Este sábado por la noche Pablo Iglesias acudió a La Sexta Noche. En un momento del debate (a partir del minuto 1:32:35), el periodista Eduardo Inda le interpeló sobre la viabilidad de su propuesta estrella, la renta básica universal, en tanto en cuanto los propios economistas de Podemos estiman su coste en el 15% del PIB; coste que aumentaría hasta el 20% si se pretende otorgar a cada ciudadano una remuneración que cubra el umbral de la pobreza.
Pablo Iglesias consiguió escaquearse del fuego de preguntas comprometidas negando la mayor: el derecho a la renta básica sí es universal, dijo, pero la percepción de la renta básica no. Dicho de otro modo: no todos los españoles cobrarán una renta básica, sino sólo aquellos que la necesiten. El líder de Podemos, de hecho, llegó a echarse las manos a la cabeza denunciando la ridiculez de que alguien hubiese planteado alguna vez pagar una renta básica a todo el mundo: nadie ha tenido nunca una idea tan disparatada, y desde luego Podemos, afirmó, no se plantea pagar una renta básica a Ana Botín, a Inda o a Marhuenda, ya que no la necesitan.
Acaso la inmensa mayoría de la audiencia no lo supiera, pero en apariencia Pablo Iglesias estaba incumpliendo una de sus principales promesas electorales antes incluso de llegar al poder. La renta básica universal es universal porque se paga a todos, no porque el derecho sea universal. Justamente en eso se diferencia de otros esquemas de renta de inserción o de renta garantizada: las de inserción solo se pagan a quienes las necesitan y normalmente bajo ciertas condiciones (por ejemplo, que el perceptor esté incapacitado para trabajar o que, estando capacitado, no encuentre trabajo). Las rentas básicas universales, en cambio, se caracterizan por ser universales e incondicionales.
Y universalidad implica que se paga a todo el mundo, incluso a aquellos que no la necesitan. Esto no es una ocurrencia que jamás haya defendido nadie, sino que se halla en la misma base de todos los desarrollos doctrinales de la renta básica universal. Por ejemplo, el principal teórico mundial de la renta básica universal, el belga Philippe van Parijs, la resume así:
Una renta básica es una renta abonada por la comunidad política a todos sus miembros individuales, con independencia de su situación económica o de su predisposición a trabajar.
Su principal defensor en España, Daniel Raventós, también es diáfano:
La definición de la renta básica es clara y sencilla: es un ingreso pagado por el Estado a cada miembro de pleno derecho de la sociedad incluso si no quiere trabajar de forma remunerada, sin tomar en consideración si es rico o pobre; o, dicho de otra forma, independientemente de cuáles puedan ser las otras posibles fuentes de renta, y sin importar con quién conviva.
Es más, esta propia semana Daniel Raventós fue invitado a La Tuerka justamente para aclarar (a partir del minuto 8:15) a la audiencia esa diferencia entre renta básica universal y rentas mínimas de inserción. Y, como decíamos, los propios economistas de Podemos destacaron hace unos meses que la renta básica debía pagarse a todos y estimaron su coste en función de ese parámetro.
Por consiguiente, Pablo Iglesias conoce perfectamente la diferencia entre renta básica universal y renta mínima de inserción: es plenamente consciente de que Podemos ha estado prometiendo una renta básica para todos (renta básica universal), pero este sábado afirmó que la renta básica sólo sería para algunos (renta mínima de inserción). Aparentemente, pues, Pablo Iglesias ha enterrado su proyecto de renta básica universal sustituyéndolo por un ambiguo programa de rentas mínimas de inserción para aquellos que lo necesiten (algo similar, aunque probablemente más amplio, a lo que ya existe): una rectificación que deberían lamentar todos aquellos seguidores ideologizados y agradecer todos aquellos que no deseen una quiebra social y económica de España.
Sin embargo, y tras reflexionar sobre las palabras de Iglesias, no creo que el líder de Podemos haya enterrado verdaderamente su proyecto de renta básica universal; más bien hizo un quiebro dialecto a Eduardo Inda para evitar entrar en el fondo de un debate que a buen seguro perdería (por su manifiesta irrealidad) ante los espectadores.
Me explico: aunque la renta básica universal se pague a todos los individuos, no todos llegarán a cobrarla en términos efectivos. La razón es sencilla de comprender: para pagar la renta básica a todos, algunos individuos deberán abonar muchísimos más impuestos que antes, de modo que su saldo post renta básica será negativo. Por ejemplo, supongamos que un país está compuesto por dos individuos: el individuo A gana 20.000 euros y el individuo B cero euros. Si en ese país se reconoce un derecho a cobrar 5.000 euros del Estado, existen dos opciones: 1) el individuo A paga un 25% de impuestos sobre sus 20.000 euros de renta; 2) el individuo A paga un 50% de impuestos sobre sus 20.000 euros de renta y acto seguido cobra los 5.000 de renta básica a los que tiene derecho. En ambos casos el saldo final es el mismo: A tiene 15.000 y B tiene 5.000. Por tanto, el segundo caso (donde sí se paga la renta básica a todo el mundo) bien puede asimilarse al primero (donde solo se paga una renta básica al individuo B) para decir que el individuo A jamás percibe la renta básica en términos netos (aunque sí lo hace en términos brutos). Por expresarlo en un lenguaje algo más técnico: la renta básica universal puede asimilarse e instrumentarse a través de un impuesto negativo sobre la renta con una muy generosa deducción en cuota (a diferencia de, por ejemplo, la propuesta de impuestos negativos de Milton Friedman, que operaba a través de reducciones de la base liquidable); así es, verbigracia, como la articula Daniel Raventós en su conocida propuesta de financiación.
A mi entender, Pablo Iglesias se refugió ayer en ese tecnicismo —el saldo de la implantación de la renta básica universal sería negativo para los ricos, de modo que a efectos prácticos no la cobrarían— para evitar entrar en el debate de fondo: la insostenibilidad financiera de la renta básica universal. A la postre, el coste y las implicaciones fiscales de la renta básica universal siguen siendo las mismas aun cuando se articule como un impuesto negativo con una amplia deducción en cuota. Como decíamos, los propios economistas de Podemos cifraron ese coste en 145.000 millones de euros, casi el 15% del PIB: una cuantía que equivale a duplicar los tipos efectivos del IRPF para la mayor parte de la población, llegando incluso a tipos efectivos del 60% para las rentas más altas (algo no implementado en ninguna parte del planeta, ya que el tipo de Hollande del 75% para los superricos era un tipo nominal, no efectivo).
Por tanto, Podemos no ha rectificado su programa, pero sí lo está ocultando astutamente para alcanzar el poder. Lejos de promover un debate abierto y democrático de sus ideas —tal como sus líderes proclaman con orgullo—, están anestesiando y camuflando el debate para maximizar sus probabilidades de ascenso al poder. Los mismos tics de propaganda y manipulación política que con acierto le critican a la casta: el politiqués como escudo dialéctico ante la legítima y necesaria fiscalización ciudadana. Parece, sí, que de momento el único recambio posible a la casta viene de la neocasta.