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Carlos Rodríguez Braun

Disparates sobre Smith

Las excepciones al liberalismo del pensador escocés son bien sabidas, y la literatura académica las reconoce desde hace muchos años.

Las excepciones al liberalismo del pensador escocés son bien sabidas, y la literatura académica las reconoce desde hace muchos años.

El profesor José Carlos Bermejo Barrera, catedrático de la Universidad de Santiago de Compostela, escribió un artículo en La Voz de Galicia hablando de los políticos del PP como Esperanza Aguirre, "que se proclaman seguidores de Adam Smith cuando piden privatizarlo todo".

Esto es un doble error, porque en el PP no quieren privatizarlo todo (ya me gustaría) ni el propio Smith estaba lejos de propugnarlo él mismo. Las excepciones al liberalismo del pensador escocés son bien sabidas, y la literatura académica las reconoce desde hace muchos años, con hitos como el famoso artículo "Adam Smith and Laissez-Faire", que el economista canadiense y mentor de la Escuela de Chicago Jacob Viner publicó en el Journal of Political Economy nada menos que en 1927. Las matizaciones de Smith sobre el liberalismo han sido objeto de críticas acerbas desde una parte de la Escuela Austriaca de Economía, con Murray Rothbard a la cabeza.

Como el profesor Bermejo Barrera no se dedica a la economía ni a su historia, no tiene sentido reprocharle su ignorancia. Más sentido tiene lamentar que desbarre asociando el liberalismo nada menos que con Strauss-Kahn, que es un político, un burócrata y un libertino, tres dimensiones cuya proximidad con el liberalismo no es obvia

Pero lo menos excusable es que desconozca las obras de los autores que él mismo presume de haber leído. Proclama sin rubor que para Adam Smith

la convergencia de todos los egoísmos generaría el bien común, si el mercado fuese totalmente libre. También B. de Mandeville había defendido en 1729 esta misma idea en su Fábula de las abejas.

Pues no es verdad. En primer lugar, Smith no defendía el egoísmo en ningún caso, sino el propio interés, al que consideraba, con razón, una virtud, aunque no de las más elevadas. La expresión que utiliza al respecto en la famosa cita del carnicero, el cervecero y el panadero, no es selfishness sino self-love –el profesor Bermejo puede leer la cita en La riqueza de las naciones, Alianza Editorial, 2007, pág. 46; la célebre referencia a la mano invisible está en la página 554.

Y aunque Smith, como haría después explícitamente Hayek, aceptó de modo elíptico un mérito de Mandeville porque ponderó las consecuencias no deseadas en los sistemas sociales complejos, sólo desde la osadía puede sostenerse que la posición de Smith era "la misma" que la de La fábula de las abejas. Aquí el profesor José Carlos Bermejo Barrera debería haber leído otro libro de Adam Smith –que tampoco escribió tantos, al fin y al cabo–. El libro en cuestión es La teoría de los sentimientos morales, concretamente la página 520 de la edición de 2009 de Alianza Editorial. Esto dice Adam Smith sobre el autor cuyas ideas, según la desatinada opinión del catedrático de la Universidad de Santiago de Compostela, eran iguales a las suyas:

Existe otro sistema que elimina por entero la distinción entre el vicio y la virtud, y cuya tendencia es por ello totalmente perniciosa: me refiero al sistema del Dr. Mandeville.

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