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Construir el Muro: ¿la única medida económica 'sensata' del comunismo?

Las regiones del Oeste siguen siendo más ricas que las del Este. La diferencia es menor, 25 años después, pero la huella del Telón de Acero permanece.

Las regiones del Oeste siguen siendo más ricas que las del Este. La diferencia es menor, 25 años después, pero la huella del Telón de Acero permanece.
Miles de globos iluminan el recorrido del antiguo Muro de Berlín | Efe

El 12 de agosto de 1961, el Consejo de Ministros de la RDA anunciaba medidas "para poner fin a las actividades hostiles de revanchismo y militarismo de Alemania Occidental y Berlín Occidental. Se instalarán en la República Democrática Alemana, incluida la frontera con los sectores de ocupación occidentales de Berlín, controles fronterizos, tal y como es habitual en cualquier Estado soberano". Esa misma noche, comenzaba la construcción del Muro de Berlín.

A pesar de los intentos de la propaganda soviética, que aseguraba que el Muro era una medida defensiva ante los actos de sabotaje occidentales, ningún acto ejemplificó de forma tan evidente el hundimiento del sistema que controlaba la mitad de Europa. Como explicaba Jean-François Revel, "lo que marca el fracaso del comunismo no es la caída del Muro de Berlín en 1989, sino su construcción en 1961".

Lo cierto es que, al menos desde la lógica de los dictadores que sometían a los alemanes del Este, probablemente no había otra solución mejor. En la década previa a la construcción del Muro, casi tres millones de habitantes habían abandonado el paraíso comunista para lanzarse en brazos de la decadente sociedad occidental.

En ningún lugar eran tan evidentes las mentiras de la propaganda bolchevique como en la capital alemana, donde las diferencias en el nivel de vida entre los sectores orientales y occidentales aumentaban cada año. Los alemanes del Oeste arrasaban en los mercados del Este, gracias a sus elevados sueldos y a los precios máximos fijados por el Partido en un vano intento de controlar la economía.

Del mismo modo, sus vecinos orientales se aprovisionaban en el Oeste (cuando ahorraban lo suficiente, una tarea complicada con sus salarios oficiales) de los bienes que tenían prohibidos en sus barrios. Y al mismo tiempo florecía el mercado negro, impulsado por las diferencias salariales y las prohibiciones.

Por eso, en el Gobierno comunista alguien debió pensar que había que frenar esa sangría. Y optaron por una opción bastante lógica teniendo en cuenta los fines que perseguían: controlar de cerca a sus ciudadanos, impedir su fuga y evitar en lo posible que conocieran cómo se vivía en el mundo libre.

Rápido de levantar, barato de mantener, sencillo de vigilar... la Alemania del Este fue un desastre económico en toda regla, pero construir el Muro era seguramente la única posibilidad de mantener vivo un sistema podrido. Desde el punto de vista de costes y beneficios, puede que ésta fuera la única medida sensata que el Gobierno de la RDA tomó en sus cuatro décadas de historia. Sensata para ellos, porque para sus ciudadanos fue un absoluto desastre. Pero a los dirigentes comunistas, durante 28 años, les funcionó.

Las dos Alemanias

Como apunta este artículo de The Boston Globe, el Muro de Berlín, además de una tragedia para los que quedaron atrapados en él, puede considerarse la base de un enorme experimento sociológico. Tenemos dos grupos de población con iguales características culturales y sociales. De un día para otro, los dividimos a través de una frontera más o menos arbitraria. Es la muestra perfecta para analizar cómo reaccionan los seres humanos ante diferentes incentivos.

Y se pueden sacar muchas conclusiones económicas, pero no sólo. Por ejemplo, de acuerdo a un estudio realizado en 1997, los habitantes del Este tendían a delegar en el Estado muchas responsabilidades que sus vecinos del Oeste creían que debían depender de cada individuo. No sólo eso, los que sufrieron la tiranía comunista pensaban que la suerte y el nacimiento eran mucho más importantes en el destino de una persona que sus propias acciones. Del mismo modo, los antiguos ciudadanos de la RDA declaraban una confianza mucho menor en otras personas que sus compatriotas occidentales. Y es que vivir 40 años bajo la vigilancia de la Stasi debe marcar a cualquiera.

Pero claro, las diferencias más evidentes eran las económicas. Por ejemplo, en el momento de la reunificación, el PIB per cápita en el Este era de apenas 9.400 euros (a precios de 1989), mientras que en el Oeste superaba los 22.000 euros. En todos los indicadores, el margen era abismal. Prácticamente no hay ninguna ratio en la que la RDA llegase a la mitad de la RFA. Y apenas habían pasado cuatro décadas de separación y 28 años del Muro.

Así, si damos al ciudadano medio occidental un valor de 100, el consumo per cápita en el Este era de 43 y su productividad de 44. Una ruina en toda regla, separada apenas unos metros de una de las sociedades más ricas del mundo.

Habría que haber visto las caras de los berlineses que cruzasen el Muro para visitar a sus familiares en aquellos días de noviembre de 1989: sólo el 1,1% de los hogares del Este tenía lavavajillas, el 5% microondas y apenas el 17,6% teléfono. Está claro que estos aparatos no eran tan frecuentes hace 25 años como ahora, pero mientras a un lado de la frontera eran relativamente habituales, al otro eran un lujo.

Veinticinco años después

En 2014, tras un cuarto de siglo de capitalismo, las cosas se ven de forma diferente. De hecho, mientras el 75% de los habitantes del Este creen que la reunificación ha sido un éxito, apenas la mitad de los del Oeste piensan lo mismo, quizás porque sienten que el peso ha recaído sobre sus carteras.

En cualquier caso, comienza a haber signos esperanzadores. Por ejemplo, según los datos del Gobierno alemán, 2013 fue el primer año en el que no hubo un éxodo masivo de los landers de la antigua RDA a los de la RFA: el saldo neto negativo fue de apenas 2.000 personas, por las 60.000 de media que cambiaban de bando entre 2000 y 2005.

Sigue habiendo enormes diferencias, aunque poco a poco se van reduciendo. Así, la renta per cápita del Este (que hemos visto que era menos de la mitad que la del Oeste en 1990) se ha acercado ligeramente: 23.700 frente a 33.400 euros, un 30% más para los occidentales. Es algo lógico si tenemos en cuenta que no había ninguna diferencia fundamental entre unos y otros alemanes. En el momento en el que se ha dejado al mercado funcionar, los vecinos del Este poco a poco han ido reduciendo las distancias.

Según el análisis hecho en el año 2001 por Michael Burda (Universidad de Berlín) y Jennifer Hunt (Universidad de Montreal), la reunificación trajo consigo el previsible colapso del Este. Enfrentadas a una economía mucho más productiva, sus empresas e industrias estatales se hundieron: entre 1989 y 1992, su PIB cayó un 30%, su producción industrial un 60% y el empleo un 35%.

Sólo las transferencias Oeste-Este mantuvieron el edificio en pie. Luego, las cosas mejoraron. Así, la diferencia en productividad, pasó de 35-100 en 1991 a 69-100 en el año 2000: todavía un 31% inferior, pero ya en un nivel razonable y que permite competir a las empresas orientales gracias a sus costes salariales más reducidos.

Eso sí, como puede verse en la siguiente tabla y en los tres mapas regionales que la acompañan, las diferencias entre el Este y el Oeste siguen presentes.

Población Alemania 1990-2013

La población en los cinco landers orientales ha pasado de algo más de 15 millones en 1990 a menos de 13 millones en 2013. Mientras, las demás regiones veían incrementarse su número de habitantes en más de cinco millones: de 60,5 a 65,7 millones. Cuando se lo han permitido, los alemanes del Este también han votado con los pies.

PIB per cápita Alemania 2011

En 2011, según los datos regionales de Eurostat, la riqueza media en Alemania era de 31.900 euros por habitante. Pero ninguna región del Este pasaba de los 23.200 euros. Enfrente, la región más pobre del Oeste (Schleswig-Holstein) tenía unos ingresos de 26.800 euros per cápita y Baviera, Hessen o Baden-Wurttemberg superaban los 35.000 euros.

PIB per cápita en 2011 (UE 28 = 100)

Y es que, aunque resulte sorprendente, todas las regiones del Este de Alemania siguen estando por debajo de la media de la UE, como puede verse en el anterior mapa. Desde España, se ve al país germano como la locomotora de Europa. Pero cuidado, si sólo analizáramos los landers orientales hablaríamos de un país necesitado de ayudas.

Tasa de paro 2013

De hecho, ni siquiera su ventaja en costes laborales ha permitido al Este cerrar la brecha en el mercado de trabajo. Todos los landers orientales tienen una tasa de paro superior a la media alemana. Alguno, incluso supera el 10%, mientras hay regiones en el Oeste con pleno empleo técnico y tasas de desempleo por debajo del 4%.

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