Desde 1950, la población de Detroit ha caído un 60%: de 1,8 millones a 700.000 personas. No obstante, ese mismo periodo ha sido testigo del auge demográfico del condado de Oakland, cercano a la antaño conocida como ciudad del motor. La población de este departamento (que incluye ciudades como Fendale, Southfield o Birmingham) se ha triplicado durante el mismo periodo y asciende hoy a 1,2 millones de personas.
En términos de riqueza, el de Oakland es uno de los condados más ricos de todo el país. Esta situación contrasta con el derrumbe social y económico que enfrenta Detroit desde hace décadas. La quiebra de la Administración local, oficializada el pasado 18 de julio, no hizo más que confirmar el derrumbe definitivo de un modelo de desarrollo marcado por el poder sindical y las políticas económicas intervencionistas.
Este declive fue denunciado durante décadas por L. Brooks Patterson, el mandamás del condado de Oakland desde hace seis legislaturas. Patterson siempre se ha jactado de que Oakland es "todo lo que no es Detroit". Patterson insiste en que la corrupción, el hundimiento económico y el colapso social de Detroit no debe ser extrapolado al Estado de Michigan, y pone como ejemplo la prosperidad de Oakland County.
¿Cómo gestiona su administración? Según explica Businessweek, Patteron "ha ahorrado cientos de millones de dólares a los contribuyentes creando cuentas de ahorro individual para las pensiones y la asistencia sanitaria de los trabajadores del condado. Esto contrasta con las rentas inabarcables que repartía la ciudad de Detroit. Por eso Oakland es uno de los pocos condados del país que tiene un rating AAA a la hora de financiarse".
Creando incentivos para atraer empresas, la iniciativa de "Sectores Emergentes" del condado de Oakland ha conseguido atraer a cientos de nuevos negocios, aumentando la inversión en el condado en más de 2.000 millones de dólares. Esto ha generado 26.000 nuevos puestos de trabajo y, como consecuencia de la mayor actividad económica, ha mejorado la recaudación tributaria del condado de Oakland en casi 64 millones de dólares.
Lamentablemente, Oakland se ha visto afectada indirectamente por el colapso de la industria automovilística de Detroit, ya que la quiebra de General Motors y Chrysler arrastró miles de puestos de trabajo al comienzo de la crisis. Esto se ha traducido en un enfriamiento del boom demográfico y un deterioro de los ingresos.
Pero esa influencia de Detroit en el resto del Estado de Michigan ha alimentado numerosas propuestas para la regeneración económica de la que antes se llamaba ciudad del motor. Entre ellas, hay dos que destacan por encima de todas, una por posibilista y la otra por utópica:
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La primera se refiere a los grandes ingresos que podría obtener Detroit si adoptase un plan de privatizaciones a la altura de las circunstancias. La ciudad posee estadios deportivos, zoos, museos de coches históricos, colecciones de arte por valor de 2.000 millones de dólares o autorretratos de Van Gogh que podrían venderse por más de 60 millones de dólares.
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La segunda pide que la isla situada frente a Detroit (Belle Isle) se convierta en una zona franca de inversión que habilite el desarrollo de un centro económico basado en un paradigma de impuestos bajos y regulación limitada. Los promotores de esta especie de paraíso fiscal aspiran a que la ciudad se beneficie directa e indirectamente de la actividad generada en la isla.