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EDITORIAL

¿"Podemos" seguir la caótica senda griega?

La euforia de Pablo Iglesias ante lo que está pasando en Grecia es tan comprensible como el pánico que suscita entre los inversores

Grecia volverá a las urnas el próximo 25 de enero. El primer ministro heleno, Antonis Samaras, ha convocado elecciones anticipadas tras no salir elegido este lunes el candidato a la Presidencia, Stavros Dimas, en la tercera y decisiva votación parlamentaria. Es completamente lógico que, ante esta situación de incertidumbre, el FMI haya anunciado que las negociaciones con las autoridades griegas sobre el nuevo paquete de ayudas al país heleno no se reanudarán hasta la formación del nuevo gobierno; más aun si tenemos en cuenta que todas las encuestas pronostican un claro triunfo de SYRIZA, un partido populista de extrema izquierda, muy similar a la formación política que en España lidera Pablo Iglesias.

Es cierto que la clase política gobernante en Grecia no se ha caracterizado, precisamente, por cumplir los compromisos de austeridad y de adelgazamiento de su sobredimensionado sector público, tal y como acreditan sus incesantes déficits y endeudamiento públicos. Pero es evidente que Grecia no va resolver este problema con una formación como SYRIZA, que, directa y abiertamente, rechaza toda reforma liberalizadora de la economía y todo compromiso en pro de la estabilidad presupuestaria. Sus demagógicas propuestas de incrementar el salario mínimo a niveles anteriores a la crisis, paralizar las privatizaciones o, sobretodo, "restructurar la deuda" –eufemismo para exigir nuevas quitas-, suponen un cóctel explosivo que ya ha espantado a los inversores y ha hecho perder a la bolsa de Atenas un 20% de su valor en las últimas semanas.

Es posible que Grecia ya no pueda hacer frente a una deuda que casi duplica su producto interior bruto. Pero, en ese caso, lo delirante es pensar que abortando las tímidas reformas emprendidas y llevando a cabo un mayor gasto y endeudamiento público encontrará este pais o cualquier otro la senda de su recuperación. Y eso es, precisamente, lo que propone SYRIZA, formación que, al igual que Podemos, se muestra esquizofrenica respecto de la deuda: Por un lado, es incapaz de plantear una política que no exija un mayor endeudamiento público; pero, al mismo tiempo, repudia los compromisos que pueden dar confianza a sus presentes y, sobretodo, futuros acreedores.

La euforia de Pablo Iglesias ante la posibilidad de que SYRIZA alcance el poder en Grceia, es tan comprensible como el hecho de que el parqué de Atenas se haya desplomado, en su sólo día, un 11%, o que la prima de riesgo griega haya rozado los 900 puntos básicos o que el bono a 10 años haya alcanzado el 9,4 por ciento. No menos comprensible es que la debacle helena haya arrastrado a las bolsas europeas al rojo durante toda la sesión.

España puede verse especialmente afectada, no sólo porque en nuestro país también haya un partido en alza tan irresponsable y demagógico como Podemos, sino porque nuestro gobierno también se ha dormido en los laureles a la hora de llevar a cabo las reformas estructurales prometidas y porque, en nombre de una no menos falsa austeridad, se ha dedicado, en realidad, a mantener intacto un sector público absolutamente sobredimensionado a costa de una mayor presión fiscal y un mayor endeudamiento público. Hace escasas semanas, expertos tanto de la Comisión Europea como del BCE, advertían de que las optimistas previsiones de crecimiento de nuestro gobierno dependían excesivamente de la buena marcha de la economía en el exterior, mientras muchas reformas en el interior han quedado incompletas. Esa fragilidad en las bases de nuestro crecimiento es la que puede ponerse aun más al descubierto si se confirman los peores temores respecto de la llegada al poder en Grecia de la extrema izquierda.

No hay límites para el deterioro: De los polvos de la falsa austeridad, del falso reformismo y del falso regeneracionismo pueden venir los lodos del populismo totalitario. Y eso puede pasar tanto en Grecia, como en España.

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