El líder socialista Pedro Sánchez declaró:
Reivindico el espacio propio del socialismo que es la igualdad, porque el principal desafío de la sociedad es luchar contra la desigualdad, porque el 27% de los niños sufre pobreza infantil, y reivindico un nuevo derecho, el de la garantía alimentaria, y creo que las comunidades autónomas, sobre todo las de derechas, que se están negando a ello, deben garantizar tres comidas al día, como hace la Junta de Andalucía.
Es difícil no caer en el desasosiego ante semejante colección de proclamas colectivistas. El espacio propio del socialismo no es la igualdad compatible con la libertad, la igualdad ante la ley, sino la igualdad contradictoria con la libertad, es decir, la igualdad mediante la ley, la igualdad que exige que el Estado sea cada vez más grande, intrusivo, arbitrario y desigual en el trato a sus súbditos.
La sociedad moderna, al revés que la tribu, no tiene desafíos, porque no actúa. Las personas los tienen, porque ellas sí actúan. La desigualdad, por tanto, no constituye ningún desafío, porque las personas no sólo no luchan contra la desigualdad sino que en cierto sentido puede decirse que luchan en favor de ella, porque todas las personas desean mejorar su propia condición, mientras que no todas lo logran en la misma medida.
El desatino adicional del señor Sánchez es identificar desigualdad y pobreza, que son claramente diferentes, y recurrir al viejo truco de agitar cifras y niños, como si fuera patente que la política tiene que hacer algo para resolver la pobreza infantil, cuando hacer algo en el lenguaje político jamás significa disminuir el autoritarismo y el quebrantamiento de los derechos de los pobres, que son, en España y en todo el mundo, las principales causas de la pobreza. Desde ya podemos desconfiar en que don Pedro piense que la política ha dificultado la superación de la pobreza con sus intervenciones e impuestos.
Esa parte crucial de la coerción política es ignorada olímpicamente cuando el señor Sánchez se pone aún más estupendo con eso de"reivindicar un nuevo derecho", que, como siempre, es una violación de los derechos de los demás, porque es imposible que él piense garantizar alimentos con su propio dinero. Al contrario, cree que es bueno que las autoridades benéficas (mejor de izquierdas, claro) arrebaten los bienes de los ciudadanos para concederles graciosamente derechos y garantías de toda suerte, en especial en Andalucía, que tras tres décadas de socialismo ha alcanzado grandes cotas en términos de prosperidad, empleo y honradez. No sé si está claro.
Con este esquema intelectual, no podemos abrigar muchas esperanzas de que nuestros bienes, derechos y libertades no vayan a sufrir si alguna vez don Pedro llega a la Moncloa.
Esto dicho, procedamos a consolarnos. Los mismos disparates intervencionistas de Pedro Sánchez han sido pronunciados y subrayados por los demás políticos de todos los demás partidos.
Y además, por ceñirnos sólo al suyo, sólo al PSOE, los críticos de Sánchez podrían recordar lo que dijo en su día uno de sus adversarios, don José Antonio Pérez Tapias, decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada:
Fue desigual la batalla [del socialismo] contra ese ejército neoliberal que le comió el terreno cuando quiso ganar la guerra contra el azote de la crisis económica. Como banderas deshilachadas se vieron destrozadas las enseñas socialistas en torno a la igualdad y las políticas sociales. La cabalgada neoliberal supuso desde tiempo atrás el arrasamiento de lo público y que apenas creciera la hierba de la igualdad allí donde desconsideradas pezuñas pisaban fuerte sobre la sanidad pública o una educación para todas y todos.
Esta explosión de demagogia es incluso peor que lo de Sánchez, además de ser más cursi y arrogante, como suele suceder en mi gremio de los catedráticos. Es un enorme disparate, porque cualquiera que se moleste en ver lo que pasó en realidad sabe que todos los gobiernos del mundo se negaron a aceptar la responsabilidad de su propio intervencionismo en la crisis y acometieron políticas aún más intervencionistas, precisamente para defender "lo público", que no solamente no ha sido arrasado sino que su peso es mayor que nunca. Lo saben "todas y todos" que pagan cada vez más impuestos y padecen cada vez más multas, controles, prohibiciones, etc.
En fin, un consuelo adicional: al menos Pedro Sánchez no ha caído, que yo sepa, en la idea de resolver la falta de crédito con la increíble recomendación de…"apuéstese por una banca pública".