El Banco de España (BdE) reconoce que el drástico ajuste adoptado por los países bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) para salir de la crisis y reducir el déficit público ha sido todo un "éxito", tal y como en su día avanzó Libre Mercado. La senda escogida por España, consistente en disparar los impuestos y aplicar tímidos recortes de gasto, ha sido desmontada por los expertos de la Comisión Europea, ya que consideran que dicha estrategia ralentiza la recuperación económica. Por el contrario, la receta contra la crisis consiste en apostar firmemente por la austeridad pública y la liberalización económica. Y el mejor ejemplo de tal modelo son, sin duda, los bálticos.
El BdE analiza en detalle la evolución de estos países en su último boletín económico, desde sus graves problemas estructurales hasta sus políticas concretas para tratar de solventar tales desequilibrios. En primer lugar, cabe señalar que Estonia, Letonia y Lituania sufrieron una burbuja crediticia muy similar a la acontecida en los países periféricos de la zona euro, especialmente España, tras disfrutar de unas "condiciones financieras muy laxas" durante un largo período de tiempo. Como resultado, crecieron muy por encima de su potencial, a ritmos anuales superiores incluso al 10%, debido al fuerte empuje de la demanda interna. Durante ese "boom económico", el endeudamiento del sector privado se disparó hasta niveles insostenibles, al igual que el precio de determinados activos, sobre todo inmobiliarios.
El problema es que ese período de éxtasis, caracterizado por la pérdida de competitividad (elevados déficits exteriores), tipos de interés negativos y abundancia de crédito, "ocultaba serios desequilibrios" que, posteriormente, salieron a la luz tras el estallido de la crisis financiera internacional, en 2008, cuando el grifo del crédito externo dejó de fluir hacia estas economías sobreendeudadas. La abrupta fuga de capitales y el brusco incremento de los costes de financiación hundieron a los bálticos en una gravísima crisis económica que llegó incluso a poner en duda la propia solvencia de estos países. De hecho, Letonia tuvo que ser rescatada por Bruselas y el FMI para evitar su bancarrota a finales de 2008.
Los efectos del derrumbe no tardaron en llegar. Entre 2008 y 2009, el PIB se contrajo un 20% en Letonia, un 17% en Estonia y un 14% en Lituania. El ajuste fue generalizado, aunque afectó especialmente al sector de la construcción (caída del 50% anual en Letonia y Lituania, y de un 40% en Estonia), que también había experimentado un incremento excesivo en la etapa previa a la crisis.
La recomendación de los organismos internacionales fue clara: devaluar sus monedas para ganar competitividad y salir de la crisis por la vía del aumento de las exportaciones. Pero, lejos de seguir tales dictados, las autoridades nacionales de estos tres países optaron por la devaluación interna (ajuste relativo de precios y salarios), mediante la aprobación de profundas reformas estructurales tendentes a liberalizar sus respectivas economías y un drástico plan de austeridad pública, centrado en reducir de forma muy sustancial el gasto.
Cabe recordar que los países bálticos tenían entonces sus monedas ancladas a un tipo de cambio fijo al euro. Es decir, tenían monedas distintas, pero, en la práctica, es como si estuvieran dentro del euro, y lo llamativo es que decidieron mantenerse en él pese a que pudieron optar, libremente, por la devaluación.
Flexibilidad y austeridad
Su estrategia, por el contrario, consistió en aumentar la competitividad, apostar por reducir el déficit público de forma intensa y rápida, garantizar la solidez del sistema financiero y mejorar la flexibilidad estructural de sus economías. Eligieron, por tanto, la senda de los sacrificios: recortes de salarios, depreciación de activos, fuerte reducción del gasto público e intenso desapalancamiento del sector privado. En resumen, las medidas que, hoy por hoy, critican la inmensa mayoría de políticos y economistas de los denominados países periféricos (Grecia, Portugal, España e Italia), además de grandes potencias como Francia o EEUU.
Así, durante 2009 y 2010 los costes laborales unitarios revirtieron el fuerte crecimiento de años anteriores, con caídas muy intensas en los tres países (especialmente Letonia). Dicha corrección descansó tanto en el recorte de salarios como en la mejora de la productividad vía despidos. Como es lógico, este proceso disparó la tasa de paro, pasando del 5 % en 2007 hasta el 18% en Estonia y Lituania y el 21 % en Letonia en 2010.
La flexibilidad laboral de estos países facilitó mucho este particular ajuste relativo, ya que las empresas contaron con un amplio margen para reequilibrar sus costes laborales, adaptándose así de forma ágil y rápida al nuevo contexto económico, caracterizado por el desplome de la demanda interna y el encarecimiento de la financiación.
Pero no sólo sufrió el sector privado. La crisis también se tradujo en un histórico aumento del déficit público como consecuencia del hundimiento de la recaudación fiscal y el incremento del gasto público asociado a prestaciones sociales y pago de intereses por la deuda. Sus agujeros fiscales llegaron a rondar el 10% del PIB.
Nada nuevo bajo el sol si se compara con lo acontecido en España. Sin embargo, en lugar de elevar los impuestos, los gobiernos bálticos optaron por una vía muy distinta: recortes intensos del gasto público. Entre 2008 y 2009, justo después de estallar la crisis, aprobaron de inmediato "medidas muy duras, que suponían una consolidación por valor del 6% del PIB en Estonia, del 8% en Lituania y del 11% en Letonia", tal y como destaca el BdE. Dicho ajuste incluyó algunas subidas de impuestos indirectos, pero, "fundamentalmente", se centró en recortar gastos.
"Todos los programas incluyeron una fuerte reducción de la remuneración de asalariados públicos". En Letonia, por ejemplo, "los presupuestos de 2009 incluyeron una reducción de los salarios públicos del 25% y un elevado número de despidos". También redujeron gastos corrientes y de capital.
Asimismo, lejos de frenar la austeridad, prosiguieron el ajuste fiscal entre 2010 y 2012, logrando el pasado año, "con el respaldo de una recuperación vigorosa, reducir los déficits por debajo del 3% establecido por la Comisión, en los casos de Estonia y Letonia (-1,1% y -1,7% del PIB, respectivamente), y situarlo en Lituania ligeramente por encima de ese valor de referencia (-3,1%)", añade el informe. Nada que ver, por tanto, con el lento y tímido ajuste fiscal de España.
Además, gracias a esta fuerte disminución del déficit, "tanto Letonia como Lituania, que vieron incrementar su deuda de forma rápida en el momento más álgido de la crisis, han logrado estabilizar la ratio de deuda pública sobre el PIB en niveles en torno al 40%. En Estonia se ha mantenido por debajo del 10% del PIB durante todo el período".
Un modelo de "éxito"
¿Y qué resultado ha tenido esta receta que tanto rechazan los países periféricos del euro?
- Estonia, Letonia y Lituania crecieron en 2011 y 2012 a un ritmo anual del 5% y 6%, "las tasas más altas de la UE", enfatiza el BdE.
- "Apoyados en el repunte de la actividad, los mercados laborales han mostrado un comportamiento favorable en los últimos años, con mejoras en el empleo y reducciones en la tasa de paro, después del importante deterioro de los años de la crisis, cuando la tasa de paro ascendió a niveles cercanos al 20%".
- "Los elevados déficits por cuenta corriente que acumularon los tres países bálticos han experimentado un ajuste rápido y pronunciado".
- "Los déficits se situaron por debajo del 3% del PIB en 2012, salvo en Lituania, donde se mantiene ligeramente por encima de ese valor de referencia".
Según el BdE, el "éxito de esta estrategia se ha basado en varios aspectos": la "prontitud" y "determinación" de las autoridades en la adopción de las "medidas de ajuste necesarias"; la "flexibilidad de sus mercados de factores y productos"; la "flexibilidad de los precios y salarios”; la “apertura comercial” (las exportaciones son un 50% del PIB), su “especialización productiva”; una “orientación del comercio exterior hacia mercados dinámicos”; el “mantenimiento de la exposición de la banca extranjera” a estos países; los “reducidos niveles iniciales de deuda pública”; el “reducido porcentaje de endeudamiento de los hogares”, etc.
Los 'peros' del Banco de España
Por último, no todo son halagos por parte del BdE. "A pesar del aparente éxito de la estrategia adoptada por los países bálticos, ésta no ha estado exenta de costes", indica. Por un lado, según dicha entidad, "estas economías no han solventado sus problemas estructurales y aún tienen desafíos pendientes en su aspiración de incorporarse al área del euro, o de seguir viviendo con un tipo de cambio fijo". Además, presentan "importantes cuellos de botella que hacen difícil reducir más el aún elevado desempleo".
Por todo ello, advierte el estudio, es "esencial que avancen en el proceso de reformas estructurales que les permita continuar su convergencia real con la UE -su renta per cápita es aún del 50%-60 % de la media de la UE-15-, para poder afrontar la adopción del euro desde una posición sólida".