Los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2015 que ha presentado el Gobierno este viernes son endebles y contraproducentes, ya que, por un lado, se sustentan en unas previsiones económicas muy optimistas, y, por otro, mantienen el negativo aumento del gasto, descuidando, de nuevo, la imprescindible reestructuración que necesita con urgencia el sector público para eliminar el déficit y reducir de forma sustancial los impuestos a las familias y empresas.
El nuevo cuadro macroeconómico revisa al alza el crecimiento del PIB hasta el 1,3% en 2014 y el 2% en 2015, una y dos décimas más, respectivamente, que la estimación vigente hasta ahora. Se trata de un ejercicio irresponsable y, cuando menos, arriesgado por parte del Gobierno, dado el frenazo que está sufriendo la zona euro y la desaceleración de la economía nacional que ha empezado a advertir el propio Banco de España en el tercer trimestre. En este sentido, los últimos indicadores disponibles avanzan la posibilidad de una nueva recesión en Europa debido, sobre todo, al agónico estancamiento que registra Francia, la recaída de Italia y la debilidad que está mostrando Alemania, las tres grandes economías de la UE. De confirmarse este escenario, el sector exportador, uno de los principales motores de España, se verá gravemente afectado y, como consecuencia, el avance del PIB sería inferior al previsto, con todo lo que ello supone a nivel presupuestario (más gasto y menos ingresos).
De hecho, aunque el Ejecutivo ha trasladado a la opinión pública el mensaje de que las previsiones económicas mejoran, lo cierto es que su intención era revisar el crecimiento del PIB hasta el 1,5% este año, pero, finalmente, se ha quedado en un 1,3%, como consecuencia del inesperado deterioro de la economía europea. El problema aquí es que, por el momento, nada indica que dicha desaceleración vaya a revertirse el próximo ejercicio. Además, a diferencia de lo que afirmaba hasta ahora el PP, el sector exterior va a contribuir muy poco al crecimiento este 2014 y 2015, lo cual es una mala noticia, ya que la salida natural de la crisis se encuentra, sobre todo, en las exportaciones. El Gobierno confía en que el repunte del consumo nacional amortigüe las menores ventas al exterior, pero olvida que el modelo productivo nacional, por desgracia, ha cambiado muy poco durante la crisis y, por tanto, dicho aumento se traduciría en más importaciones y más deuda externa.
Lo peor, más allá de que se cumplan o no esos dudosos pronósticos, es que los PGE de 2015 insisten en el error de elevar aún más el gasto público, al tiempo que mantienen la elevada presión fiscal, pese a la positiva rebaja del IRPF anunciada recientemente. Hacienda ya ha anunciado que aumentará la oferta de empleo público, devolverá parte de la paga extra suprimida a los funcionarios en 2012, subirá la inversión pública y, en líneas generales, permitirá gastar más a las distintas Administraciones. Se trata de un grave error, puesto que, lejos de corregir, agranda un sector público sobredimensionado, insostenible e ineficiente, fiando, además, por completo la limitada reducción del déficit a las optimistas previsiones de recaudación que contemplan los Presupuestos. A falta de conocer los detalles, las cuentas públicas de 2015 son, en definitiva, la constatación del descrédito y la decepcionante gestión de un Gobierno que, entre otras cosas, ha sido incapaz de afrontar la crisis de cara mediante la aprobación de profundas reformas y ajustes presupuestarios para que España saliera del atolladero cuanto antes.