Marc Márquez se ha convertido en el último deportista de élite que establece su residencia en Andorra. Por supuesto, no lo hace porque el precioso país de los Pirineos sea realmente encantador –que lo es–, ni porque le gusten los deportes de invierno, y supongo que menos aún por las tiendas andorranas, que claramente no son lo que eran.
Lo hace por una razón tan legítima como las anteriores y, según mi punto de vista, notablemente más importante: pagar menos impuestos.
Sin embargo, en el mismo momento en el que ha anunciado su decisión surge un violento coro de acusadores que lo más bonito que le llaman es traidor y relacionan el patriotismo con los impuestos, una comparación que cuanto más la miro más sorprendente la veo.
El principal problema de esa idea tan estúpida es que si eso fuese cierto no habría un puñetero patriota en España: no conozco a nadie que si puede pagar menos impuestos pague más y, sobre todo, no he visto en toda mi vida que alguien se vaya a la delegación de Hacienda más próxima a pedir que le suban el IRPF para colaborar con la patria. Ni siquiera en estos tiempos de déficit y recortes se ha dado, hasta donde yo sé, ese comportamiento que habría sido tan patriótico.
Por otra parte, pensar que el patriotismo sólo se articula a través de lo que el Estado nos saquea cada mes en la nómina y cada día en la compra me parece muy banal. ¿No hay otra forma de ser patriota que dejarse expoliar? Oiga, pues si es así, a mí que me borren.
Pero incluso si fuera así, si no hubiese otra forma de ser patriota que pagar impuestos, hasta desde Andorra Márquez sería más patriota que el 99,9% de nosotros: en sólo uno de los últimos años el campeón del mundo ha pagado más impuestos de los que la mayoría de nosotros pagará en toda la vida; pero es que incluso a partir de ahora sólo en IVA y en impuesto de la gasolina es probable que siga pagando mucho más que todos los que lo ponen a caldo.
Y encima lo hace dedicándose a una profesión en la que cualquier fin de semana puede matarse o quedarse paralítico –y, por tanto, dejar de ganar dinero– y en la que, en el mejor de los casos, tendrá que retirarse dentro de una docena de años, como mucho. Márquez sería todo un patriota, en suma, si se tratase de eso.
Por otro lado, tengo un descorazonador mensaje para aquellos que piensan que la objeción fiscal de Márquez y otros como él hace que los demás paguemos más impuestos: desengáñense, la voracidad fiscal de nuestro Estado no depende de lo que paguen otros, porque a todos nos sacan todo lo que pueden.
Por último, todo esto tiene una solución muy sencilla: si no queremos que los deportistas como Márquez se vayan a Andorra o Suiza, dejemos de expropiarles una parte brutal del rendimiento de su trabajo. De hecho, ya puestos, que dejen de expropiárnoslo también a nosotros, simples mortales que ganando cuatro perras trabajamos más de medio año para papá Estado.