El partido de Pablo Iglesias ha sido tachado habitualmente de populista y anti-sistema debido a la radicalidad que incluye buena parte de su programa político. Según los expertos, el éxito que está cosechando Podemos en las encuestas electorales responde, en buena medida, al descrédito de la clase política española y a la sensación de impunidad que ostentan los grandes partidos.
No en vano, la corrupción y los políticos se han aupado como los principales problemas del país durante estos últimos años, tan sólo superados por el paro y los efectos de la crisis. La habilidad mostrada por Iglesias y sus socios para identificarse con el "pueblo" y culpar a la "casta" de casi todos los males que padece España constituye el núcleo de su particular estrategia política.
Pero, ¿en qué se traduciría realmente su alternativa? La regeneración democrática que vende Podemos consiste, básicamente, en un control casi total del Estado sobre la economía, con muchos más impuestos, más gasto público y la nacionalización de los grandes industrias y sectores denominados "estratégicos".
En esencia, el ejemplo a seguir que propone la formación de Iglesias no es otro que el "socialismo del siglo XXI" instaurado en Venezuela o Argentina, un modelo político amplia y abiertamente aplaudido por Podemos.
¿Solventaría este sistema la grave corrupción institucional que sufre España? Los datos prueban justo lo contrario: los paraísos socialistas que tanto defiende este partido son, en realidad, los países más corruptos, inseguros y despilfarradores del mundo. Así pues, lejos de solventar las profundas deficiencias que sufre la política española, exacerbaría hasta el extremo sus defectos en caso de seguir la senda marcada por el reciente chavismo venezolano o el ya crónico peronismo argentino.
Líderes en corrupción
En concreto, Venezuela es el país más corrupto del mundo, según el último Índice de Competitividad Global elaborado por el Foro Económico Mundial, correspondiente a 2014, en donde se analiza un total de 144 economías. Su nota en este ámbito es de 1,7 puntos, en donde 1 es la peor valoración y siete la mejor. Por detrás de Venezuela se sitúan Líbano, Paraguay, Angola, Nigeria y Argentina, cuya posición en el ranking es el 139.
España también suspende, con una nota de 3,1, y su valoración es pésima en lo que a corrupción se refiere siendo uno de los países más desarrollados del mundo, pero su puesto 80 está a una gran distancia del que ostentan los grandes referentes políticos de Podemos.
Bajo el epígrafe "corrupción", el Foro Económico Mundial mide tres indicadores muy concretos:
- Desvío de fondos públicos: Venezuela vuelve a ser líder absoluto (144), seguido de Argentina (143), mientras que España ocupa el puesto 90 del mundo.
- Confianza de la población en los políticos: aquí Venezuela ocupa el puesto 143, sólo superado por Líbano, Argentina se sitúa en el 141 y España en el 117.
- Pagos irregulares y sobornos: Venezuela se mantiene entre los peores puestos (137), mientras Argentina baja al 127 y España, sin embargo, mejora hasta colocarse en el 50 del mundo.
Además, no se trata de una opinión aislada. La ONG Transparencia Internacional sitúa a Venezuela en el puesto 160 del mundo, de un total 175 países, en cuanto a percepción de la corrupción en 2013, y a Argentina en el 106, frente a la posición 40 que ocupa España.
Opacidad política y despilfarro de dinero
Otro de los indicadores relevantes que recoge el Índice de Competitividad es el relativo a la eficiencia gubernamental. Pero, más allá de la buena o mala gestión presupuestaria, destacan dos aspectos muy relacionados con el modo y forma de hacer política: la opacidad y el despilfarro.
La "transparencia en políticas públicas", entendida como la facilidad que tienen las empresas para obtener y conocer los cambios jurídicos y regulatorios que afectan a su actividad, brilla por su ausencia: Venezuela vuelve a ocupar la peor posición del mundo (144) y Argentina se mantiene a la cola del ranking (135), mientras España se coloca en el 105.
La situación es muy similar si se analiza la eficiencia en el gasto público, medido, directamente, en términos de despilfarro de dinero por parte del Estado: Venezuela (144) y Argentina (142) sacan peores notas que España (113).
Arbitrariedad e inseguridad jurídica
Asimismo, el problema de la corrupción suele ir asociado a una deficiente seguridad jurídica, en el sentido de que las leyes pueden ser retorcidas e interpretadas a gusto del poder político, vulnerando los principios básicos del Estado de Derecho. La cuestión, sin embargo, es que los referentes políticos de Podemos no se caracterizan, precisamente, por ser estados rigurosos y fiables en materia jurídica, sino todo lo contrario.
Los regímenes socialistas de Venezuela (144) y Argentina (141) son ejemplos de absoluta arbitrariedad política -España ocupa el puesto 92 del mundo-, debido a su manifiesta ausencia de independencia judicial y favoritismo gubernamental.
Crimen y violencia
Por último, cabe señalar, igualmente, la percepción generalizada de inseguridad personal, crimen y violencia, ya que el mantenimiento del orden público es una de las principales tareas que tiene encomendado todo estado, con independencia del sistema político bajo el que opere.
Bajo el epígrafe "seguridad", que engloba el coste del terrorismo y la violencia sobre la actividad económica, así como el impacto del crimen organizado y la fiabilidad de la Policía, Venezuela ocupa el puesto 141 del mundo, tan sólo por detrás de Yemen, Libia y Pakistán, mientras que Argentina se sitúa en el 105. España, por el contrario, saca una buena nota en esta materia, alzándose en la posición 36 del ranking.
España presenta grandes deficiencias a nivel político, pero el modelo socialista que tanto admira y aplaude Podemos saca unas puntuaciones mucho peores en todos los indicadores relacionados con la percepción de la actividad política, según revela el Foro Económico Mundial, tales como corrupción, transparencia, despilfarro, seguridad jurídica o personal, entre otros.