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José García Domínguez

¿Por qué no revienta la Zona Dólar?

No hay futuro para el euro. Perded toda esperanza.

No hay futuro para el euro. Perded toda esperanza.

Las cosas serían mucho más sencillas si todo el problema se pudiera resumir en que media docena de banqueros idiotas habían tirado a la basura un montón de millones en Grecia. Montón de millones que otros idiotas, los contribuyentes europeos, tendríamos que devolverles después para evitar que quebrasen sus bancos. Eso es verdad, sí, pero no es toda la verdad. Si fuera toda la verdad resultaría factible resolver el problema, tanto el particular de Grecia como el general de la Zona Euro, sin quebrantos desmesurados. Por desgracia, la verdad genuina, la profunda, es otra. Y una buena manera de aproximarse a ella sería preguntarnos por la razón de que a nadie inquiete el futuro de la Zona Dólar. ¿Por qué todo el mundo da por sentado que la moneda americana no corre riesgo alguno de desintegrarse? ¿Cuál es la diferencia, digamos ontológica, entre el euro, nuestro perpetuo moribundo, y el dólar?

La respuesta a cuestión tan inocente encierra la clave del derrumbe a cámara lenta de la segunda economía del mundo, ese al que los españoles estamos asistiendo en calidad de figurantes de reparto. Sucede que ninguna ley económica establece la prohibición de que Sicilia y Milán converjan algún día. Igual que tampoco cabe descartar que la estructura productiva de Extremadura resulte equiparable a la de Cataluña en el futuro. El problema es que puede transcurrir un siglo antes de que ocurra. Probablemente, más. Y mientras tanto Extremadura seguirá presentando cada ejercicio un déficit comercial con Madrid, Cataluña y el País Vasco. Es inevitable. Como también inevitable resulta que Grecia no consiga equilibrar su balanza comercial con Alemania. Hagan lo que hagan, no lo podrán lograr en los próximos cien años. Esos desajustes crónicos, que los territorios presenten niveles de desarrollo dispares por razones de orden histórico, se dan en todas partes.

En Estados Unidos también. California, por ejemplo, nunca equilibrará su comercio con Arizona. California siempre tendrá superávit y Arizona siempre tendrá déficit. Por lo demás, las dos caras de una misma moneda. Y sin embargo, el dólar no ha estallado nunca por tal motivo. Ni semeja que haya peligro de que lo vaya a hacer mañana. La razón es que los planificadores económicos del Estado norteamericano llevan lustros soldando la moneda por dos vías complementarias. Por un lado, transfiriendo a los pobladores de Arizona parte de la riqueza de los pobladores de California. Así, es California, vía impuestos, quien paga la Seguridad Social y el seguro de paro de Arizona. Por la otra, obligando a que los grandes conglomerados empresariales del complejo militar-industrial, todos ellos contratistas dependientes del Departamento de Defensa, ubiquen parte de sus plantas productivas en Arizona. Si no hubiesen obrado de ese modo, el dólar norteamericano ya no existiría a estas horas. Los yanquis lo han hecho. Pero Alemania no lo hará nunca. Jamás. Por eso no hay futuro para el euro. Perded toda esperanza.              

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