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Asís Tímermans

Lagares contra Lagares

Lagares afirmaba que la reducción de déficit debía alcanzarse actuando exclusivamente sobre el gasto, y abogaba por rebajar éste hasta el 38% del PIB.

Debería descartarse de inmediato que una próxima reforma de los impuestos en España tomase como objetivo primario el aumento de la recaudación mediante la subida de tarifas, pues esas subidas podrían poner en peligro la consecución del objetivo del crecimiento y empleo.

Manuel Lagares, 2011, en Hacia una nueva política económica española (Alianza Editorial)

Hace un par de años, un amigo me regaló un libro: Hacia una nueva política económica española. Diagnóstico, desafíos, estrategias. Lo editaba Equipo Económico, antaño Montoro y Asociados. "El valor de este libro" –sentenció mi amigo– "es que contiene la política económica que se va a desarrollar en España en los próximos dos años". Lo leí. Y lo guardé.

Lo prologaba el propio Cristóbal Montoro. Difícil imaginar algo más parecido a un programa económico oficial del PP. Escribían reconocidos expertos económicos: Feito, Sagardoy, Folgado, Claudio Boada… E incluía a dos de los que serían firmantes de la conocida como "Comisión Lagares": Francisco Fernández y…. ¡Manuel Lagares! Una joya. Y, quizá, una bomba.

En su capítulo, titulado Una reforma fiscal para crecer y crear empleo, Lagares proclamaba la reforma fiscal como parte de una política económica cuyos objetivos fundamentales debían ser crecimiento y empleo. Y excluía expresamente, por dañino, que la reducción del déficit pudiese provenir de un aumento de los impuestos.

Es más. Lagares afirmaba rotundamente que tal reducción de déficit público debía alcanzarse actuando exclusivamente sobre el gasto público. Y abogaba por rebajar éste hasta alcanzar un 38% del PIB. Exponía que la experiencia reciente demostraba que hacerlo era posible y deseable.

¿Se equivocaba Lagares? No. Sus palabras fueron proféticas. Pese a que el déficit público sigue en un nivel intolerable y peligroso –como no se cansó de denunciar David Taguas hasta el último día de su vida–, su reducción se ha basado fundamentalmente en el aumento de la presión fiscal. ¿Efecto? Menos crecimiento y más paro. El Efecto Lagares, si me permiten la broma.

Pocas veces hubiera estado más justificado el clásico "os lo advertí". O, de forma más elegante, el insigne Profesor podría haber comenzado así su reciente informe:

En contra de las propuestas que algunos expertos formulamos hace dos años, el Gobierno no acometió una imprescindible reducción del gasto público y elevó los impuestos, dificultando la recuperación, reduciendo nuestras posibilidades de crecimiento y contribuyendo a un dramático nivel de paro. Las medidas que se propugnan en este informe deben implicar una severa reducción de las cargas fiscales, precisando un previo, urgente e intenso programa de reducción del gasto público y liberalización y dinamización de la economía en su conjunto que aligere las terribles losas que soporta nuestro sector productivo.

Pero no. Los expertos encabezados por Manuel Lagares han elaborado un trabajado informe –algunos de cuyos aspectos ya apuntó el profesor en 2011– en circunstancias distintas a las que existían cuando se publicó aquel libro. No se ha reducido el gasto público y el déficit lo ha hecho de forma muy insuficiente, apoyándose en una generalizada subida de impuestos que ha tenido los efectos devastadores sobre paro y crecimiento que Lagares pronosticó.

Además, las instrucciones del Gobierno a la Comisión impedían plantear toda reforma que implicase una reducción de la recaudación fiscal. Por supuesto, de plantear una previa o simultánea reducción del gasto público y liberalización de los mercados, ni hablar. Eso es cosa de peligrosos zapateristas, como David Taguas.

Manuel Lagares es un hombre de Estado en el mejor sentido de la expresión. Un profesor y un profesional cuyo prestigio nadie discute. Y una magnífica persona sin intenciones ocultas ni ambiciones confesables. Por ello, es humilde, como suelen ser los grandes hombres. Pero no se ve a sí mismo planteando un órdago. Tiene vocación de servicio.

Considera que callar lo evidente y plantear una reforma fiscal con tales limitaciones es un servicio al Estado. Se equivoca o se resigna. Este Gobierno o el que viene solo buscará coartadas. No quieren liberar a España de las losas del intervencionismo, la ingeniería social y el pacto implícito de toda una clase política para mantener un Estado a su conveniencia y al margen de la de los españoles. La losa son ellos.

El Gobierno usará a estos expertos como coartada para avalar sus políticas. Ya han empezado. Alguna de las asfixiantes normas tributarias vigentes o previstas se presentarán como mal menor frente a las duras pretensiones de los "expertos". En eso valoran su trabajo. En nada. Lagares, hombre entrañable, debería meditar. Me atrevo a recomendarle que, durante unos minutos, pruebe a comportarse como el "antisistema" en el que el actual régimen ha convertido a todo experto sensato. Que suba al estrado sonriendo y, con su libro de 2011 en la mano, le diga a Montoro sin temor: "Os avisé".

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