Hoy en día parece imposible de creer, pero el Israel de comienzos de los años 80 no tenía mucho que ver con el actual. Por aquel entonces, el país enfrentaba una grave crisis financiera a la que se unía una hiperinflación superior al 400%. Las Administraciones habían alcanzado un nivel total de gasto superior al 70% del PIB. En suma, décadas de medidas socialistas habían conducido al país a un punto de total y absoluto colapso socioeconómico.
Sorprendentemente, Israel le dio la vuelta a esta situación de forma relativamente rápida. Si hasta entonces la norma era el dirigismo estatal, la inflación y la rigidez laboral, la segunda mitad de los años 80 se caracterizó por todo lo contrario.
En primer lugar, el gasto público cayó de forma sustancial, pasando del 70% al 55% del PIB. Estos niveles seguían siendo considerables, pero hablamos, en cualquier caso, de una reducción significativa.
En segundo lugar, las decisiones monetarias fueron asumiendo las tesis de autores liberales como Milton Friedman. Al hilo de este cambio de tercio, el banco central del país ganó en independencia y abandonó las medidas inflacionistas del pasado. Como consecuencia, la hiperinflación pasó a mejor vida. En la actualidad, el IPC se mueve entre el 1,5% y el 3%.
En tercer lugar, el mercado laboral empezó a ganar en flexibilidad gracias a una serie de acuerdos y normas que empezaron a ligar la evolución de los salarios al rumbo de la productividad, en vez de la inflación como hasta entonces. También el influjo de trabajadores llegados de otros lugares del mundo ayudó a presionar a la baja las demandas de los sindicatos, obligándoles a aceptar dinámicas laborales más competitivas.
Las bases del giro liberal de Israel quedaron sentadas entonces, pero buena parte de los avances han sido continuados en los tres últimos lustros. Por ejemplo, la deuda pública ha experimentado una reducción notable a lo largo de la última década, pasando del 94% al 67% del PIB.
También el gasto público se ha reducido de forma sustancial: a comienzos de los años 90, ya era del 55% frente al 70% registrado en la década anterior; desde entonces, este indicador ha pasado del 55% al 45% del PIB. Es importante apuntar que el elevado gasto en Defensa que asume Israel anualmente llega a superar el 6% del PIB, tres veces más que la media registrada en la Unión Europea.
El emprendimiento, motor de desarrollo
El impacto de la Gran Recesión ha sido moderado, justificando el acierto de las políticas liberales y las medidas de austeridad. Hoy, el país registra un PIB per cápita de 32.000 dólares, cinco veces por encima del nivel estimado hace treinta años. Los estudios de la ONU apuntan el "muy alto grado de desarrollo humano" de Israel. A esto se une el honor de figurar entre las 30 economías más competitivas del mundo, según los informes del Foro Económico Mundial.
Es importante recordar que, a lo largo de los últimos veinticinco años, Israel ha apostado por configurar un ecosistema favorable a la innovación y el emprendimiento. La financiación vía capital riesgo ha sido fundamental para consolidar este nuevo paradigma, marcado por un boom admirado a nivel mundial.
El aplauso es, sin duda, merecido. Llama la atención que el pequeño país de Israel tenga más compañías en el NASDAQ que toda Europa. También es sorprendente que el país alumbre más de 500 start-ups al año. Todo ello se apoya en un sistema educativo que fue reformado de forma progresiva para acercarlo al mundo de la empresa y para potenciar los trabajos de investigación.
Pero hay más. El éxito económico se apoya también en el mercado turístico (3,5 millones de visitantes extranjeros al año) y en el auge de las exportaciones (apoyado en la sucesiva firma de acuerdos comerciales con el resto del mundo).
Deberes pendientes
Las sombras que Israel debe alumbrar en el futuro abarcan varios frentes: en primer lugar, las instituciones aún no son lo suficientemente transparentes; en segundo lugar, las rebajas en los impuestos y el gasto deben ser profundizadas; en tercer lugar, el contexto geopolítico, marcado por la amenaza terrorista de Hamás, genera incertidumbre entre los inversores internacionales…
En cualquier caso, el ejemplo de Israel es notable, no solamente en comparación con el pasado sino también en el contexto regional. Rodeado de países en los que la libertad política y económica brillan por su ausencia, el caso israelí cobra aún más relevancia.