Es habitual escuchar alegatos a favor de aumentar los impuestos "a los ricos". Menos común es que estos pedidos obedezcan a la lógica económica y fiscal. Un buen ejemplo lo tenemos en España, donde suele afirmarse que las rentas altas torean al fisco. La realidad es otra. Por ejemplo, los datos de la Agencia Tributaria nos recuerdan que Hacienda consigue más del 60% de la recaudación por IRPF de las rentas altas.
Pese a ello, nuestro país ha consolidado en los últimos años todo tipo de alzas impositivas destinadas a castigar a las personas de mayores ingresos. La estrategia suele centrarse en confiscar un porcentaje mayor de los ingresos personales o empresariales. No obstante, también se ponen encima de la mesa otro tipo de propuestas fiscales.
Una reivindicación muy común pasa por gravar el consumo de bienes de lujo. Se pretende que la compra de un vehículo deportivo, un yate o una mansión implique un pago adicional al Estado. Diferentes partidos políticos llevan tiempo defendiendo esta reforma fiscal:
- ERC pide que estos bienes paguen un IVA del 33%.
- Izquierda Unida también se muestra a favor de aprobar esta subida impositiva. Este tipo impositivo del 33% para ciertos artículos existió entre 1986 y 1991, bajo el Gobierno de Felipe González.
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UPyD defiende la creación de un "impuesto al lujo", tal y como vemos en su programa electoral de las Elecciones Generales de 2011. Más recientemente, la formación magenta ha pedido instaurar un recargo del 50% en el impuesto por adquisición de vehículos valorados en más de 30.000 euros.
En EEUU, el Nobel de Economía Paul Krugman también se ha quejado de que "se vuelven a ver mansiones, aviones privados, yates…". En esta línea, no se ha mostrado a favor de un impuesto al lujo, pero sí ha pedido subir el Impuesto sobre la Renta hasta un tipo máximo del 91%.
Las consecuencias no esperadas
El Blog Salmón apunta algunas dudas de partida que los entusiastas de estos artificios tributarios no parecen tener muy en cuenta:
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Es difícil definir qué es lujo y qué no. Por ejemplo, puede que consideremos que un yate de 100.000 euros entra en esta categoría… ¿pero qué pasa si su propietario reside en la embarcación y no posee una vivienda?
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El precio como valor absoluto no es una buena indicación. Por ejemplo, una botella de vino de 100 euros es sin duda costosa, pero está al alcance de muchos bolsillos.
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La libertad de comercio en la UE anularía el efecto de este gravamen, ya que el recargo extra exigido en España podría ser vulnerado comprando el mismo artículo en Francia, Italia, Portugal, Reino Unido… Con las nuevas tecnologías, es posible que esa compra la hagamos sin siquiera salir de nuestra casa, lo que facilitaría la elusión del tributo.
Hay que añadir más consideraciones. Por ejemplo, en el caso de los vehículos de alta gama, su factura tributaria ya es más alta debido a los tipos del impuesto de matriculación aplicados. Así, matricular un Ferrari 458 Italia implica pagar al Fisco un 35,75%, no un 21%.
A todo lo anterior se une otro aspecto no advertido, pero fundamental: el impacto sobre el empleo y la actividad económica. Perseguir la compra de bienes y servicios de lujo implica deprimir la actividad de numerosas empresas. Esto se traduce en una reducción de beneficios que, a su vez, lleva a una reducción de plantillas. El círculo vicioso va a más si consideramos que esos despidos generarán un mayor gasto público debido al subsidio de desempleo.
Ted Kennedy y el impuesto a los yates
Peor aún, ya que quienes más sufren el impacto de estos gravámenes son los trabajadores que producen estos bienes. Un buen ejemplo lo tenemos en Estados Unidos. En los años 90, el país norteamericano aprobó un impuesto especial del 10% aplicado a la compra de yates por más de $100.000 dólares.
En este sector estaban ocupados muchos trabajadores de ingresos modestos. Aquel gravamen también pretendía castigar la compra de coches, joyas, aviones privados… El legislador demócrata Ted Kennedy impulsó esta propuesta fiscal, pero la subida tributaria duró poco. Solamente en la industria de los yates, se dieron desplomes de ventas de hasta el 77%.
El New York Times explicó que el empleo en el sector de los yates y las embarcaciones de lujo cayó de 600.000 a 400.000 personas después de la introducción de este tributo. Los precios de los barcos se resintieron notablemente (una deflación de hasta el 50%) y las empresas que siguieron en pie se salvaron principalmente por las exportaciones.
Empresarios del sector como los hermanos Healey dejaron su trabajo y se fueron a Washington para representar los intereses de la industria ante los políticos estadounidenses. Las labores de cabildeo y lobby fueron encauzadas por los propios afectados, no por despachos de especialistas. Por suerte, el esfuerzo llegó a buen puerto y el gravamen acabó siendo retirado. Mientras se aplicó, recaudó cientos de millones por debajo de lo esperado y generó una intensa destrucción de empleo.
Italia ha vivido una experiencia similar más recientemente. Durante esta crisis se aprobó un impuesto a los yates que imponía una tasa por cada año de utilización. Este tributo podía ser de 800 euros para embarcaciones pequeñas, pero llegaba a 4.400 euros en el caso de barcos de entre 20 y 24 metros de eslora. Peor aún era la situación de los grandes yates: desde los 64 metros de largo, el pago al fisco era de 25.000 euros.
Según explicó Roberto Fusco en The Economist, "los propietarios del 20% de los barcos eligieron no renovar sus permisos para así evitar este tributo. Las ventas de combustible en los puertos registraron caídas de hasta el 40%. En playas cercanas a Roma detectamos caídas de negocio cercanas al 50%". Por supuesto, esto se tradujo en destrucción de empleo, menor recaudación, etc.
El mercado del lujo en España
A nivel global, los estudios de la Fondazione de Altagamma cifran el mercado del lujo en los 680.000 millones de euros. Un 30% entra en la categoría del lujo personal: cosméticos, moda, accesorios, relojes, joyas, vinos, hoteles, restaurantes, mobiliario, yates y automóviles.
Europa supone el 38% de este mercado pero ¿cuál es la realidad a nivel español? El Observatorio del Mercado Premium y los Productos de Prestigio, constituido por IE Business School y dirigido por María Eugenia Girón tiene la respuesta:
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El mercado del lujo mueve en España alrededor de 5.000 millones de euros cada año. El gasto per cápita en este sector es de 116 euros, por lo que no hablamos de una profundidad excesiva.
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Entre los consumidores nacionales, el 30% de las compras proviene de hogares con ingresos totales de entre 45.000 y 100.000 euros. Hablamos de clientes que no recurren a estos bienes y servicios de forma rutinaria, sino en ocasiones especiales.
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Los grandes patrimonios apenas suman el 10% del mercado del lujo, si bien el gasto medio de estos compradores es elevado.
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Los turistas sostienen estos niveles de facturación, convirtiéndose ya en el 30% del mercado. Este porcentaje es superior al 40% en Francia o Italia, por lo que aún hay mucho margen de crecimiento.
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En 2012, los visitantes llegados de fuera de nuestras fronteras aumentaron su gasto en artículos de lujo un 22%, compensando así el descenso de ventas domésticas, estimado en el 7%.
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Los turistas más apetecibles para este mercado llegan de países asiáticos, Rusia, Brasil y México.
Quienes proponen este gravamen a través de plataformas como Change.org afirman que la recaudación obtenida "permitiría bajar el IVA" a niveles de 2011, eliminando así la subida aprobada por la Administración Rajoy en 2013. Sin embargo, un vistazo sereno a los números muestra que esta afirmación es un disparate, ya que gravar a este mercado como proponen ERC, IU o UPyD generaría un máximo de 300 millones de euros, tal y como indican los cálculos más generosos de Actibva.
Eso sí, hablamos de un juego de suma cero, y por tanto los ingresos extra del Estado implicarían menos dinero para el sector del lujo. Como ya hemos visto, esto se traduciría en menos empleo y menos actividad económica. Las ramificaciones llegarían a sectores como el turístico o el publicitario. En suma, el coste fiscal derivado de este empobrecimiento podría anular buena parte de la recaudación obtenida.
Loewe como ejemplo
Hay quienes encuentran frívolo el coste de los productos de empresas como Loewe. Sin embargo, estas firmas se caracterizan por la excelencia en materia de diseño, fabricación y presentación, justificando así ese diferencial de precio frente a otras marcas.
El caso de Loewe es muy ilustrativo para el asunto que nos ocupa. Dicha firma acaba de anunciar que duplicará su planta de producción en Getafe, convirtiéndola en su centro mundial de investigación y desarrollo y ampliando su volumen de trabajadores hasta las 430 personas. A esta generación de riqueza se unen los empleos generados directa e indirectamente (venta al público, transporte, publicidad, marketing…) o aspectos intangibles que también benefician a nuestra economía (internacionalización, imagen de excelencia y prestigio…).
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