En la historia del cine hay pocos personajes más entrañables que el de George Bailey. Quién no ha querido alguna vez vivir en Bedford Falls, tener una mujer como Donna Reed y tener cientos de amigos dispuestos a rascarse el bolsillo para ayudarte a salir de un apuro. Quizás también tenga algo que ver la cara de bueno de James Stewart, pero es imposible que a uno no se le encoja el corazón cuando se acerca al puente y piensa si no sería mejor que no hubiese vivido.
Ben Bernanke también es fan de ¡Qué bello es vivir! No sólo eso. El último presidente de la Reserva Federal recurre a la maravillosa película de Frank Capra para explicar por qué la Fed se equivocó en 1929 y ha acertado en esta última crisis. Tampoco es que en esto haya sido demasiado imaginativo. La historia de George es el recurso más clásico para explicar lo que ocurre es los pánicos financieros. Y como además termina bien, pues mejor que mejor.
En estos días, coincidiendo con su relevo al frente del organismo supervisor, Bernanke publica un libro que no es tal: Mis años en la Reserva Federal. En realidad, se trata de cuatro conferencias que ofreció en la Universidad George Washington en marzo de 2002 y que se han integrado en un único volumen. Y lo que ha salido es un libro cortito (apenas 188 páginas muy generosas, con letra grande y muchos gráficos), muy entretenido para la materia que trata y muy didáctico. Es un relato en primera persona de la última década en una de las instituciones más importantes del planeta. De hecho, es incluso algo más, porque incluye una exhaustiva explicación de su concepto de banco central, de la evolución de éste en el último siglo y de su papel para evitar futuras crisis. Para cualquier interesado en la materia, es casi de obligada lectura.
Eso sí, que sea didáctico no implica que todo haya que creérselo. Aunque da la sensación de que Ben es sincero en casi todo lo que dice. El problema no es que mienta conscientemente (eso sólo él lo sabrá), sino que mientras uno lee el libro tiene la sensación de que todas sus palabras tienen como único objetivo la exculpación de quien las pronuncia. Sí, hubo crisis financiera y colapso de la economía. Sí, la Fed era la encargada de evitar que esto ocurriera. Sí, formó parte del equipo directivo de la Reserva Federal desde 2002. Y sí, la dirigió desde 2006. Pero nada de lo que ocurrió tiene que ver con él. Es la versión financiera del "A mí que me registren".
Por eso la peor parte del libro, la menos creíble, probablemente sea el capítulo 2, en el que explica cómo se llegó a esta situación. Si el mandato de la Fed era, como el propio Bernanke admite, "mantener la estabilidad financiera, monetaria y económica", está claro que no lo consiguió. Y ese fracaso no se puede despachar con un par de alusiones genéricas a la falta de control sobre el sector financiero o la mala implementación de las normas existentes. Pero no hay más. Esa es toda la explicación de Bernanke.
Quizás por eso mismo la mejor parte sea el capítulo 3, en el que explica cómo reaccionó al colapso que amenazaba la economía mundial en el otoño de 2008. Como explicaba este martes el profesor Rallo, en esos tres meses estuvo lo mejor de Bernanke. Y él parece saberlo. Su explicación de las malas prácticas hipotecarias que llevaron a la crisis subprime (excelentes las dos fotos con publicidad de bancos que prácticamente te aseguraban que podías comprar cualquier casa que quisieras) es excelente; el relato de los días que antecedieron y siguieron a la caída de Lehman Brothers, muy clarificador.
Pero lo más preocupante es cómo explica su legado. Si hay algo que inquieta de la era post-Bernanke son las consecuencias que tendrán sus políticas de expansión monetaria. En la página 95, un estudiante de los que acudían a las conferencias le pregunta por la inflación. Y Helicóptero (el apodo que se ha ganado con su apetito por la impresión de dinero fácil) sólo puede apelar a la "confianza". Nada más:
En un mundo en el cual la inflación se mantiene baja año tras año, la gente confía cada vez más en que el banco central cumplirá con su cometido de mantener baja la inflación. Resulta asombroso que, a pesar de haber sufrido cambios en el precio del petróleo y otros altibajos económicos, una profunda recesión y una crisis financiera, las expectativas de inflación se hayan controlado en torno al 2%, que es la cifra que trata de alcanzar la Fed.
Pero esto apenas es una nubecilla en el horizonte. Porque Bernanke, en definitiva, es el hombre que salvó a George Bailey. Por eso se va del número 20 de Constitution Avenue, en Washington DC, con la conciencia tranquila. Es lógico. Está convencido de que ha ayudado al tipo más entrañable del mundo a evitar la quiebra. Bueno, a él no, pero sí a sus sucesores, y a sus vecinos, y a usted mismo, aunque no lo sepa. Con esa creencia, seguro que puede volver a la universidad siendo plenamente feliz. ¡Qué bello es vivir!
Ben Bernanke, Mis años en la Reserva Federal, Deusto, Barcelona, 2014, 188 páginas.