No lo ha dicho un friqui de las tertulias de La Sexta, sino Carmen Reinhart, la más célebre catedrática de Finanzas de Harvard: la deuda externa privada española no se va a pagar porque no se puede pagar. Y Reinhart es la persona que más sabe de eso. Habrá, pues, una quita o una quiebra en cadena. En un caso u otro, nunca se devolverá a los acreedores lo firmado en los contratos. Y nunca significa nunca. Así de simple. No andan tan desencaminados como parece, pues, los de Podemos con su propósito de repudiar la deuda. Al cabo, su único error fue haber escrito pública donde tendrían que haber puesto privada. Entonces, ¿por qué no hacerles caso en lo demás? ¿Por qué no tomar en serio su alternativa económica? A fin de cuentas, cuanto proponen para salir de la crisis no solo se antoja sencillísimo, sino también cargado de un muy hondo sentido social.
Otra política económica es posible, aseguran con juvenil ardor. ¿Y por qué no va a ser posible? Claro que sí. Adelante. Orillemos todos nuestros viejos prejuicios pequeñoburgueses. Expandamos exponencialmente el gasto público ya, a partir de hoy mismo. Multipliquémoslo por cuatro de una tacada. Sin miedo. De tal guisa, allí donde únicamente disponíamos de un escuálido euro para invertir en sanidad o educación pasaremos a administrar cuatro. Será el fin jubiloso de la malhadada austeridad. Al tiempo, y sin mayor demora, el Gobierno, gracias al impulso de Podemos, habrá de diseñar los grandes ejes de un vasto programa de inversión estatal en infraestructuras llamado a generar empleo de inmediato. Un ambicioso programa de estímulo que deberá complementarse con una muy perentoria subida de los salarios de los funcionarios y contratados de las distintas administraciones.
Medidas ambas llamadas a ejercer de catalizador de un fuerte estímulo a la demanda agregada. Todo un impulso inducido al consumo privado y la inversión que, merced al consabido efecto multiplicador, pondrá en marcha un círculo virtuoso de crecimiento autosostenido de la economía española. ¿Que de dónde va a salir el dinero? Menuda minucia pueril. ¿Acaso alguien piensa que no nos sobrarían prestamistas privados internacionales dispuestos a financiarnos –y a tipos de interés irrisorios, huelga decir– si Iglesias y Monedero lograsen de Rajoy ese paso gallardo? ¿Será posible que aún haya algún loco descreído sobre el particular? Luego, en fin, ya apenas restaría solventar el incordio menor que supone la deuda pública ilegítima. Reniéguese de ella y punto. ¿O quién nos lo puede impedir? Sí, hombre, sí. Claro que podemos. Es facilísimo.