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España, en el puesto 29 de 30 de la OCDE en barreras a las empresas

Las compañías tienen dificultades para crecer; el sistema fiscal no ayuda; la burocracia ahoga a los empresarios; la unidad de mercado, en peligro.

Economía: Las reformas que propone la OCDE

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Que el entorno institucional y legal en España no es el más favorable para la iniciativa empresarial es algo más o menos conocido. La publicación de las clasificaciones internacionales clásicas (desde el Doing Business del Banco Mundial al Índice de Libertad Económica del Wall Street Journal y la Fundación Heritage) es un recordatorio periódico de que queda mucho por hacer en un terreno tan importante. Nuestro país no sólo no fomenta la creación de riqueza, sino que la penaliza. Pero hay días en que esta realidad es aún más palpable.

Este lunes, por ejemplo, la OCDE publicaba su informe bianual sobre la economía española. Es un estudio que incluye desde previsiones de crecimiento a recomendaciones sobre reformas políticas. Y también se analizan diferentes aspectos de nuestra coyuntura.

Así, los autores dedican un apartado a la legislación en materia empresarial, el entorno en el que se mueven las compañías y las facilidades que encuentran para nacer y desarrollarse. Pocas noticias buenas pueden extraerse de estas páginas.

De hecho, en este caso puede rescatarse aquello de que a veces una imagen vale más que mil palabras. Según la OCDE, de los 30 países que forman este club de naciones desarrolladas, España ocupa el puesto 29 en la clasificación de "barreras a la iniciativa empresarial". Sólo Israel lo hace peor.

Barreras a las empresas

No se queda ahí la cosa. En lo que hace referencia a los sistemas de licencias y permisos, ocupamos el puesto 25º, con sólo cinco países por detrás.

Licencias y permisos

Y si nos centramos en las barreras en el sector servicios, la cosa tampoco varía mucho. Puesto 26º, con sólo cuatro países con peor nota.

Barreras en el sector servicios

Cuestión de tamaño

Las consecuencias de estas trabas pueden encontrarse en el mismo informe de la OCDE. En ese mismo epígrafe, los autores analizan el tejido empresarial de los grandes países de la UE: Alemania, Reino Unido, España, Francia e Italia. Según sus datos, España tiene una de las mayores proporciones de microempresas (de 0 a 9 empleados) y de pequeñas empresas (10-49 empleados).

Tamaño de empresas por país

No es una cuestión baladí. Las empresas grandes suelen ser más productivas que las pequeñas, por lo que interesa que las compañías exitosas puedan desarrollarse sin trabas.

Todos los países se basan en su red de pymes (incluso en Alemania suponen más del 95% del total, con un 80% de microempresas). Pero eso es compatible con que aquellas que van creciendo de forma orgánica puedan hacerlo de forma natural. Y eso es lo que no ocurre en España.

Es una pena. Según las cifras de la propia OCDE, la productividad de las empresas medianas y grandes en España es equiparable a la de sus competidoras de la UE. De hecho, están en la parte alta de la lista. El problema no es que no tengamos compañías competitivas, sino que limitamos las posibilidades de crecimiento de muchas de ellas.

Productividad por tamaño de las empresas

El informe también dedica parte de su análisis a un marco regulatorio que califica de "fragmentado, tanto a escala local como autonómica". En este sentido, admite que el Gobierno ha aprobbado una Ley de Unidad de Mercado que debería ayudar a resolver este problema.

La pregunta es si esta nueva normativa se aplicará y cumplirá su cometido. Los autores admiten que "la rápida aplicación de la ley será crucial para impulsar el crecimiento del sector empresarial español".

En este mismo sentido, la OCDE recuerda que "ciertas partes del sistema tributario al que se encuentran supeditadas las empresas no resultan favorables para su crecimiento". En España existen numerosas normas duales. Hablamos sobre todo de ventajas a las que sólo las pymes se pueden acoger.

En principio, esto se suele vender como trato favorable al pequeño. El problema es que la consecuencia final es que limita el crecimiento. Si pasar de 49 a 51 empleados supone demasiados cambios, puede que el empresario se lo piense muy mucho.

Quizás prefiera quedarse en esos 49 y subcontratar algún proceso o no cubrir la demanda de nuevos clientes porque no le salga rentable. Puede parecer poco importante. Pero a medio plazo, puede que esa decisión implique que cinco años después una compañía que podía haber crecido hasta los 75 u 80 empleados sigue con 49 trabajadores.

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