Mucho se ha hablado sobre la visión económica del Papa Francisco. A los pocos días de su nombramiento se filtró por la red una entrevista falsa en la que el pontífice se declaraba partidario del capitalismo. El paso del tiempo ha demostrado que, en realidad, el religioso argentino tiene cierta aversión hacia la economía de mercado.
La postura del Papa Francisco ha reabierto viejos debates filosóficos y teológicos sobre la relación entre cristianismo y capitalismo. Lamentablemente, estas reflexiones no siempre consideran datos concretos que nos dan una idea del progreso social y económico experimentado desde el auge del capitalismo hace varios siglos.
De entrada, podemos fijarnos en la evolución del PIB per cápita mundial. Este indicador apenas ha mejorado a lo largo de la Historia, con la salvedad de los últimos dos siglos y medio. Así, como muestra la gráfica que sigue, desde mediados del siglo XVIII hasta hoy se aprecia un salto intenso y significativo.
Esa expansión del PIB global per cápita no obedece a un progreso homogéneo. Como vemos en la siguiente gráfica, el crecimiento del PIB per cápita ha tenido una intensidad mucho mayor en EEUU y Europa que en el resto del mundo, si bien los demás países también han experimentado un avance muy importante en el periodo observado.
Esta mejora del ingreso per cápita se ha traducido en una reducción significativa de la tasa mundial de pobreza, que se ha reducido un 80% en las últimas décadas, pasando del 27% al 5% entre 1970 y 2005.
Laurence Chandy y Geoffrey Gertz han actualizado estos cálculos para considerar el periodo comprendido entre 2005 y 2010. A lo largo de dicho lustro, y a pesar de la Gran Recesión que sufren las principales economías, el número de personas bajo la línea de pobreza cayó de 1.300 a 900 millones de personas, una reducción sin precedentes para un periodo tan breve. El proceso de reducción de la pobreza es cada vez más rápido.
Pero la mejora del ingreso per cápìta y la reducción de la pobreza en el mundo no han sido fenómenos aislados, sino que han ido de la mano de un aumento significativo de la esperanza de vida. Así lo explica el doctor sueco Hans Rosling:
Otros indicadores de desarrollo confirman esta evolución positiva. Por ejemplo, la mortalidad infantil ha experimentado un descenso notable en las últimas décadas. Si en 1960 se registraban niveles de 108 fallecimientos por cada 1.000 niños nacidos, los datos de 2011 dejaban este indicador en una media mundial de 28. La caída es superior al 75%.
Incluso si nos fijamos en algunos de los países más pobres del mundo, encontramos noticias para el optimismo. Si agrupamos a los cinco países con menor ingreso per cápita (Malawi, Congo, Somalia, Burundi y Nigeria), la caída de la mortalidad infantil es del 40%. El dato es aún mejor excluyendo a Somalia, ya que en dicho país no se han producido avances notables mientras que Malawi, Congo, Burundi y Nigeria ven mejoras del 76,5%, 32%, 37% y 52% a lo largo del periodo comprendido entre 1970 y 2010.
Si atendemos a la alimentación, las noticias también son esperanzadoras. El consumo diario medio de calorías crece de 2.575 en 1991 a 2.755 en 2007, según los datos de la FAO. También The Economist ha tratado recientemente de esta cuestión, señalando la tendencia a mejor que se observa en las últimas décadas.
En el campo medioambiental, también encontramos signos de mejora que desmienten la supuesta relación entre capitalismo y contaminación. Por ejemplo, las emisiones per cápita de CO2 se reducen de 10,43 a 8,4 toneladas métricas entre 1990 y 2009. Si hablamos del porcentaje de personas que tienen acceso al agua potable, de nuevo hay motivos para la esperanza: este indicador crece del 80% al 86% entre 1990 y 2006.
Otro indicador de interés se refiere al número de horas trabajadas. La media anual cae de 2.300 horas en 1950 a 1.800 horas en 2011. También la educación es otro campo en el que encontramos buenas noticias. Los años de aprendizaje primario y secundario que puede esperar un niño han subido de 9,5 a 12,3 entre 1980 y 2011.
Un mundo más seguro
Este progreso se da en un contexto de menos violencia, tal y como demuestran los trabajos de Steven Piker:
En el siglo XX, pese a todas las guerras y los genocidios, la ratio de muertes fue 9 veces menor que en los tiempos de las guerras tribales. En la Europa de la Edad Media, la ratio de asesinatos era 30 veces mayor que hoy en día. La esclavitud, la tortura y las ejecuciones fueron algo normal durante siglos pero hoy son una rareza. Las guerras entre países desarrollados y democracias han desaparecido; los conflictos armados van a menos y se cobran menos víctimas. Además, caen en todo el mundo las violaciones, los crímenes de odio, las protestas mortales, el abuso a menores, etc.
También se aprecia un cambio positivo en la seguridad laboral. En 1999 se produjeron 7,8 millones de accidentes laborales en el mundo, mientras que en 2008 este indicador había bajado hasta los 4,9 millones.
La libertad económica va a más
Todos estos avances se han producido en un contexto de creciente liberalización económica. Desde 1980, el Índice de Libertad Económica del Instituto Fraser ha visto subir su puntuación global del 5,3 al 6,8. Por su parte, la clasificación de libertad económica de The Wall Street Journal y la Fundación Heritage también muestra una línea ascendente.