"Éste es el mundo que hemos construido y que hay que cambiar, pero hoy por hoy nuestro margen de maniobra es reducido". La cita es de Barack Obama y a José Luis Rodríguez Zapatero le sirve para explicar una de las tesis más destacadas del libro de memorias que este martes ha presentado en Madrid, El dilema. 600 días de vértigo: que lo ocurrido no fue por sus fallos, que los gobiernos están indefensos ante los mercados, que el BCE, la Comisión o el FMI tenían más poder sobre la economía española que él mismo o que el euro limitó al límite su capacidad de actuación.
¿Y entonces de quién es la culpa? Pues según lo que ha declarado en la rueda de prensa de presentación del volumen hay varios sospechosos: Grecia, el Banco Central Europeo (BCE), los mercados, Angela Merkel, Alemania o Lehman Brothers. A preguntas de la prensa, Zapatero ha asegurado que se siente "el máximo responsable" de todo lo que ocurrió.
Pero lo cierto es que su relato de los hechos es poco compatible con esta afirmación. Oyéndole, cualquier pensaría que fue un simple barco a la deriva, que manejó los embates de la crisis de la mejor manera posible. Al parecer no se podría haber hecho nada, ni antes ni después de 2010, que hubiera cambiado las cosas.
El detonante
El 12 de mayo de 2010, José Luis Rodríguez Zapatero subía a la tribuna del Congreso de los Diputados para hacer el anuncio más complicado de su Presidencia. Aquel fue el día del tijeretazo. El Gobierno congelaba las pensiones, bajaba el salario de los funcionarios, eliminaba el cheque bebé y anunciaba recortes de gasto que totalizarían hasta 15.000 millones de euros (un 1,5% del PIB).
Era el compromiso al que se había llegado en el fin de semana anterior, 48 horas de infarto en las que Elena Salgado tuvo que capitular ante sus socios comunitarios, que exigían que España se comprometiera a algo, a cambio del paquete de 750.000 millones de euros que se suponía iba a servir como garantía para los países en problemas de la Eurozona.
Y aquí comienzan también los 600 días a los que hace referencia el título del libro. En el mismo, Zapatero asegura que el detonante de lo ocurrido fue "la situación de Grecia, fruto en última instancia de la falta de preparación de la zona euro y la UE para afrontar una situación en la que un país, se encontrara en la situación de no poder financiarse en los mercados". Y claro, ante la prensa se ha ratificado. El problema de España fue el "contagio" que llegaba de Atenas.
Eso sí, no se pregunta por qué nuestro país sufrió más que Alemania, Holanda o Francia. O por qué los inversores extranjeros huían de nuestra deuda pública para buscar refugio en la de otros países. El problema llegaba del exterior. Y allí había que buscar la respuesta.
Concretamente, Rodríguez Zapatero señala con claridad hacia Fráncfort y hacia Jean-Claude Trichet. Según su criterio, no estábamos ante una crisis de solvencia, sino de "liquidez" y "una crisis de liquidez sólo se combate con liquidez. No era una crisis fiscal o de competitividad, aunque estos factores pudieran tener alguna influencia".
Por eso, cree que si desde el BCE se hubiera actuado con más decisión (provocando una "expansión monetaria"), "la recuperación ya se habría producido". Y la política monetaria no está en manos de los Gobiernos, ha recordado. "¿No hubiéramos tenido crisis?", se pregunta. No es eso, pero ya se habría superado y estaríamos en fase de recuperación, como EEUU. En su opinión, lo ocurrido en el último año demuestra que "las decisiones que han generado tranquilidad en los mercados son las del BCE".
Los mercados
En todo este análisis, planea constantemente la sombra de los mercados, aquellos "especuladores" a los que el Gobierno atacó con fuerza, como si fueran los causantes de todos los males de la economía española. Ahora, con la perspectiva de dos años, Zapatero no cambia de discurso: "Los episodios de mayor tensión que han vivido los tesoros de países como España no fueron el fruto e hechos, decisiones o datos propios que tuvieran lugar en esos momentos". Y termina, "cada vez menos cosas dependían de nosotros mismos"
De nuevo, el recurso a los otros. Los inversores que no querían bonos españoles no lo hacían temerosos de lo que pudiera hacer el Gobierno (el suyo), que había incumplido sus objetivos de reducción del gasto y que cerró tres años consecutivos con un déficit en el conjunto de las administraciones públicas superior al 9% del PIB. Rodríguez Zapatero se justifica con el superávit de los últimos ejercicios de su primera legislatura. Eso debería haber sido suficiente para que todo el mundo se convenciese de la solvencia de España. El problema es que no lo fue. ¿Su solución? Pues que el BCE mutualizase las deudas, imprimiendo moneda. Visto desde otra perspectiva, podría pensarse que pedían que los contribuyentes alemanes pagasen los recortes que él no estaba dispuesto a hacer.
Al final, todo se reduce en cómo pudo ocurrir aquello en la que muchos consideraban como una unión monetaria modélica. Y también para eso el expresidente tiene una respuesta. Tampoco fue suya la culpa, sino del diseño de un euro "hecho a imagen y semejanza del Bundesbank", pero que para los países periféricos era "un arma de doble filo", que les daba crédito y crecimiento durante los buenos años, al tiempo que les dejaba sin respuesta en el momento del colapso. La prueba es que todos los países que han necesitado un rescate (incluidos Italia o España) eran los que necesitaban converger.
Grecia, el BCE, Trichet, Merkel, el colapso de Lehman Brothers... La crisis tuvo muchos culpables. Fue una situación "inédita" que no se podía haber previsto. Ése es el relato de José Luis Rodríguez Zapatero, sobre los 600 días de vértigo que marcaron su presidencia.