José Piñera es un referente mundial en materia de pensiones. No es de extrañar si se tiene en cuenta que fue el artífice del modelo de pensiones de capitalización individual implantado en Chile en 1980, cuando ocupaba el cargo de ministro de Trabajo. En una entrevista emitida este jueves en la sección económica de En Casa de Herrero, en esRadio, Piñera, de visita en Madrid para asistir al Free Market Road Show organizado por el Instituto Juan de Mariana, ha explicado los principales problemas y desafíos a los que se enfrentan los sistemas públicos de reparto en los países desarrollados y las grandes ventajas de capitalizar las pensiones, junto a Juan Ramón Rallo, John Müller y Diego Sánchez de la Cruz.
"Hace 35 años, Chile tenía un modelo de pensiones quebrado, como está el de España y el de la mayoría de países del mundo". El problema, según Piñera, es que el sistema de reparto, ideado por el Canciller de Hierro prusiano Otto von Bismarck, parte de una "idea equivocada", consistente en aplicar un impuesto al trabajo para financiar las pensiones de las personas que lleguen a los 65 años.
"El problema es que en los tiempos de Bismarck el prusiano vivía de media 45 años, de modo que fue un genio político, porque creó un sistema que ofrecía beneficios a personas que podrían llegar a 65 años, pero casi nadie llegaba, por lo que pudo financiarlo con un impuesto al trabajo bajísimo".
Pero Piñera añade que, en realidad, lo que hizo Bismarck fue crear un "programa semilla del Estado del Bienestar exagerado, que es aquel Estado en el que tus beneficios no dependen de tus contribuciones porque, desde entonces, las leyes que definen los beneficios de un sistema de pensiones son distintas de las leyes que definen la contribuciones del trabajador o del empleador. Rompió ese enlace esencial que debe existir en un programa público de gran envergadura, entre lo que se aporta y lo que se recibe, entre el esfuerzo y la recompensa".
"Y mi visión histórica es que cuando se rompe ese enlace esencial, se detruyen todos los incentivos y, por el contrario, aparecen incentivos perversos", aclara, tales como tratar de jubilarse antes o cobrar la pensión máxima mediante huelgas y presiones de todo tipo, al tiempo que se trata de pagar lo mínimo posible -economía sumergida, etc.-, lo cual, sumado al "tsunami demográfico" -creciente envejecimiento y baja tasa de natalidad-, conducen de forma inevitable a la quiebra del sistema. "Y eso es lo que sucedió en Chile".
Piñera explica que, cuando fue nombrado ministro, aprovechó esa oportunidad para "hacer lo correcto: pasar del paradigma de Bismarck a uno basado en el ahorro personal". Este cambio ha permitido "a todos los trabajadores chilenos colocar sus contribuciones, que antes iban a este hoyo negro que es el sistema de pensiones de reparto, en una cuenta personal de ahorro" para que pudiera beneficiarse del milagro del interés compuesto, convirtiéndose así en "un propietario, un pequeño capitalista".
Una de las múltiples ventajas de este sistema, más allá de su elevada rentabilidad, garantizando con ello pensiones mucho más altas para los jubilados, radica en los positivos incentivos que genera, como "ahorrar más, trabajar más, aportar más, etc.", indica.
Gracias a esta reforma, "todos los trabajadores chilenos son propietarios de su ahorro. Desde la presidenta de Chile hasta el que gana el salario mínimo tiene su libreta de pensiones", de modo que su futura pensión dependerá del ahorro acumulado a lo largo de su vida laboral. Además, para quienes llegan a la jubilación sin un capital suficiente para cobrar una pensión básica, existe una red estatal que garantiza unos recursos mínimos. Pero la cuestión es que "la inmensa mayoría de los chilenos van a tener una pensión derivada de su cuenta de ahorro personal", destaca.
Los fondos son transparentes, muy diversificados y seguros. Prueba de ello es que, pese a la profunda crisis financiera que ha sacudido a los mercados mundiales desde 2008, dichos fondos están hoy en máximos históricos. "Los trabajadores no han perdido nada". De hecho, Piñera enfatiza que el sistema, tras 33 años operando, ofrece una rentabilidad promedio del 8,7% anual por encima de la inflación.
Pero, más allá de las ganancias concretas, muy elevadas para todos los trabajadores chilenos, la gran ventaja del sistema es que "tu pensión dependa de tus aportes" y no de lo que decida el cuerpo político de turno, indica. "Los trabajadores chilenos son dueños de un pedacito de China Mobile, de Samsung, de Coca-Cola, de Apple... Una fraccioncita de todas las mejores empresas del mundo".
Además, cabe tener en cuenta que las aportaciones obligatorias mínimas al sistema chileno se sitúan en el 10% del sueldo de los trabajadores, lo cual contrasta con el 36% de coste obligatorio que imponen las cotizaciones sociales en España.
Por último, Piñera explica que el sistema de capitalización permite la creación de riqueza. El ahorro acumulado por los trabajadores asciende a 200.000 millones de dólares, equivalente al 70% del PIB del país, así que "Chile, en vez de tener una deuda de pensiones de varias veces el PIB, tiene un activo de los trabajadores gigantesco, creado por el mercado de capitales dinámico, y que, a su vez, ha financiado los proyectos de inversión en vivienda, infraestructuras, carreteras, proyectos mineros, etc.", que ha llevado a que Chile crezca al doble de su tasa de crecimiento histórica. "Y lo que elimina la pobreza es crecer al 7% al año", recuerda. En este sentido, Piñera añade que hace apenas tres décadas, el PIB per cápita de Chile era de 4.000 dólares al año y ahora supera los 20.000 dólares, al nivel de Portugal.
Por último, sobre la situación económica de España, Piñera afirma lo siguiente: "Yo creo en España, es un país con enorme potencial, pero hay que cambiar el mercado laboral de una manera radical", al igual que el sistema de pensiones, más allá de los ajustes "cosméticos" aprobados por el Gobierno, y apostar firmemente por un modelo de capitalización, porque "España tiene capital humano, tiene activos extraordinarios, pero malas políticas públicas en áreas clave".