Ahorrar compartiendo gastos en un viaje de media distancia, encontrar la casa de tus sueños para ir de vacaciones o pedir un coche para que te recoja en pocos minutos cuando llegas tarde a una reunión. Desde hace unos meses, todas estas actividades son mucho más sencillas. Las nuevas apps colaborativas están revolucionando la forma en la que viajamos, nos alojamos o, incluso, vemos la televisión.
Pero no todo el mundo está contento. Cada una de estas herramientas entra directamente en competencia con un sector tradicional que se ve amenazado. Reinventar las reglas de determinados mercados ha hecho que aquellos que hasta ahora los dominaban se levanten en pie de guerra. Desde los taxistas hasta la patronal de los hoteleros, los afectados se quejan de que ellos tienen que pagar impuestos, formalizar seguros y cumplir con un sinfín de normativas que las nuevas aplicaciones pueden, simplemente, ignorar. Y no es justo, aseguran.
Mientras, estos nuevos negocios se defienden afirmando que lo único que hacen es poner en contacto a usuarios o facilitarles tareas totalmente legales. De esta forma, se multiplican por todo el mundo las demandas ante los tribunales o la presión ante los legisladores para que detengan esta oleada de nuevas apps. Y los políticos dudan. Por un lado, su impulso les lleva a proteger a los grupos de presión tradicionales. Por otro, saben que estas herramientas de internet son tremendamente populares, como demuestra su creciente número de usuarios.
BlaBlacar
Intrusismo laboral. Ésa fue la crítica de la patronal de autobuses contra BlaBlacar. La Federación Nacional Empresarial de Transporte de Autobús (Fenebús) solicitó el cierre "inmediato" de la aplicación que pone en contacto a conductores con asientos libres y pasajeros que necesitan realizar ese mismo trayecto en carretera.
Fenebús consideró que BlaBlacar estaba ejerciendo una actividad "ilegal". Por eso, presentaron cinco escritos de denuncia. Pero sólo recibieron una respuesta de la Dirección General de Tráfico en la que explicaba que "no tenían competencia en este asunto". Vincent Rosso, country manager para España y Portugal de BlaBlacar, explicaba entonces a Libre Mercado que no entendía de dónde venían las quejas de Fenebús. "No hay una ley que diga que es ilegal compartir los gastos del viaje con amigos. Es posible que haya una zona gris, como hubo en Francia y en Alemania. Pero ahora hay una ley que lo regula desde hace tiempo".
El responsable de BlaBlacar explicó que "lo que hacemos es potenciar la movilidad sostenible, es un servicio para las personas que lo que busca es ayudar a las personas". De hecho, dentro de lo que es el Plan de Movilidad Sostenible, figura la opción de compartir coche "como propuesta de futuro y de mejora social".
Uber
Tras BlaBlacar, llegó el turno de Uber, la aplicación que pone en contacto a particulares para contratar trayectos en vehículos privados. Los taxistas de ambos lados del Atlántico se han quejado de lo que ellos llaman "intrusos" . En nuestro país, poco después de iniciar su andadura en Barcelona, la Confederación del Taxi exigió su cierre. Y la Generalidad no tardó mucho en responder. El Gobierno catalán abrió un expediente a la empresa por "supuesta actividad irregular" en el transporte de personas.
Y no sólo en España. Un tribunal de Bruselas prohibió su funcionamiento en el país y amenazó con multas de hasta 10.000 euros a los que se les ocurriese usar la aplicación. Por su parte, en Francia, el gremio del taxi llegó incluso a paralizar el tráfico de París para exigir al Gobierno la suspensión de la aplicación.
Relay Rides
Pero Uber no viaja solo. Otras aplicaciones de transporte -algunas aún no han llegado a España- también están recibiendo numerosas críticas. Una de ellas es RelayRides, que trata de "reinventar la industria de alquiler de coches mundial". La aplicación ofrece coches particulares en alquiler. Permite a los dueños prestar sus coches cuando no los están utilizando; de esta forma, rentabilizan un vehículo que de otra forma estaría en el garaje.
A esta aplicación la acompañan otras como Lyft o SideCar. Algunos estados norteamericanos y países europeos ya han limitado su actividad con reglas estrictas. Entre otros, Londres, Austin , Nueva York y Filadelfia. Por el contrario, en estados como California la regulación permite que estas apps se desarrollen sin mucho problema.
Airbnb
Fuera de la industria del transporte, nos encontramos con Aibnb, una plataforma online de alquiler de viviendas que ofrece desde sofás hasta castillos para estancias cortas. La aplicación permite organizar unas auténticas vacaciones con tan sólo un clic. La plataforma, que nació en EEUU, tiene presencia en varios países del mundo, entre ellos España.
Esta empresa tampoco se salva de las críticas. Este tipo de alojamiento ha levantado ampollas en la Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos (Cehat). Dicen que Airbnb es un servicio alegal y poco transparente a la hora de pagar impuestos. Algo que desmintió el director general de Airbnb para España y Portugal, Jeroen Merchiers, quien afirmó que la empresa siempre ha puesto los medios para que el alquiler de habitaciones fuese, además de rentable, totalmente legal.
Airbnb obliga a hacer los pagos por transferencia, por lo que asegura que es un medio cómodo para que los propietarios puedan dar cuenta de los pagos a Hacienda.
Al otro lado del charco, sobre todo en Nueva York y San Francisco, la aplicación también ha encontrado sus detractores. Airbnb ha sido criticado por Eric Schneiderman, el mismísimo fiscal general de Nueva York, que los acusa de ser una tapadera para hoteles de bajo coste que ofrecen sus habitaciones como si fueran particulares.
A pesar de estas noticias, la compañía norteamericana ha logrado en España en tan sólo dos años tener más de 45.000 espacios registrados. Este crecimiento se demuestra en cifras: Airbnb ha conseguido entre 450 millones y 500 millones de dólares de diversas sociedades de inversión, que han valorado la start up dedicada al alojamiento entre particulares en unos 10.000 millones de dólares.
Aereo
Otra de estas rebeldes que ha desafiado a los negocios tradicionales ha sido Aereo. La empresa, creada por Chet Kanojia, fabrica antenas diminutas que recogen los canales retransmitidos gratis en EEUU. Por 8 dólares al mes puedes alquilar una antena que transmite directamente a un ordenador o móvil.
La existencia de una antena individual para cada usuario es lo que distingue Aereo de los servicios clásicos de streaming. Este servicio es más rentable que los 100 dólares o más que se paga por la televisión por cable.
Cuatro emisoras se unieron para demandar a Aereo el año pasado, argumentando que los amenazaba con "pérdidas sustanciales irremediables". El Juzgado de Nueva York se puso del lado de Kanojia, pero las cadenas apelaron y su futuro se decidirá en las próximas semanas en el Tribunal Supremo.