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La reforma fiscal del Gobierno: con un ojo en Bruselas y otro en las urnas

Moncloa presenta una bajada más importante de lo esperado para intentar reconciliarse con su base electoral. ¿Le dará margen la UE?

Las ruedas de prensa de Soraya Sáenz de Santamaría como vicepresidenta del Gobierno en esta primera legislatura de Mariano Rajoy en La Moncloa se recordarán durante mucho tiempo. Pero pocas quedarán en el imaginario colectivo de los españoles de a pie (y aún más de los economistas) como la primera. El 30 de diciembre de 2011, Sáenz de Santamaría comparecía junto a Fátima Báñez, Cristóbal Montoro y Luis de Guindos para anunciar que el PP renunciaba a uno de sus más repetidos mantras preelectorales: que ellos eran el partido de las bajadas de impuestos.

La excusa fue el déficit público. El nuevo Gobierno aducía que se había encontrado un agujero de 20.000 millones en las cuentas y que tenía que cambiar por completo las promesas realizadas apenas unas semanas antes, durante la campaña.

No sería la única vez en que Hacienda se saltaba su palabra en lo que hace referencia a los tributos. En el verano siguiente, llegaba la subida del IVA, una medida contra la que el PP había llegado a recoger firmas cuando estaba en la oposición. En aquella ocasión, la excusa era la prima de riesgo (que estaba disparada) y las exigencias de Bruselas, con la que se había pactado un paquete de reformas a cambio del rescate para las cajas de ahorro.

Este viernes, la cara de la vicepresidenta al salir a la sala de prensa del complejo de La Moncloa era muy diferente. El Gobierno ha presentado su esperada reforma del IRPF y del Impuesto de Sociedades. Hay muchos cambios, pero lo más destacado, en el Impuesto sobre la Renta, es que se vuelve, más o menos, a la situación de 2011. No es exactamente lo mismo, porque pasamos de cinco a siete tramos y cambian los tipos. De hecho, todo apunta a que la mayoría de los contribuyentes pagarán menos IRPF en 2016 del que pagaban en 2011.

De inmediato, se han sucedido todo tipo de reacciones. Pero quizás la que más ha llamado la atención ha sido la de Bruselas. Olli Rehn, comisario responsable de Asuntos Económicos, declaraba desde Luxemburgo que el Gobierno español no les había consultado acerca de la reforma fiscal: "Esto significa que ahora estudiaremos las decisiones y evaluaremos su compatibilidad con las recomendaciones. Cuando hayamos hecho nuestro análisis, informaremos y comprobaremos si las decisiones están en línea con las recomendaciones del Consejo aprobadas".

Es un toque de atención en toda regla. La CE habla en nombre de todos aquellos que acudieron a salvar a España en 2012 (y que pusieron una línea de crédito a su disposición de 100.000 millones de euros). No es una advertencia baladí. Al fin y al cabo, son nuestros acreedores. Y su opinión es fundamental. Los presupuestos nacionales de todos los países son controlados desde hace años por Bruselas, en cumplimiento de los nuevos acuerdos comunitarios. España tiene un compromiso de reducción del déficit y un calendario que debe cumplir. No será sencillo que se mire con buenos ojos un recorte de ingresos como el que puede esperarse tras esta rebaja.

Las tres claves

Lo cierto es que hasta hace unas semanas no se esperaba una reforma de esta magnitud, especialmente en el IRPF. Las primeras filtraciones que llegaron desde el Gobierno, tras la presentación del informe de los sabios de Manuel Lagares, apuntaban a unos pequeños ajustes en la tributación sobre el trabajo, que ni mucho menos supusiera la restitución de lo perdido en 2011, pero al menos le permitiera lavar la cara ante su electorado. Desde hace unos días, todo cambió. Los mensajes de Moncloa, Economía y Hacienda eran muy distintos. Se empezaba a hablar de rebajas sustanciales, especialmente para las clases medias y bajas. Y lo cierto es que así ha sido. ¿Qué ha pasado? Fundamentalmente, tres factores, los mismos que determinarán el margen que tendrá el Gobierno para mantener las promesas hechas este viernes.

- Crecimiento: el Gobierno es cada vez más optimista sobre la evolución de la economía española. Lógico, en parte, teniendo en cuenta que en mayo la afiliación a la Seguridad Social creció en casi 200.000 personas. El consenso de Funcas, que reúne a los principales analistas e institutos oficiales, habla de un crecimiento del PIB para este año del 1,1% y del 1,9% para 2015. Pero ya hay quien empieza a hablar del 1,5% y más del 2% respectivamente. En Economía no lo confirman, pero con la boca pequeña todos apuntan a que las cosas van mucho mejor de lo esperado.

Evidentemente, esto tiene una repercusión directa en las cifras de recaudación. Montoro explicaba este mismo viernes que los ingresos están creciendo al 5%, en parte por esta vuelta el crecimiento y en parte por la lucha contra el fraude. Por eso el Gobierno cree que tiene más capacidad de maniobra de la que Bruselas le da. Aunque saben que no puede andarse con muchas bromas, porque España ha sido semi-rescatada, como apuntamos anteriormente, en Hacienda piensan que sí hay cierto margen. Hay que recordar que el dato final de déficit público de 2013 fue del 6,6% del PIB (sin contar ayudas bancarias) y se espera una reducción hasta el 5,8% para este año y el 4,2% en 2015.

- Bruselas: en toda esta cuestión, destaca el tema de la credibilidad de las amenazas de la UE. España ha incumplido su objetivo desde 2010, en varios años por mucho. Incluso cuando nos estaban rescatando o pedíamos por favor al BCE que interviniera (años 2011-2012), el Gobierno presentó números rojos muy por encima de lo pactado con Bruselas. Ahora que las cosas van bien, ¿realmente habría algún problema por pasarse unas décimas?

La mayoría de las veces, las amenazas de la UE se quedan más en los titulares que en las acciones concretas. Incluso en Grecia, tras todos estos años, saben que se puede manejar el déficit con mucha más holgura de lo que se dice en los documentos oficiales. Si encima se trata de un país en el caso de España, que ha acometido algunas reformas impopulares (como la laboral o la Ley de Estabilidad Presupuestaria) y ha vuelto al crecimiento, no parece que la espada de Damocles del Pacto de Estabilidad asuste tanto.

Por otro lado, el Gobierno parece que ha vuelto a confiar en Arthur Laffer y su famosa curva. Según las cuentas de Hacienda, el PIB subirá un 0,55% gracias a la rebaja de impuestos. Y confían que esto también impulse la recaudación. Será difícil que este factor compense, en el corto plazo al menos, la reducción tributaria, porque ésta es bastante importante, pero al menos sí podría minorar la necesidad de los ajustes.

- Cita con las urnas: nadie lo reconocerá oficialmente, pero todo en la reforma del Gobierno, en su amplitud, en los plazos y en los detalles apunta a mayo y noviembre de 2015, cuando tendrá que enfrentarse a las urnas en sendas elecciones autonómicas y generales que se presentan muy complicadas para el PP. Los resultados de las Elecciones Europeas escocieron mucho en Génova. El Partido Popular perdió más de seis millones de votos respecto a las Generales de 2011. Es cierto, son dos citas con las urnas muy diferentes, pero la cifra asusta.

En este sentido, el ascenso de la extrema izquierda hace pensar a los populares en que tienen que cohesionar a su base electoral. Y ésta estaba muy desencantada con el Gobierno, especialmente por los impuestos. Las subidas tributarias de diciembre de 2011 y 2012 castigaron especialmente a las clases medias, la base electoral popular. Algo había que hacer para relanzar la marca y un anuncio de reducción del IRPF como el de este viernes parece ir exactamente en esa dirección.

En el próximo año y medio hasta las elecciones, el Gobierno repetirá una y otra vez el mismo mensaje: se subieron los impuestos porque no había más remedio, pero en cuanto hemos podido hemos vuelto a la situación de 2011 e incluso un poco más. Entre eso y la creación de empleo, en Moncloa esperan darle la vuelta a las encuestas. No será sencillo, pero al menos es un mensaje que a su público le resultará tentador escuchar.

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