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El mercado laboral de Podemos: prohibir despidos e imponer salarios

La gran sorpresa de las Europeas pide limitar los sueldos, establecer por ley las remuneraciones y maniatar al empresario en su toma de decisiones.

La gran sorpresa de las Europeas pide limitar los sueldos, establecer por ley las remuneraciones y maniatar al empresario en su toma de decisiones.
Pablo Iglesias, en una conferencia I Cordon Press.

Imponer a las empresas los sueldos que tienen que pagar en función de la formación o el cargo de sus trabajadores, limitar salarios por arriba y por abajo, prohibir los despidos, repartir las horas de la jornada laboral, reducir la cohorte de trabajadores o eliminar las empresas de trabajo temporal. Éstas son sólo algunas de las propuestas sobre el mercado laboral del "programa colaborativo" con el que Podemos se ha presentado a las Elecciones Europeas. Y con ellas ha conseguido cinco escaños.

Posiblemente a muchos españoles les tienten los planteamientos de Iglesias y de sus compañeros. Al fin y al cabo, parece que todos cobraríamos más trabajando menos, tendríamos un contrato fijo asegurado y nos jubilaríamos a los 60 años. ¿Quién puede estar en contra? El problema es que todas estas medidas tendrían sus consecuencias. Pero de ellas no se habla nada en las 36 páginas que ocupa el programa.

El paro en Cuba

En el Moscú de mediados del siglo XX, corría un chiste que luego se hizo muy famoso sobre el día a día de los trabajadores en las fábricas soviéticas: "Ellos hacen como que nos pagan y nosotros hacemos como que trabajamos". Ningún tratado político podrá explicar mejor el absurdo de la economía comunista que esta sencilla frase.

En teoría, los países del socialismo real son el paraíso de la clase obrera. De hecho, no hay que viajar cincuenta años atrás y al otro lado del Muro de Berlín. En nuestros días, Cuba o Corea del Norte son dos de los estados con una cifra de desempleo oficial más reducida del planeta. Según el Gobierno de los hermanos Castro, a finales de 2012, la tasa de paro oficial no llegaba al 4%. Estar desempleado es contrarrevolucionario. Otra cosa es para qué les sirve a los cubanos ese teórico nivel de pleno empleo. Un país que en 1959 tenía el doble de renta per cápita que España, hoy es más pobre que Azerbaiyán.

El planteamiento de Podemos (al menos por ahora) no aboga por una economía totalmente estatalizada como la cubana; en parte porque seguramente los españoles no le comprarían esa mercancía. La idea, más bien, es intervenir en el mercado, con propuestas que pueden sonar bien si no se piensa en las consecuencias que tendrían. De igual forma que en Cuba todo parece ir bien si se miran las cifras oficiales de paro y no la vida diaria de los millones de cubanos.

Las propuestas

Así, en lo que hace referencia al mercado de trabajo, las propuestas de Iglesias van dirigidas a controlar por completo las relaciones entre empresarios y empleados. En este aspecto, cumplen con el manual del populismo de izquierdas y derechas: hacer promesas que aparentemente benefician a la mayoría sin que haya nadie perjudicado, salvo un puñado de millonarios o multinacionales. Así, su programa laboral apuesta por:

  • "Incremento significativo del Salario Mínimo Interprofesional". No dice hasta qué cantidad, pero teniendo en cuenta que ahora mismo se sitúa en 645 euros. Una subida significativa podría dejarlo, como mínimo, en unos 1.000 – 1.200 euros mensuales.
  • "Establecimiento de un salario máximo vinculado proporcionalmente al salario mínimo interprofesional". Tampoco hay una cifra concreta, pero en los últimos años, desde organizaciones de izquierda, se ha planteado un rango de 10-12 veces el sueldo mínimo (en Suiza, por ejemplo, se planteó un referéndum en este sentido, aunque ganó el NO). Por lo tanto, se puede intuir que estaríamos hablando de una remuneración máxima de entre 10.000 y 15.000 euros al mes.
  • "Puesta en marcha de medidas encaminadas a garantizar la igualdad salarial no sólo en el caso de puestos de trabajo iguales sino también en relación a trabajos con iguales responsabilidades, igual cualificación, igual formación, etc., combatiendo con políticas activas la discriminación laboral". Esta propuesta está incluida en la parte del programa que hace referencia a la "igualdad" y se supone que va destinada a corregir las supuestas diferencias salariales entre hombres y mujeres, así como cualquier otra discriminación que teóricamente pudiera haber, por ejemplo con inmigrantes, jóvenes o colectivos marginados.

Es fácil ver que la aprobación de estas medidas supondría un cambio radical del mercado laboral español. Aún más si se suman a las demás propuestas de Podemos en este sector de la economía: "reducción de la jornada laboral a 35 horas semanales, jubilación a los 60 años, redistribución equitativa del trabajo o prohibición de los despidos en empresas con beneficios".

Las consecuencias

Como apuntamos antes, puede haber millones de españoles tentados a darle una oportunidad a este programa. Al fin y al cabo, aparentemente supondría una mejora en sus condiciones de vida.

¿Quién puede negarse a un salario mínimo de 1.200 euros? Todos querríamos cobrar al menos eso, nosotros y los que nos rodean. Y ¿quién no puede vivir con 12.000 euros al mes? En teoría, sólo alguien muy egoísta o avaricioso podría querer más mientras sus compatriotas están en paro. Lo mismo puede decirse de la igualdad de sueldos o la prohibición de despidos si hay beneficios. Mucha gente a primera vista pensará que son dos propuestas totalmente justas. Pero, seguramente, no se han detenido a pensar en las consecuencias.

Respecto al Salario Mínimo, una reivindicación clásica en los últimos meses, lo primero que hay que decir es que no corresponde al coste real que soporta una empresa. Como explica Juan Ramón Rallo, sumando impuestos y cotizaciones, un empresario paga al año unos 12.700 euros por un trabajador con salario mínimo de 640 euros (añadiendo el coste del capital llegaríamos a los 14.000 euros). Del mismo modo, y con las subidas de impuestos y cotizaciones que pide Podemos, es fácil concluir que pagar a alguien un neto de 1.000 euros al mes implicaría unos costes anuales para la empresa de cerca de 30.000 euros.

En este punto, la pregunta que hay que hacerse es, ¿aportan todos los trabajadores a sus compañías esta cantidad? ¿Qué gana alguien que contrata por este dinero a un empleado de baja cualificación? El Salario Mínimo afecta especialmente a los trabajadores menos formados y a los que tienen una entrada más difícil en el mercado laboral. Para un joven de 18 años que no ha terminado la ESO o para un parado de 55 años que lleva cinco sin trabajar, lo más importante es encontrar un empleo, demostrar su valía e ir creciendo en el mercado. Pero, ¿qué empresario le contratará si su coste inicial es de 30.000 euros?

Ni siquiera hay que ponerse en la piel de una empresa. Casi todas las familias españolas contratan en su vida diaria servicios de bajo coste, desde la canguro que se queda con los niños una noche, hasta el manitas que hace pequeños arreglos en casa. Si les impusieran una tarifa mínima, ¿qué harían?: pues o bien dejarían de contratar el servicio y se las arreglarían solos (aprenderían a realizar ese trabajo) o pasarían a la economía sumergida (de hecho, por eso muchas de estas actividades ya se realizan en negro, porque no saldría rentable pagar todos los gastos que el Estado reclama).

Pues las empresas harían exactamente lo mismo. De hecho, en algunos sectores ya lo hacen. No es casualidad que precisamente las ocupaciones que menos formación reclaman sean en las que está más extendida la economía sumergida o en las que los empresarios buscan más alternativas que no impliquen contratos.

Por ejemplo, España es un país con una enorme cantidad de autoservicios (desde máquinas para comprar entradas a cajas automáticas en el súper). Comprar y mantener esos aparatos no es barato. Y los clientes suelen preferir la interacción con otra persona. ¿Por qué los empresarios cada vez tiran más de estas máquinas? Pues entre otras muchas cosas porque les sale mucho más rentable que soportar el coste de un trabajador poco cualificado.

Para el salario máximo, probablemente, habría menos unanimidad. Quizás haya más gente que entienda que si un empleado es muy productivo y genera muchos beneficios para su empresa lo lógico es que se lleve la mayor parte. Además, esto repercute sobre el conjunto de la economía. El ejemplo clásico es el de los futbolistas. Si el Real Madrid no puede pagar a Cristiano Ronaldo 10 millones de euros porque hay un canterano que cobra 20.000 euros, lo más probable es que el astro portugués se marche a otra liga en la que sí valoren lo que produce. Es decir, limitando por arriba, no sólo no se beneficia al canterano, sino que se le perjudica, porque su campo de actividad será menos competitivo y generará menos riqueza.

Lo mismo puede decirse para cualquier otro sector. Un salario máximo provocará que muchas empresas internacionales no vengan a España porque no tienen libertad para fijar la remuneración de sus directivos.

Los científicos, investigadores, ingenieros o emprendedores de esa "economía de la innovación" a la que apela el programa de Podemos también tendrán muchos menos incentivos para quedarse en nuestro país. Se habla mucho del problema de "fuga de cerebros", como si limitar el sueldo de estos "cerebros" no fuera a tener ninguna consecuencia en sus decisiones.

Un mercado ‘igualitario’

Si unimos estas dos medidas a las apuntadas anteriormente, mismo sueldo para todos los empleados de la misma categoría profesional y prohibición (o limitación extrema) del despido, queda una foto del mercado laboral que plantea muchas dudas. Sí, sería mucho más igualitario, pero a la baja.

Las relaciones entre empresarios y trabajadores serían incluso más rígidas que ahora. Los primeros no podrían premiar a sus mejores empleados, ni castigar a aquellos que no les sirven para el propósito para el que fueron fichados. Por lo tanto, se lo pensarán muy mucho antes de ampliar su plantilla. ¿Quién va a contratar a un nuevo empleado si sabe que luego no podrá despedirle haga lo que haga y que tendrá que pagarle no en función de su rendimiento, sino de una tabla salarial que fije el Ministerio?

Y por parte del trabajador. ¿Quién va a querer cambiar de trabajo si tiene su puesto asegurado o una altísima indemnización en caso de despido? ¿Qué incentivos tiene para mejorar día a día si no hay diferencias de sueldo o condiciones entre los buenos y los malos empleados? A la mayoría de los trabajadores les gusta hacer bien su trabajo, pero en estas condiciones, la tendencia empuja a dejarse ir y, como mucho, cumplir sin más, no a la excelencia.

La productividad de una economía se juega en el día a día de las empresas. Si las compañías españolas quieren crear empleo deben ser capaces de poner en el mercado bienes y servicios que los consumidores quieran comprar, ya sea porque son de más calidad o porque tienen un precio más bajo que el de sus competidores. Las propuestas de Podemos subirían los costes y es complicado ver cómo aumentarían la productividad (de hecho, todo apunta en sentido opuesto).

Así, los efectos podrían ser los contrarios a los buscados: cierre de empresas, fuga de inversiones, deslocalizaciones… Es la diferencia entre la economía real y las promesas populistas. En Cuba, llevan décadas aprendiendo la lección.

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