Ya en cierta ocasión les hablé de Rajoy y de su orwelliano cumplimiento de los objetivos de reducción del déficit. Sin embargo, a la vista de las declaraciones que su ministro de Hacienda ha hecho este lunes, al inaugurar las XVIII Jornadas de Presupuestación, Contabilidad y Gasto Público, creo que sería más oportuno hablar del "fariseo temor al déficit".
Y es que el mismo día en que hemos sabido que la deuda pública alcanzó en 2013 el nivel más alto de los últimos cien años, al ministro de Hacienda no se le ha ocurrido otra cosa que evocar a Echegaray y decirnos:
Al igual que el creyente teme a Dios, el ministro de Hacienda tiene santo temor al déficit.
Teniendo presente que llegó al Gobierno con la promesa de situar en 2012 el déficit público por debajo del 4,4% y que no ha cumplido ni siquiera los objetivos mucho más laxos que paulatinamente fue estableciendo con la excusa del agujero dejado por Zapatero, el supuesto temor de Montoro por el desequilibrio presupuestario ha brillado y sigue brillando por su ausencia.
¿Cómo tiene el cuajo de decirnos que "no gastar ni un euro más de lo presupuestado es el único camino para volver a ser un país respetado y fiable", si él, junto con Rajoy, es el máximo responsable de que nuestra deuda soberana se haya incrementado a razón de 400 millones de euros al día?
A la vista del discurso de investidura de Rajoy y de que sólo pretendía reducir la deuda pública al 60 por ciento del PIB en 2020, ya consideré que íbamos a asistir a un ejercicio muy vago de austeridad. Sin embargo, y dado que el Gobierno ha incrementado la deuda hasta cerca del 100% de nuestro PIB, a una velocidad como ninguno otro lo ha hecho en la historia, a lo que asistimos es a un monumental ejercicio de fariseísmo político.
La hipocresía se ha convertido, ciertamente, en el rasgo más característico de la política económica de este Gobierno. Predica lo que no practica, lo cual tiene efectos devastadores en una opinión pública absolutamente desorientada. Eso, por no hablar de diagnósticos de situación como los de Rajoy al considerar que el sector público no es una losa ni está sobredimensionado, que ponen en valor las ideas del supuesto adversario político y que no dan esperanzas de solución, al no quererse ver la existencia misma del problema. No nos extrañe que al final la austeridad y el santo temor al déficit acaben no sólo cornudos sino apaleados.
Ay, si Echegaray levantara la cabeza…