Amor. Felicidad. Un hogar. Compartir una vida. Un famoso anuncio dice que hay cosas que el dinero no puede comprar... aunque siempre habrá algún cínico que diga que una cartera bien surtida es una ayuda.
La verdad es que pocos de los que se acerquen estos días a una iglesia o al Registro Civil a darse el "Sí, quiero", reconocerían que su respuesta está condicionada por su situación económica. Y probablemente sean sinceros. Casi nadie se casa por dinero (y el que lo hace, no lo dice). Pero la pregunta quizás sería otra. La cuestión es si el dinero es una condición necesaria o suficiente. Y todavía más: ¿es casarse, más allá de la eterna duda sentimental, una buena decisión económica?
En EEUU llevan unos días revueltos con este tema. Hace unas semanas, el Pew Center, uno de los centros de estudios más importante del país, presentaba su informe sobre el matrimonio, con datos sobre el porcentaje récord de americanos adultos que nunca se han casado.
Desde su publicación, ha acaparado la atención de los medios estadounidenses, que se preguntan qué consecuencias tendrá este cambio social, las razones del mismo y las implicaciones para los afectados.
Las cifras
Lo cierto es que las cifras llaman la atención. Según el informe del Pew Center, entre los mayores de 25 años, el 23% de los hombres norteamericanos y el 17% de las mujeres nunca han estado casados. En 1960 los porcentajes eran del 10 y el 8% respectivamente.
No sólo eso, entre los que alguna vez han estado casados se dispara el número de los que ya no están en esa situación. En 1960, el 21% de las norteamericanas y el 9% de los norteamericanos eran viudos, divorciados o separados. Hoy las cifras son del 29% para ellas y el 17% para ellos. Con un añadido: hace medio siglo la mayoría había dejado el matrimonio por obligación (su cónyuge había fallecido), mientras que ahora un porcentaje muy elevado ha vuelto a la soltería por elección (separación o divorcio).
Es cierto que la reducción en el número de adultos que se han casado alguna vez en su vida se debe en parte al retraso en la edad del primer matrimonio. Así, entre los hombres de EEUU, el momento de dejar la soltería ha pasado de los 23 años de media a los 29 y entre las mujeres de 20 a 27. De hecho, alrededor de un cuarto de los jóvenes adultos solteros cohabita con sus parejas, aunque aparecen en las estadísticas como no casados.
Pero el incremento en el número de los que nunca se han casado no se debe sólo a que los novios de ahora sean más viejos. La realidad es que cada vez hay más norteamericanos que se quedan solteros para siempre. Nadie puede anticipar el futuro, pero según las estimaciones del Pew Center, hasta un 25% de los solteros de entre 25 y 34 años llegará a los 55 años sin haberse casado nunca. En 1960, la cifra era del 5%. O lo que es lo mismo, mientras que hace medio siglo el 95% de la población se casaba, antes o después, un cuarto de los nacidos alrededor de los 90 nunca lo hará.
¿Y en España?
En nuestro país, todo apunta a que recorremos un camino parecido, algo por otro lado normal en las sociedades occidentales. Sólo en la última década, según los indicadores demográficos básicos del INE, el número de matrimonios ha caído de los 216.149 de 2004 a los apenas 155.098 del pasado año. Por comparar, en 1975, con diez millones menos de habitantes, superaban los 270.000. No es extraño que la tasa de nupcialidad (matrimonios por mil habitantes) haya pasado de 7,2 a 3,3 en apenas cuarenta años.
Además, los españoles que se casan lo hacen cada vez más tarde. En 1975, el momento de pasar por la vicaría por primera vez llegaba a los 27 años para los novios y a los 24 años para las novias. Ahora la cifra se ha disparado hasta los 37 y los 34 años. Es cierto que las medias están un poco movidas al alza porque hay más matrimonios de solterones a una edad elevada. Pero aún así, hay muchos más novios entre los 35 y los 40 que entre los 25 y los 30. Entre las mujeres, sigue habiendo muchas que se casan en el final de su veintena. Pero las menores de 25 años, que antes eran casi la norma, ya son la excepción.
Todo esto tiene importantes implicaciones sociales. Por ejemplo, el 39% de los niños nacidos en España en 2013 tenían una madre no casada (una cifra muy similar tanto para madres españoles como extranjeras). En 2002, hace poco más de una década, ese porcentaje era de apenas el 21%.
La economía del matrimonio
Con todos estos datos encima de la mesa, volvemos al comienzo del artículo. Más allá de la situación personal de cada uno o incluso de sus consideraciones ideológicas, ¿tiene sentido el matrimonio desde el punto de vista económico? Y aquí hay numerosos apuntes que son, cuando menos, curiosos.
Por ejemplo, el descenso en la predisposición a formar una familia formal no ha sido igual en todas las clases sociales. En EEUU, a más nivel cultural y más ingresos, más posibilidades hay de que una persona acabe casándose, justo lo contrario de lo que ocurría en los años 60. En aquella década, el 13% de los licenciados universitarios y el 31% de las universitarias mayores de 25 años nunca se habían casado.
Eran cifras más elevadas que las que había para las personas con menos formación. O lo que es lo mismo: los matrimonios eran más habituales en el caso de los no universitarios, especialmente en el caso de las mujeres (31% de soltería entre universitarias frente a sólo el 7% entre las que sólo tenían educación secundaria o inferior).
Hoy en día la situación es casi opuesta: sólo el 14% de los licenciados universitarios varones mayores de 25 años no se ha casado nunca, mientras que ese porcentaje sube al 25% para los hombres que se quedaron en el instituto. Y entre las mujeres, aunque no hay una diferencia tan marcada, también se observa una tendencia similar: aquellas con formación superior cada día se casan más, mientras que aquellas sin titulación universitaria tienen más opciones de mantenerse como solteras.
También hay diferencias entre las razas. Por ejemplo, sólo el 16% de los blancos mayores de 25 años no se ha casado nunca (y la mayoría porque retrasan el matrimonio). Entre los negros, este porcentaje se dispara hasta el 36%, cuando en 1960 las cifras entre una y otra raza eran muy similares, por debajo del 10%.
Además, numerosos estudios reflejan una correlación entre matrimonio e ingresos. Las parejas casadas tienden a ganar más y sus hijos tienen mejores resultados en la escuela y en métricas como su posibilidad de terminar en prisión o sus ganancias previstas. La pregunta sería si esto se debe al matrimonio (es decir, si la institución es buena per se) o más bien es un reflejo de una realidad social: como los ricos se casan más a menudo, es lógico que a los hijos de los matrimonios les vaya mejor; la razón del peor desempeño de los hijos de madres solteras sería la pobreza, no el estado civil de los progenitores.
También cabría preguntarse si otro tipo de relaciones estables pueden equipararse al matrimonio. Y la respuesta es que en algunos países sí se ha iniciado ese camino. Por ejemplo, un análisis de The Economist sobre esta cuestión a principios de 2013, destacaba que el problema es que en EEUU "no se ven los mismos patrones de relaciones estables duraderas al margen del matrimonio como en Escandinavia, Francia o Reino Unido... en EEUU, el matrimonio es nuestra forma de hacer familias estables".
En este sentido, aquí hay un problema estadístico: no es lo mismo un hijo de una pareja de hecho estable de clase media/alta que no se quiere casar por convencimiento personal, que el hijo de una madre soltera de clase baja abandonada por su pareja. El problema es que en los informes los dos aparecerán como "hijos de madre no casada".
En cualquier caso, el alto porcentaje de niños nacidos fuera del matrimonio en EEUU (un 35% en 2011) preocupa a muchos analistas, a izquierda y derecha del espectro político, porque en muchos casos esta situación acaba en marginalidad o falta de oportunidades. En el 71% de las familias pobres, los padres no están casados.
Así, un libro de Isabel Sawhill para la Brookings Institution reseñado en The Economist hace unas semanas refleja los problemas asociados a esta tendencia. Según sus datos, "aunque la mitad de las madres solteras aún vive con el padre cuando el niño nace (y otro tercio mantiene una relación sentimental) sólo un tercio de estas parejas sigue unida cuando el niño cumple los cinco años; mientras tanto, el 80% de los matrimonios sigue unido en ese punto".
Del mismo modo, "un niño nacido en el quintil inferior de los hogares por ingresos (el 20% de las familias con menos renta) tiene un 83% de posibilidades de salir de ese grupo si sus padres están casados, pero sólo un 50% si no lo están".
¿Un buen negocio?
La siguiente pregunta sería si las bodas afectan al futuro económico de los cónyuges, no sólo al de sus hijos. De nuevo, el Pew Center puede servir de apoyo, con su estudio sobre la economía del matrimonio publicado en 2010.
Según sus resultados para EEUU, en 2007, "los ingresos medios de los hombres casados, las mujeres casadas y las mujeres no casadas han subido alrededor del 60% respecto a los de 1970. Sin embargo, para los hombres no casados, los ingresos sólo han subido un 16%". Evidentemente, esta mejoría tiene mucho que ver con el acceso de las mujeres al mercado laboral, algo que les ha beneficiado a ellas tanto como a sus cónyuges.
En este sentido, los hombres casados lo han hecho mejor en las últimas cuatro décadas que los solteros en todos los niveles educativos, incluso para los mejor formados. Así, los varones casados y con una titulación universitaria superior han visto cómo sus ingresos subían un 56%, por apenas un 15% para los solteros con esa misma titulación universitaria. Esto querría decir que a los varones estadounidenses cada vez les sale más rentable (si es que se puede decir así) formar una familia.
Lo interesante será saber si también las mujeres salen ganando. Esto no está tan claro. Ya hemos visto que las solteras norteamericanas también han visto dispararse sus ingresos en las últimas décadas (o lo que es lo mismo, a ellas casarse no les ha aportado tanto, al menos en la comparación con los años 70). De hecho, en EEUU, sólo un grupo de los adultos casados lo ha hecho peor que sus equivalentes solteros.
Son las mujeres sin titulación superior casadas con hombres sin titulación, que han visto caer sus ingresos en un 2%. Mientras, las solteras sin titulación superior veían un 9% de incremento en sus ganancias. No es un tema baladí. Quizás en este hecho haya que encontrar una explicación a la reducción de los matrimonios en este grupo de población.