En el debate sobre la cuestión catalana, se ha tenido que plantear la cuestión de la relación real de intercambio. A lo largo de la historia económica contemporánea, con el juego del proteccionismo conseguido, que garantizaba su control del mercado español, hasta que comenzó la apertura de nuestra economía –año 1959–, los precios de los artículos fabricados en Cataluña crecían más que los de la mayoría de las regiones españolas, fueran estos productos de exportación –los hortofrutícolas, por ejemplo, o los minerales– o para el mercado interior; pero, como sucedía con el trigo, con crecimientos débiles debido, en mil ocasiones, a la Ley de King. Eso significaba un trasvase de rentas hacia Cataluña, que fue sistemáticamente buscado desde mediados del siglo XIX. Así se originó una opulencia en esta región española a costa de muchas otras.
Se ha dicho recientemente –artículo de Enric Gonzalez en El Mundo el pasado día 20– que esa denuncia se vinculaba algo así como a un pensamiento derechista. Se ignoraba, por ejemplo, que la izquierda se precipitó sobre otro estudio de relaciones reales de intercambio, generado al observar Raul Prebisch que los precios de los artículos industriales crecían más rápidamente que los de las materias primas y artículos vegetales, alimenticios y no alimenticios. De esa investigación procedió todo un planteamiento izquierdista, derivado de la doctrina del llamado estructuralismo económico latinoamericano, que se vinculó con planteamientos marxistas para generar movimientos políticos de izquierdas, incluso en el seno de la Iglesia católica, con la Teología de la Liberación.
El desconocimiento de ese juego de la relación real de intercambio es lo que explica el asombro de quienes sí recuerdan multitud de situaciones valencianas y mallorquinas, que pagaron con fuerza el proteccionismo catalán, y que sin embargo parece que aceptan unirse a sus actitudes políticas actuales. Eso indica ignorancia popular, y también explica que se intente deslizar la especie de que eso de la relación real de intercambio y del peso de Cataluña sobre otras economías es una actitud de la derecha.
Cataluña ha hecho granar muy bien, con un excelente espíritu empresarial, esas rentas que le llegaron de otras regiones, y quizás en éstas no hubieran crecido del mismo modo. El caso de la simultánea decadencia industrial de Andalucía parece probado. Pero si prescindimos de ese planteamiento básico de que Cataluña siempre ha sido una carga para la economía española, gracias al proteccionismo y a sus frutos posteriores, nada se entiende.