adaptar" la FP a esta realidad y hacer un esfuerzo para facilitar la tarea a las pequeñas empresas, tanto desde el punto de vista del coste (quizás con bonificaciones) y de las cargas administrativas (aquí el papel de las cámaras y las asociaciones empresariales debería ser fundamental).