El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, ha dado este jueves una de las ruedas de prensa más importantes de su carrera o al menos de las más esperadas. El italiano no ha decepcionado. De hecho, podría decirse que ha ido incluso más allá de lo que marcaban las previsiones. Los inversores ya descontaban el anuncio de su esperado programa de compra de deuda pública y privada. Pero se hablaba de 50.000 millones y no se tenía claro la duración. Ahora ya se sabe, alcanzará los 60.000 millones de euros mensuales entre marzo y septiembre de 2016.
El programa se abre a deuda pública y privada. En este sentido, podrá incluir los bonos garantizados y la deuda empaquetada o titulizaciones, siempre y cuando cumplan determinados requisitos de solvencia. En cuanto al plazo, el BCE adquirirá deuda con vencimiento de entre dos y 30 años.
Teniendo en cuenta que hablamos de 60.000 millones durante más de un año y medio, la cuantía final del plan de Draghi superará el billón de euros. En todo caso, Draghi ha subrayado que este programa de adquisición se mantendrá hasta que se aprecie un "ritmo sostenido en la inflación acorde con nuestro objetivo del 2%" (hay que recordar que el último dato para la Eurozona fue del 0,3% y que hay quien alerta de que el riesgo actual es de deflación).
En este sentido, sobre los niveles de inflación para los próximos meses, Draghi ha avanzado que "serán negativos", aunque se ha mostrado confiado en que sus medidas "serán efectivas" y conseguirán reactivar los precios y la actividad.
La compra de deuda pública se hará en función del capital de cada país en el balance del BCE. Respecto al riesgo en las compras de deuda, Draghi ha explicado que un 20% de las compras estará sujetas a un régimen de mutualización de riesgos (risk sharing), mientras que el 80% restante corresponderá a cada banco central nacional. El sistema anunciado por Draghi implicaría que el riesgo de impago de unos 200.000 millones de euros estará compartido por todos los países de la Eurozona. Además, Draghi ha establecido dos límites a las compras de deuda: de un 33% para el emisor y de un 25% para la emisión. Es decir, de cada emisión de deuda, los bancos centrales no se quedarán más de una cuarta parte; y del total de la deuda viva de cada país no podrá tener más de un tercio.
Las claves
Hay tres cuestiones fundamentales a la hora de analizar la decisión de Draghi. La primera es qué está comprando. Se ha hablado de "deuda pública y privada", ¿significa esto que el BCE va a adquirir bonos de empresas? No. En principio, las compras de bonos se ciñen a los soberanos. En el caso del sector privado, los activos serán los que ya estaban dentro del radar del BCE, es decir, bonos garantizados y deuda empaquetada o titulizaciones. El sector más beneficiado será el financiero. Eso sí, no cualquiera, sino activos que tengan unas determinadas de solvencia.
Lo que no ha dicho Draghi es cuánto de los 60.000 millones de euros irá a cada parte. El italiano ha respondido en la rueda de prensa que no era sencillo poner una línea roja entre uno y otro. Vamos, que no hay un número cerrado.
La segunda clave reside en la cantidad del cañonazo. 60.000 millones al mes de marzo de este año a septiembre de 2016 ascienden a un total de más de un billón de euros. O lo que es lo mismo, aproximadamente el PIB español de un año. Todo ese dinero nuevo entrará en la circulación monetaria. El comentario más habitual esta tarde es que si esto no impulsa la actividad y el crédito, nada lo hará. Eso sí, los periodistas alemanes han preguntado a Draghi de forma insistente por la inflación. El italiano les ha recordado que los sucesivos programas de estímulo han recibido la misma crítica (que podían poner en peligro la estabilidad de los precios) y estamos cerca de tasas negativas. Claro que también podría respondérsele que tampoco parecen haber ayudado mucho al crecimiento, su supuesto objetivo. Y los miedos a la inflación no son a corto plazo: los países del norte de Europa temen más por la estabilidad de la moneda a medio plazo y porque el aire del BCE sirva para que los gobiernos en problemas no acometan las reformas que desde hace años tienen pendientes.
Por último, está el tema del riesgo compartido, algo que aterrorizaba a determinados sectores de la opinión pública de los países más ricos de la Eurozona. Al final, sólo el 20% del programa (unos 200.000 millones) estará dentro de este esquema. De hecho, tal y como ha explicado Draghi, las compras las harán fundamentalmente los bancos centrales nacionales (92%; de esa cifra, 12 puntos en el esquema de mutualización) y sólo una pequeña parte la asumirá directamente el BCE (8%, dentro del modelo de risk sharing).
Las reformas
En la rueda de prensa en la que ha anunciado el cañonazo a los países del euro, el banquero ha aprovechado también para recordar que la política monetaria debe ir acompañada "con rapidez" de reformas estructurales. El problema es que su programa no estará condicionado a que los países cumplan ningún tipo de medida adicional, lo que desincentiva su cumplimiento. Aun así, Draghi ha recordado a "varios países" que necesitan reformar el mercado laboral y de facilitar la actividad y las inversiones empresariales.
La pregunta es si los gobiernos, que llevan años remoloneando con las reformas y evitando enfrentarse a los cambios más complicados de vender a su electorado, escucharán al italiano o harán oídos sordos. Si no han comenzado este trabajo cuando estaban necesitados de fondos, parece complicado imaginar que vayan a hacerlo ahora, justo cuando les llega el oxígeno de la compra de deuda.