O como suelen decir los más castizos, "estaba cantado". Lo que ocurre es que en este país nuestro, por mucho que pase, nunca pasa nada; ahí radica el origen de todos los problemas. El de Catalunya Banc es un caso para los investigadores de la historia financiera de España. Constituye una suma de despropósitos, de errores y de algo más, que no se explica que se pueda pasar de puntillas, sin entrar abiertamente en denuncias, en responsabilidades y en resoluciones ejemplares.
Que ese híbrido conglomerado de cajas catalanas que conforman el llamado Catalunya Banc no tenía solución, porque tampoco la tenían las cajas conglomeradas, era un hecho a todas luces evidente. Por eso era un fraude a la sociedad española amontonar dinero en ayuda del mencionado banco. Estoy de acuerdo en que entre los gestores responsables de la debacle se encontraban, como se suele decir, personas de gran valía, de fino sentido empresarial y muy comprometidos con el buen hacer, tan consagrado en el empresariado español. Pero "del dicho al hecho media un gran trecho", reza el refranero. Empresarios, acreedores con todos los pronunciamientos favorables, los hay en todo el territorio nacional. Son ejemplos, estos sí, de buen hacer empresarial, de honestidad, de esfuerzo para crear riqueza y empleo; suelen pretender pasar inadvertidos porque su vida no es mediática sino austera en medios y abundante en entrega para un fin socialmente deseable.
Frente a estos, también a lo largo y ancho de la geografía nacional, abundan los que de forma ostentosa se incluyen en la flor del empresariado, cuyas vidas han sido pródigas en despidos, en quiebras, en fraudes, en evasiones impositivas, en cierres empresariales. Unos han sido ministros, otros no; unos han manejado dinero público (aprendizaje peligroso), otros recursos privados; todos ellos con una característica común: el fracaso generalizado en su actividad como gestores.
Dar 12.000 millones a Catalunya Banc era como tirar ese dinero a la basura: se dijo por activa y por pasiva en aquel momento; pero había un interés político (de quién, no lo sé, y prefiero no averiguarlo) en que así fuera. Pues allí metió el FROB los recursos para el salvamento y la basura sigue en sus balances. Ahora, la gestión del susodicho FROB (no olvidemos que las siglas significan "reestructuración ordenada") está dispuesto a premiar con mil quinientos millones más a quien ose hacerse cargo de la entidad. A esto se le puede llamar de cualquier forma menos reestructuración ordenada bancaria.
¿Es posible que el Fondo no lo viera? Lo dudo, pero el gestor del mismo sigue buscando resquicios para ayudar a quien no merece ser ayudado. ¡Cuánto habríamos ganado si simplemente se hubieran garantizado los depósitos! A ello es a lo único a lo que el sistema estaba comprometido.