La situación de Grecia y su posible salida del euro vuelven a estar sobre la mesa apenas tres años después de su rescate soberano por parte de la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional). Su renovado salto al primer plano de la actualidad ha revivido el debate acerca del origen de su ruina económica y financiera entre quienes acusan a la austeridad pública de todos los males -Syriza y Podemos, entre otros- y quienes apuntan al insostenible crecimiento del gasto público gestado años atrás.
El economista Juan Ramón Rallo explica en detalle el particular desastre griego analizando la evolución de su gasto y deuda pública en dos recientes artículos (ver aquí y aquí), tumbando de paso algunos de los mitos más extendidos acerca de las causas de su quiebra, tales como el disparatado aumento de los intereses o el despilfarro en Defensa. Por el contrario, los datos demuestran que la tragedia griega se debe al brutal incremento del gasto público, especialmente en materia de políticas sociales, durante los años previos a la crisis y su financiación mediante la emisión de un volumen ingente de deuda.
"Grecia no quebró por la troika y Grecia no está financieramente contra las cuerdas por la troika. Grecia estaba financieramente contra las cuerdas por esto", señala Rallo.
"Si bien Alemania estabilizó el gasto real por habitante (esto es, descontando la inflación) entre 1996 y 2007, Grecia lo disparó más de un 60%, sufragando gran parte de esa brutal expansión del gasto público en la emisión de deuda", aclara.
"Desde 2010, los recortes en los desembolsos públicos han logrado corregir semejante megalomanía estatal y regresarla a una senda sostenible (de hecho, Grecia alcanzará superávit primario en 2014 y, si no nos mienten más en sus estadísticas, el déficit no superará el 3%); pero por desgracia todo apunta que los próximos gobiernos griegos (ya sean de la oligarquía oficialista de Nueva Democracia o del aspirante a nueva oligarquía de Syriza) tratarán de incrementar nuevamente el gasto público regresándolo a la senda de insostenibilidad", advierte.
Y lo relevante es que ese incremento del gasto público se debe, sobre todo, al crecimiento de las partidas destinadas a política social (educación, sanidad, prestaciones, etc.) no a Defensa u otras materias presupuestarias. En concreto, el gasto en Defensa del Gobierno griego representaba el 2,4% del PIB en 2012, un porcentaje prácticamente calcado al de 1996. En cambio, el gasto en educación, sanidad y política social se había disparado desde el 24,6% del PIB al 31,1% durante el mismo período.
Así pues, no sólo el grueso del gasto público griego se concentraba en gasto "social" sino que esa partida también es la que más rápidamente ha aumentado en términos relativos (peso sobre el PIB) desde 1996. De hecho, la partida que menos se ha reducido proporcionalmente en los últimos años ha sido, precisamente, la que más había crecido hasta 2009: el gasto social.
Ingente deuda pública
¿Y cómo financió ese gasto? Emitiendo deuda. Tal y como explica Rallo, "la hipertrofia del Estado griego durante los años de la burbuja tiene escaso parangón en Europa, especialmente si atendemos a cómo se financió: Grecia no sólo fue uno de los países que más incrementó su gasto público, sino el que más recurrió con mayor obsesión a la deuda pública para financiarlo (España también fue de los que más aumentaron su gasto público, pero lo financió con cargo a los ingresos tributarios insostenibles fruto de la burbuja de endeudamiento privado)".
"El volumen total de deuda pública griega se situaba, ya antes de la crisis, por encima del 250% de los ingresos públicos, frente al 150% que representaba en Alemania. Pero después de la crisis rebasó el 350% y llegó a superar el 400% en el año 2011 (nótese que el rescate y las medidas de "austeridad" se comienzan a imponer a Grecia en el año 2010, y en 2009 ya tenía un volumen de deuda pública completamente desbocado)", añade el economista.
Como consecuencia de este enorme volumen de deuda pública (y no como consecuencia del alto interés medio pagado), su factura anual de intereses superó, hasta el segundo rescate a Grecia, el 12% de los ingresos públicos (en 2011, antes del rescate alcanzó, el 17%), mientras que en Alemania la factura por el pago de intereses se ha mantenido estable en el 6% de todos los ingresos públicos.
Así pues, el problema no fue el tipo de interés medio que abona Grecia por su deuda pública, sino el altísimo volumen de esta deuda pública. Y es que, si se observa los intereses que paga el Estado griego en función de su volumen total de deuda, "descubriremos que desde 2006 no ha habido ningún año en el que Grecia haya pagado por su deuda más de un 4,5% de intereses, lo que difícilmente podremos calificar como usura (sobre todo teniendo en cuenta que la inflación media desde 2006 ha sido en Grecia del 2%, de modo que el Estado griego no ha pagado nunca desde ese año tipos de interés reales superiores al 2,5%)", indica Rallo.
De hecho, en 2013, "Grecia pagó sobre su deuda pública unos tipos de interés nominales inferiores a los de Alemania" -el 2,28% frente al 2,62% de sus vecinos del norte-.
En concreto, fue el cuarto país de la Eurozona que abonó menores intereses sobre su deuda pública, gracias a las ventajosas condiciones financieras otorgadas por el rescate de la troika y la reestructuración de deuda aplicada a sus acreedores privados.
Grecia no aprende la lección
Por ello, Rallo concluye que "la responsabilidad de la situación financiera griega les corresponde a quienes gestaron su elevadísimo volumen de deuda. Es decir, a los políticos griegos y a todos aquellos que aplaudían con las orejas las políticas de endeudamiento público (antes y después de la crisis). El grueso de la deuda pública griega se emitió antes de que Grecia fuera rescatada por la Troika. En concreto, el 90% de la deuda pública griega del año 2010 había sido emitida antes de 2010".
Y, aunque su volumen de ingresos públicos se hubiera mantenido intacto en los niveles registrados en 2007, antes de la crisis, el peso de su deuda pública en 2011 habría sido equivalente al 391% de los ingresos -frente al 403% que realmente fue- y el pago de intereses habría ascendido al 15,8% de dichos ingresos -frente al 17,1%-. Es decir, su deuda habría sido igualmente insostenible.
"A la luz de esta hipertrofia estatal, era obvio que al Gobierno griego no le quedaba otro remedio que recortar muy intensamente el gasto público para acaso aspirar a sobrevivir financieramente", indica Rallo. Sin embargo, "lejos de aprender la lección, han conseguido endosar las culpas del desastre que ellos engendraron a la Troika: la solución a sus problemas, nos dicen ahora, no es la austeridad de la Troika, sino volver a incrementar masivamente el gasto público. Es obvio, pues, que no han entendido nada y que están deseosos por volver a las andadas", concluye.