José Ignacio Conde-Ruiz fue uno de los expertos que participó en el grupo de sabios que el Gobierno convocó para que le presentarán una propuesta sobre el factor de sostenibilidad de las pensiones. Ahora, unos meses después, este doctor en Economía por la Universidad Carlos III de Madrid y profesor en la Universidad Complutense publica un nuevo libro, ¿Qué será de mi pensión? Libre Mercado habló con él, en Madrid, hace unos días.
Su planteamiento es claro, aunque pueda resultar doloroso. Las tendencias demográficas son imparables. No será posible mantener el actual nivel de las pensiones. Sí en poder adquisitivo (y eso sólo si suben la productividad y se crea empleo), pero no en cuanto a la relación entre pensión media y salario medio. Existe un clarísimo problema de ingresos y el sistema está condenado si no se hacen reformas.
- Nuestra posición editorial es favorable a los sistemas de capitalización. Pero usted defiende los modelos de reparto como el que está ahora en vigor en España. Por eso me gustaría empezar por ahí, intente convencer a los lectores de Libertad Digital (y a este periodista) de que es mejor un sistema de reparto como el español que uno de capitalización como el chileno.
- Lo primero que diría es que el sistema de pensiones español todavía no es el sistema de pensiones que yo propongo. El modelo que yo defiendo es de reparto con cuentas nocionales, algo que seguro que le gusta más a los lectores de su diario.
- En lo que a mí respecta, sí me gusta bastante más que lo que hay ahora.
- En un sistema de reparto, la rentabilidad se calcula multiplicando la tasa de crecimiento de la población en edad de trabajar por la tasa de crecimiento de la productividad; en uno de capitalización, la rentabilidad la marca la tasa de interés de la economía. Ahora que estamos todos muy familiarizados con estas cosas gracias al libro de Thomas Piketty, uno podría decir '¿Cómo me vas a convencer, con el actual envejecimiento de la población, de que la primera cifra es mayor que la segunda?' Yo acepto que de media no es así y que no será así en el futuro a no ser que consigamos grandísimos incrementos de la productividad [porque la población no va a crecer mucho].
Pero cuando uno habla de un sistema de pensiones no sólo hay que mirar la rentabilidad media, sino también la varianza. La tesis que intento defender en el libro es que no estoy en contra de los sistemas de capitalización. De hecho, creo que deberían complementar a los sistemas públicos. Pero el modelo de reparto tiene una peculiaridad que no tiene el de capitalización: el riesgo lo soportan diferentes generaciones. Es algo así como 'Yo te pago la pensión, porque sé que alguien me la pagará a mí'. Si cuando yo me jubile las cosas van muy mal, la siguiente generación me pagará las pensiones. En un sistema de capitalización, cada generación es completamente responsable de su ahorro. Lo metes en Bolsa y cuando te jubiles, si te ha ido mal o ha habido una crisis o una guerra, algo que tiene una posibilidad pequeña de que ocurra pero que puede ocurrir, pues no tienes a nadie para pagar tu pensión. Digamos que los sistemas de reparto son superiores en cuanto a soportar el riesgo.
Pero además, en esto hay algo que me molesta mucho. Porque quizás tú me dirías: 'Hombre, si hay un desastre, seguro que el Estado hace algo, porque no va a dejar sin protección a sus pensionistas'. Pero eso es jugar con ventaja. Esto ya ocurrió en EEUU en los años 30. En aquel momento, los ahorros se fueron al garete y nos encontramos con tasas de pobreza entre los jubilados superiores al 50%. Entonces, desde el sector público se planteó: ¿Por qué no les damos a los jubilados una pensión? No habían cotizado nada. Rescataron a estas personas.
Si uno lo piensa tranquilamente, verá que lo eficiente es que tengamos los dos sistemas. El de capitalización te da una rentabilidad que es el tipo de interés, es como invertir en el capital físico de una economía. Mientras que el de reparto te permite invertir en el capital humano (número de personas y productividad). Es lo que idóneamente tú querrías hacer, no poner todos los huevos en la misma cesta, invertir en capital humano y físico.
- Usted pone el foco en la incertidumbre de los sistemas de capitalización. Pero ahora mismo, alguien de mi edad (menor de 40 años) no es que tenga incertidumbre respecto al sistema publico de pensiones... tiene una certidumbre: ya sabe que cuando se jubile no habrá suficientes trabajadores para pagar su pensión. Estos trabajadores pueden decir: 'Sé que el Gobierno obligará a alguien a pagar mi pensión. Pero cada vez tengo más claro que lo que me llegará a mí será muy poco'.
- Lo que usted me dice es 'Si no hacemos nada, el sistema está en quiebra'. Y es verdad. Si no hacemos nada, la siguiente generación puede romper el pacto intergeneracional. Pero al final los sistemas se acaban reformando, queramos o no. Todos sabemos que si las condiciones son muy duras de cumplir se va a romper el pacto intergeneracional. Una reforma es como reescribir el pacto.
Para que el sistema de reparto funcione lo que no puede ser es que mantenga las características que tenía cuando la demografía era otra. Tenemos la suerte de haber visto un gran avance social: la longevidad. Esto es una grandísima noticia. A los 70-80 años la mortalidad ha caído mucho. Pero hay una noticia negativa. Lo que no puedes pretender es dedicar esta vida extra que has ganado sólo al ocio, habrá que dedicar algo al trabajo también. La participación laboral de los trabajadores mayores va a tener que aumentar, porque alguien va a tener que pagar las pensiones.
- Muchas veces, me da la sensación de que aquellos que defienden el modelo de reparto lo hacen porque la transición sería muy complicada. Pero que en el fondo no piensan que sea superior a la capitalización. Usted mismo reconoce en su libro que el modelo chileno ha dado grandes rentabilidades.
- El problema de la transición sería un añadido, pero yo defiendo el sistema de reparto incluso sin tener en cuenta esta cuestión. Aunque [si hubiera que empezar de cero] yo haría uno mixto.
También te digo una cosa, muchos de los que defienden el modelo chileno dicen 'El sistema está muy bien, pero si al final todo el ahorro se hunde porque el cobre se desploma y Chile entra en una guerra con Argentina... ¿Qué pasaría? Entonces el Estado metería un sistema de reparto'. Y a eso yo respondo que entonces me están haciendo trampas. Hay cierta hipocresía cuando los defensores del sistema de capitalización saben que, en el fondo, si hay problemas un Estado no va a dejar sin protección a sus jubilados.
Creo que el sistema de reparto debe ser el pilar y se debe complementar con el otro. Está claro que la pensión media respecto al salario medio va a caer, por lo que la gente debe complementar sus ingresos con una pensión privada. Hay que pensar si queremos que cada uno se lo plantee por su lado o el Gobierno debe obligar a que cada uno aporte a un modelo de capitalización.
- La tesis que usted defiende en su libro es la de un modelo de reparto con cuentas nocionales, algo parecido a lo que hay en Suecia. Con este sistema, cada uno recibe a través de su pensión más o menos lo mismo que aportó. ¿Es así?
- Más o menos. El libro parte de una premisa y es optimista. Sigo pensando que el sistema de reparto es un gran invento, esa idea de asegurar a los jubilados. Si lo piensas bien, es como una familia. En una familia, tú te ocupas de tu padre cuando éste no puede trabajar, luego tus hijos se ocuparán de ti, etc.
Por qué digo que soy optimista. Porque ya se han hecho reformas. La primera reforma cruzó la línea que marcaba que había que dejar de trabajar a los 65 años. Era un poco absurdo porque cuando se introdujo ese límite no más del 30% de la población llegaba a esa edad. Ahora es el 90%.
La segunda reforma, en la que yo tuve el honor de participar en el comité de expertos, planteó que el sistema tiene que ser sostenible. No se pueden pagar las pensiones con cargo a la deuda, porque entonces te cargas las pensiones. Dijimos que los ingresos deberían ser iguales al gasto. Y el Gobierno planteó una ley en la que decía 'Mientras los ingresos sean inferiores al gasto, las pensiones se congelan' [suben sólo un 0,25%]. Ésa es la ley que tenemos hoy en día.
Por lo tanto, se ha generado un incentivo tremendo a reformar el sistema, porque si no se hace nada las pensiones quedarán congeladas para siempre. En ese caso, el que se jubile irá perdiendo capacidad de compra cada año. Eso genera mucha angustia al jubilado, que piensa: 'Si tengo la suerte de vivir hasta los 90 años, ¿qué pensión me va a quedar?' Gestionar un patrimonio menguante en el tiempo y que no sabes cuánto te tiene que durar, porque no sabes cuánto vas a vivir, es ineficiente e injusto.
Mira, hay dos modelos de sistemas de pensiones de reparto: los asistenciales (tipo Beveridge, como en Reino Unido o EEUU) y los contributivos (como el español). En los primeros, te aseguran una pensión de subsistencia, pero muy parecida para todos. La otra opción es mantener la contributividad, que el que cotice más también gane más. Esto además genera incentivos a trabajar. Pero tienes que mantener esta contributividad de una forma que no sea tan injusta como ahora mismo. Ahora te encuentras a personas que han trabajado 40 años y les ha ido mal al final de su vida laboral (han perdido el empleo con 60 años) y cobran pensiones bajísimas cuando habían cotizado muchísimo. La idea es que todas las cotizaciones valgan por igual.
- Sí, pero perdone, en la práctica esto supondrá bajar las pensiones de la mayoría, porque casi todos cotizamos más al final que al principio de nuestra vida activa.
- Las pensiones vamos a tener que bajarlas igual [respecto al salario medio], pero esto es una forma de que la bajada no sea tan injusta. Además, yo no quiero que cada uno se tenga que jubilar a la misma edad. Quizás tú tengas una salud peor que la media o valores más el ocio. Si todas las cotizaciones tienen el mismo peso, en el momento de la jubilación tú le calculas cuánto ha cotizado y le dices: 'Si te jubilas con esta edad te queda una pensión de tanto; si te jubilas dentro de cinco años será de tanto' Y que cada uno decida. Esto el sistema lo aguanta: son los sistemas de cuentas nocionales. Siempre que se actualice y sea proporcional entre lo que cotiza y lo que recibe, no hay ningún problema.
- Habla de sistemas asistenciales y contributivos. El nuestro se vende como contributivo, pero mi sensación es que dentro de veinte años lo será sólo en el nombre. Es decir, la diferencia entre la pensión mínima y la máxima será tan pequeña que en realidad funcionará como uno asistencial.
- Ése es el principal riesgo que tenemos. En el libro apuntamos el peligro de la reforma silenciosa: se congela la pensión máxima mientras que se sube la base máxima de cotización. Eso es transformar el sistema de contributivo a asistencial por la puerta de atrás. La contributividad está en la Constitución. Si lo quieres limitar, tienes que decirlo. Es un camino que se podría tomar, pero me gusta más que exista contributividad, que el trabajador tenga ese incentivo para trabajar. Algunos grupos de izquierda están proponiéndolo, yo creo que sin darse cuenta.
- Incluso con cuentas nocionales, necesitamos más ingresos y el número de trabajadores va a caer. La proporción entre pensión y salarios va a caer y no se está explicando.
- Eso va a acabar ocurriendo, no queda otro remedio. Pero yo puedo complementar mi pensión por las dos vías de las que ya hemos hablado: complementando con un sistema privado o trabajando más tiempo.
- ¿Pero cuánto más tiempo? ¿Cuándo nos vamos a jubilar?
- Si tienes una esperanza de vida de 95 años, ¿de verdad te molesta tanto jubilarte a los 70? Yo creo que vamos a llegar a un escenario flexible. La edad de jubilación va a depender de muchas cosas, como de lo que hayas conseguido ahorrar mientras trabajabas. Además, será más fácil compatibilizar un trabajo con una pensión. Quizás trabajar a jornada reducida y recibir parte de la pensión. El mundo que llega es un mundo en el que el 30% de los habitantes tiene más de 65 años y el 50% tiene más de 50 años. Esto va a cambiar. No somos conscientes. Seguramente, cuando tú tengas 70 años lo normal para ti será trabajar.
- Siempre nos fijamos en el que cobra (el pensionista) pero no tanto en el que paga (el cotizante). Desde la UE y el FMI se nos pide que bajemos cotizaciones para reducir el coste del empleo, ¿es eso posible sin la quiebra?
- El FMI está muy influenciado por el sistema asistencial de EEUU o Reino Unido. Allí, como todo el mundo recibe más o menos lo mismo, me da igual si lo financio con impuestos o con cotizaciones. Pero un sistema contributivo es distinto y normalmente tiene cotizaciones más altas que uno asistencial. Si financias la pensión con el IVA, rompes el principio de contributividad. El que consume, aunque no cotice, dirá ¿yo he contribuido, dónde está mi pensión?
Mira, si yo soy un empresario, cuando valoro lo que me cuesta un trabajador no diferencio entre salario y Seguridad Social. Todo lo paga el trabajador. El FMI está obsesionado con bajar las cotizaciones, pero lo mismo puedes conseguir bajando el IRPF y no pones en peligro el sistema. Con las cotizaciones parece más automático, pero al final el trabajador dirá 'Si te han bajado dos puntos las cotizaciones, págamelos a mí'. No me disgusta la devaluación fiscal, pero hay que tener cuidado con cómo se hace.
- Usted plantea una reforma bastante profunda, ¿cuándo? ¿Es posible políticamente aprobarla ahora mismo?
- Hay que hacerlo cuanto antes. Esperar con las pensiones es muy arriesgado porque la gente tiene que adaptarse. Habría que hacer un cálculo y a las personas de una determinada edad (quizás 50 años, aunque habría que calcularlo) decirles: 'Tu pensión será el máximo que te toque según se calcule con el modelo actual y con el modelo de cuentas nocionales'. Al resto, todo el mundo con cuentas nocionales.
Creo que hemos colocado el tren en la vía con las dos últimas reformas. Una la hizo el PSOE y otra el PP. Las dos reformas han hecho que el tránsito a un sistema nocional sea mucho más fácil que antes. Si no, la única vía para la sosteniblidad sería la congelación de las pensiones. Eso sí, el cambio se tiene que hacer con un gran pacto nacional por las pensiones. Un partido solo, con la oposición del otro sacando ventaja electoral, sería imposible que lo hiciera.