El servicio de estudios de BBVA ha sido la última entidad en recomendar al Gobierno una nueva reforma laboral con el objetivo de reducir de forma más rápida e intensa la elevada tasa de paro que sigue soportando España, próxima al 24%.
En concreto, el servicio de análisis del banco apuesta por reducir los tipos de contrato e implantar la denominada mochila austríaca, por la cual los trabajadores crean una cuenta de ahorro individual de la que pueden disponer en caso de despido. Pero no es el único organismo que ha lanzado propuestas similares.
El Círculo de Empresarios pide eliminar el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) para los trabajadores menos cualificados y reducir la brecha del coste del despido entre los trabajos temporales y los indefinidos hasta los 18 días por año, en línea con otros países de la UE, entre otras medidas. De hecho, hasta el propio Banco de España plantea la posibilidad de contratar por debajo del SMI para evitar que el paro de larga duración se haga "crónico".
En general, unos y otros, aparte del Fondo Monetario Internacional (FMI), la Comisión Europea (CE) o la OCDE, insisten en la necesidad de impulsar una nueva reforma para flexibilizar más el mercado de trabajo.
El Gobierno del PP, sin embargo, se resiste a cambiar el modelo garantista que opera en España desde hace décadas, mientras que la oposición y los sindicatos critican duramente este tipo de recomendaciones por dañar los "derechos" de los trabajadores y reducir la "protección social".
¿Quién tiene razón?
La cuestión es que dichas reticencias no se sustentan en hechos objetivos. Más bien sucede todo lo contrario. Los datos reflejan que los países con mayor flexibilidad laboral disfrutan de tasas de paro mucho más bajas y sueldos más altos que los que se caracterizan por la rigidez regulatoria y la elevada protección social.
Dos indicadores polémicos bastan para demostrarlo: los trabajadores viven mucho mejor en las economías que carecen de salario mínimo y de indemnizaciones directas de despido, ya que cobran más y gozan de un desempleo más reducido, a diferencia de los países que apuestan por el modelo contrario, como es el caso de España.
En Europa existe un total de nueve países que carecen de SMI y en donde el coste directo del despido es cero: Suiza, Noruega, Islandia, Austria, Dinamarca, Suecia, Finlandia, Italia y Chipre. Estos mismos países son, precisamente, los que registran el paro más bajo y sueldo medio más alto del continente.
En Suiza, el paro es del 3,1% y el sueldo medio roza los 72.000 euros brutos al año; en Noruega, 3,7% y algo más de 67.000 euros; en Islandia, 4,8% y 38.128 euros; en Austria, 5,1% y 41.700 euros; en Dinamarca, 6,6% y 53.000 euros; en Suecia, 7,7% y 45.300 euros; y en Finlandia, 8,7% y 42.500 euros.
La excepción de este particular grupo es Italia (12,6% y 29.700 euros) y Chipre (15,1% y 22.337 euros), fuertemente golpeados por la crisis. En el caso de Chipre, cabe recordar que el país ha sido rescatado de la quiebra tras el colapso de su sistema finenciero. Además, el ejemplo de Italia es engañoso, puesto que, si bien sobre el papel carece de indemnizaciones por despido, lo cierto es que la ley ofrece a los trabajadores en empresas de más de 15 empleados la posibilidad de obtener indemnización o recuperar su empleo en los tribunales en caso de despido improcedente.
Pese a ello, ambos países tienen una tasa de paro muy inferior a España (24%) y Grecia (25,9%), líderes absolutos de Europa en materia de desempleo y, casualmente, con los costes de despido más caros de la toda la UE.
Las economías sin salario mínimo ni indemnización por despido disfrutan de una tasa media de paro del 7,5% y un sueldo bruto de 45.720 euros al año. Por otro lado, aquí cabría añadir otros cinco países que, o bien carecen de SMI, como Alemania (paro del 5% y sueldo de 45.170 euros), o bien carecen de costes de despido, como es el caso de Bélgica (8,5% y sueldo de 46.800 euros), Malta (5,8% y 20.450 euros), Holanda (6,5% y 48.000 euros) y Rumanía (6,9% y casi 6.000 euros al año).
Por el contrario, el resto de países europeos combinan, simultáneamente, salario mínimo y costes de despido. En este caso, la tasa media de paro asciende al 11,7% y el sueldo bruto a 19.252 euros al año. Es decir, en las economías con salario mínimo e indemnización directa por despido la tasa de paro es, de media, un 56% superior a los que carecen de ambos factores, mientras que los trabajadores cobran, de media, un 58% menos.
Dentro de este grupo destacan, especialmente, Grecia y España, líderes absolutos en desempleo, con un 25,9% y un 24%, respectivamente. En ambos casos, la indemnización por despido se sitúa entre las más altas de Europa, con un promedio de 15 semanas de salario, mientras que el salario mínimo es 684 y 753 euros al mes -dividido en doce pagas-, equivalente al 47% del sueldo medio en Portugal (17.335 euros brutos al año) y al 35% en el caso de España (26.027 euros).
Asimismo, cabe señalar el caso de Luxemburgo, con un paro del 6,1% y un sueldo medio de 52.902 euros brutos, Reino Unido (6% y 41.858 euros) e Irlanda (11,2% y 32.281 euros), ya que disfrutan de un desempleo bajo y sueldos altos, a pesar de que también existe SMI y costes de despido. Sin embargo, la clave aquí radica en que la indemnización promedio en estos tres países es muy inferior, oscilando entre las 3 semanas de Reino Unido y las 8,2 de Irlanda.
Los datos, por tanto, arrojan dos conclusiones claras. Los países con un mercado laboral más flexible, sin la fijación de salario mínimo ni costes directos de despido, registran los índices de desempleo más bajos y los sueldos más altos de Europa.
Los modelos más garantistas y protectores, por el contrario, con elevada rigidez laboral, salario mínimo y, sobre todo, altos costes de despido, lejos de favorecer a los trabajadores, sufren tasas de paro más altas, llegando incluso a liderar el desempleo de la UE, y, en general, sueldos inferiores a las economías del primer grupo.
Es decir, la libertad en materia laboral beneficia a los trabajadores, mientras que un alto grado de intervencionismo estatal se traduce en condiciones más desfavorables.