La educación española no da los resultados esperados: es cara, no muy eficiente y crea titulados con enormes problema para desenvolverse después en el mercado laboral. Éste podría ser el resumen del informe de la OCDE, Panorama de la Educación 2014, presentado este martes en Madrid.
"¿Por qué un mayor nivel educativo en nuestro país no ofrece los mismos beneficios ni en términos de empleabilidad ni de ventajas salariales que en otros países?", se ha preguntado la secretaria de Estado de Educación, Montserrat Gomendio que, junto al director de Innovación e Indicadores de Progreso de la OCDE, Dirk Van Damme, ha expuesto los datos de este exhaustivo análisis.
"Los estudiantes, a medida que superan las etapas educativas, no están consiguiendo un buen nivel de competencias básicas, fundamentales para la empleabilidad", añadió la número dos del departamento que dirige José Ignacio Wert.
Los datos demuestran que la mayoría de los países son "más sensibles" en cuanto al nivel de competencias y destrezas que al nivel de estudios y que el "esfuerzo" económico que desde el año 2000 España ha hecho para incrementar la escolarización en Infantil o el acceso a la Universidad "no se ha traducido en una adquisición de competencias importantes para el nivel salarial y el desempleo". "Por tanto, la asignatura pendiente es la mejora de la calidad en las aulas", apostilló Gomendio.
Este documento recuerda a las conclusiones de las pruebas PIAAC (conocidas como el PISA de adultos). En aquel informe se medían las competencias en comprensión lectora y matemáticas en función del nivel educativo. En España sólo el 12%de los estudiantes universitarios están en los niveles de rendimiento más altos de esta prueba, mientras que este porcentaje se eleva al 35% en los Países Bajos y en Finlandia.
En este sentido, las conclusiones que extrae el Ministerio de este informe son claras: "La mejora de la calidad" ya no depende tanto de "las políticas cuantitativas". Es imprescindible "cambiar el enfoque: no medir a partir de ahora el sistema educativo en términos de inversión sino de resultados educativos".
¿Problemas de gasto?
En 2011, España mantuvo un gasto público total por alumno en la educación pública ligeramente superior al promedio de la OCDE y de la UE-21 (los países de la UE que pertenecen a la OCDE): 9.285 dólares en España frente a 8.952 del promedio de la OCDE y 8.909 en la UE-21. Por niveles educativos, el gasto público en Educación Infantil, Primaria y Secundaria en la UE-21 es algo superior al gasto en España pero inferior en Educación Terciaria. Es cierto que el gasto total sobre el PIB fue ligeramente inferior a la media (3,2% en educación primaria y secundaria frente al 3,6% en la UE-21 y 3,8% en la OCDE), algo que se explica por el menor número de estudiantes.
Sin embargo, España tuvo un gasto por alumno en relación al PIB per cápita -los recursos que destina cada país en relación a sus posibilidades –del 29,4%, por encima del promedio de la OCDE (27,5%) y de la UE21 (26,9%), por encima de países como Irlanda o Alemania.
¿Y en qué se va el dinero destinado a educación? Pues una parte importante se la llevan los sueldos de los profesores, algo lógico y que pasa en todos los países pero que aquí se acentúa. De hecho, Dirk Van Damme ha llegado a advertir este martes que se corre el riesgo de que quede "poco dinero para el resto de aspectos (ordenadores, instalaciones...), lo que puede poner en peligro iniciativas para mejorar otras cuestiones", llegó a advertir este martes.
Los datos del informe vuelven a apuntar a una contradicción en lo que hace referencia a los salarios de los maestros. En nuestro país, los sueldos de los profesores son más altos que la media de la OCDE tanto en Educación Primaria, como en Educación Secundaria. Sin embargo no obtenemos los resultados deseados.
Por ejemplo, la retribución inicial media en 2011 en Educación Primaria era de 36.268 dólares, por los 29.411 dólares de media en la OCDE y los 29.417 dólares en la UE-21. La misma tendencia se puede observar en los profesores con 15 años de carrera y en la retribución máxima en la escala: en todos los casos, España paga más a sus maestros. Y lo mismo sucede en Educación Secundaria.
Del mismo modo, los salarios de los profesores españoles son altos en comparación con otras profesiones que requieren un nivel de titulación similar, tanto en Educación Primaria como Educación Secundaria. Según este estudio son un 20% y un 35%, respectivamente, más altos que los sueldos de los trabajadores de otras ocupaciones con un nivel educativo similar. A pesar de los recortes en sus pagas, que los ha habido, el maestro español sigue por encima en este aspecto de sus colegas de otros países desarrollados.
Sin embargo, España no premia con bonos o incentivos a los profesores que lo hagan mejor. De hecho, sólo hay cuatro condicionantes que influyan en el sueldo de un maestro: tiempo en el cargo, responsabilidades de gestión (ser director o jefe de estudios u otro cargo interno), dar clases extras y demostrar una titulación superior. Nada más. En la mayoría de los sistemas educativos europeos, hay muchos más factores que determinan su remuneración, incluyendo los resultados de sus alumnos.
Sin resultados
En realidad, el problema no reside en si dedicamos demasiados recursos al sistema educativo. Éste es uno de los gastos más importantes para cualquier sociedad. La pregunta que nos debemos hacer no es por tanto de cantidad, sino de calidad: ¿estamos empleando bien este dinero? Y la respuesta, desgraciadamente, es negativa. España gasta más, pero consigue peores resultados.
Es cierto que España parte en una situación de cierta desventaja. Podríamos decir que nuestro país se subió al tren del mundo desarrollado más tarde que la mayoría de los países más ricos de la OCDE (Alemania, Francia, Suecia, Canadá, EEUU...). Por ejemplo, en el año 2000, hace poco más de una década, hasta el 62% de los adultos españoles (entre 25 y 64 años) no tenía una titulación equivalente o mejor que educación secundaria superior, el nivel que se considera necesario para desarrollar luego una carrera profesional exitosa. Mientras, en la OCDE esta cifra era del 34%. En 2012, habíamos conseguido reducir la diferencia: 45% en España por 24% en la OCDE.
Pero incluso admitiendo este punto de partida, los datos no son nada positivos. En este sentido, vamos a centrarnos en los resultados de los menores de 35 años, los últimos en salir del sistema educativo. En teoría, este grupo de población debería estar muy cerca de sus pares de otros países. Y no es así.
Según los datos de la OCDE. En 2012, entre los españoles de entre 25 y 34 años, sólo el 64% tenía, como mínimo, una titulación equivalente a educación secundaria superior (bachillerato o FP superior). En la UE-21, este porcentaje es del 84% y en la OCDE del 82%. O lo que es lo mismo: el 36% de los jóvenes adultos españoles carece de una titulación que le capacite para un mercado de trabajo desarrollado.
En este sentido, hay que destacar una peculiaridad de nuestro sistema educativo. En lo que hace referencia a los titulados universitarios, España hace años que se equiparó a los países de su entorno. Por ejemplo, un 39% de sus jóvenes de 25 a 34 años tiene estudios superiores frente a un 40% de media de la OCDE. La diferencia está en el escalón medio, esa educación secundaria superior de la que tanto hablamos. Sólo el 25% de los españoles de 25 a 34 años tienen este nivel, frente al 44% de la OCDE. Es decir, carecemos de técnicos de carácter medio, los que conforman el armazón de la mayoría de las economías modernas y competitivas.
Al salir de clase
Y eso por no hablar de los que se quedan por el camino. España también está en los primeros puestos en lo que hace referencia a los jóvenes que no sólo fracasan en los estudios, sino también en el mercado laboral. Los famosos ni-ni (ni estudian ni trabajan). Por ejemplo, entre los 20 y los 24 años, un 31% de los españoles está en esa situación. Sólo Italia, con un 32%, está peor. Entre los 25 y los 29 años, la cifra llega al 33%. Ningún otro país de la OCDE se acerca a este dato. Cuando salen de clase, muchos de nuestros jóvenes se encuentran, literalmente, en la calle.
De hecho, ni siquiera hay que acudir a los ni-ni para darse cuenta de que algo falla en la conexión entre la escuela y el mercado laboral. Para todos los niveles educativos, los españoles obtienen muy poco rédito a sus estudios.
Vamos a tomar como ejemplo a los titulados universitarios, en teoría aquellos que se encuentran en una mejor posición de salida. Si analizamos a aquellos que tienen entre 25 y 34 años, ésta es su situación:
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Su tasa de empleo es del 73%, frente al 82% de media de la OCDE. Podría pensarse que esto es culpa de la crisis. Y en parte es así, pero sólo en parte. Por ejemplo, en 2005, en el mejor momento de la economía española, la tasa de empleo de los jóvenes universitarios españoles era del 81% frente a un 84% en la OCDE.
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Del mismo modo, su tasa de paro en 2012 era del 19,8%, una auténtica barbaridad (la media de la OCDE es del 7,4%). Pero es que ni siquiera en 2005 lograron equipararse a sus coetáneos de otros países ricos. En aquel año su tasa de paro bajó del 8,5% (media del 5,4% en la OCDE). Tras seis años de crisis, casi no hay ningún otro país rico con una tasa de paro entre sus jóvenes licenciados que se acerque a ese 8,5% que España sólo consiguió en su mejor momento.
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Pero se puede ir un paso más allá. La OCDE también compara los conocimientos que aporta el sistema educativo. Para ello, utiliza los datos del informe Piaac, que presentó hace unos meses y que mide la competencia de los adultos en matemáticas o comprensión lectora. Pues bien, también aquí España destaca para mal. Entre los jóvenes de 25 a 34 años que tienen un trabajo a tiempo completo -por lo tanto están activos y empleando lo que han aprendido en su etapa educativa- el 18% está en los dos niveles inferiores (0 y 1) y sólo el 7% alcanza uno de los dos niveles superiores (4 y 5). Por comparar, la media de la OCDE es del 9% y el 20% (es decir, números cambiados respecto al caso español).
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Hasta aquí, hemos visto que los licenciados españoles están peor preparados y tienen tasas de paro más elevadas que los de la OCDE. Quizás como consecuencia de ello, también cobran menos. No hablamos sólo de términos absolutos, algo que quizás podría achacarse al mercado laboral español. El informe presentado este martes mide el premio por estudiar. Es decir, cuanto gana un licenciado universitario en comparación con otros trabajadores sin titulación. En todos los países, tener un título superior implica un sueldo más alto. Pero en España, la diferencia es relativamente pequeña. Suponiendo un salario de 100 para una persona con educación secundaria superior, el universitario se lleva 141. Sólo Noruega y Suecia tienen un ratio menor. Pero allí es por la razón contraria: los salarios están igualados porque todos cobran mucho; aquí la nivelación es a la baja.