Hay dos escenarios de actuación que no siempre resultan compatibles y que no pocas veces son, de suyo, incompatibles. Estoy hablando del escenario técnico y del escenario político. Y, al tiempo que identificamos los dos escenarios, por derivación, caracterizamos también a los que operan en ellos: los técnicos y los políticos.
El sufrido pueblo, cuando contempla la actuación de ambos, distingue y espera de ellos resultados bien diferentes. Del técnico espera concreción, si se me apura exactitud, rigor y capacidad de establecer el nexo entre causa y efecto, todo ello, al margen de transacciones, de negociación, y ni mucho menos determinado por un consenso construido para contentar a los más.
Sin embargo, el valor que otorgamos a la acción política es mucho más relativo. Su materia es difícilmente cuantificable, el proceso es complejo y, consecuentemente, sus resultados de dudosa valoración. Por ello aceptamos, seguramente porque así deben ser las cosas, las referencias generales, las actuaciones equívocas y, en general, que lo que parece que es puede ser o no ser.
Todo esto viene a cuento de una reunión reciente, con declaraciones a su término, entre el presidente de Francia y el del Banco Central Europeo. El resultado: habrá más dinero barato, para que fluya el crédito al sector privado, se alcancen mayores tasas de crecimiento y se reanime la actividad económica de la atonía instalada en Francia, aunque el discurso también sería válido para países como Italia, España, Portugal, Grecia…
¿Es ésta una declaración técnica, de alguien que conoce muy bien la política monetaria y sus resultados, o estamos ante una declaración política para tranquilizar a los franceses y proporcionar a su presidente una atmósfera más grata de gobierno? El señor Draghi, conocedor de los parámetros económicos, sabe también muy bien que eso de que fluya el crédito al sector privado es de resultado más que dudoso.
Una cosa, en última instancia, es que llegara a fluir, y otra bien distinta es que el sector privado esté en condiciones de dejarse empapar por lo que fluye. La situación hoy es muy compleja y cuenta con una historia reciente que no puede desconocerse. Me arriesgo a una afirmación que, en cuanto generalista, adolece de todos los defectos de llevar a términos generales las numerosas particularidades.
Si yo tuviera que dar una opinión que representase la realidad, diría que el sector privado –empresas y familias– tiene hoy un objetivo prioritario, que margina cualquier otro: reducir su nivel de endeudamiento. En esas condiciones, ¿quién está dispuesto a pedir créditos? El señor Hollande y tantos otros presidentes tendrán siempre el recurso del crédito disponible, pero el sector privado no lo solicita.
Pero también nosotros tendremos el derecho a decirles que la medicina disponible no es la que necesita el enfermo. Una vez más, lo que hay que promover son políticas de oferta, olvidando las de demanda que nos han conducido a la situación presente.