La última reforma laboral, aprobada en 2012, está empezando a dar sus frutos, a pesar de las numerosas críticas que cosechó entre la oposición. El tiempo se ha encargado de demostrar que la flexibilización constituye una solución realmente eficaz y efectiva contra el paro, en contraposición al férreo marco normativo previo, bajo el cual se gestó el mayor aumento del desempleo de la historia reciente.
El Gobierno ha presentado este viernes la primera evaluación sobre el impacto de la reforma y sus conclusiones son, sin duda, alentadoras. El ritmo de destrucción de empleo ha caído de forma muy sustancial desde el primer semestre de 2012, cuando aquélla entró plenamente en vigor. Y eso a pesar de la intensa recesión. De hecho, por primera vez durante la crisis una mayor contracción del PIB no se ha traducido en una mayor desaparición de puestos de trabajo. El margen extra del que gozan las empresas para modificar las condiciones laborales y, de este modo, adaptarse mejor a las circunstancias –siempre cambiantes– del mercado ha logrado atenuar los despidos y, al mismo tiempo, aumentar la productividad. No en vano los costes laborales unitarios presentan hoy un nivel inferior al registrado en 2007, con lo que hemos ganado competitividad frente a nuestros socios europeos, tal y como refleja la buena evolución de las exportaciones y el cierre definitivo de la brecha exterior en los últimos meses.
Todo ello permite atisbar que España será capaz de volver a crear empleo neto con tasas de crecimiento próximas al 1% anual, frente al 2,5% que precisaba antes de la reforma. Por el momento, en lo que va de año ya se observa que el paro registrado acumula el mejor dato desde 2006. El número de desempleados inscritos en el antiguo INEM bajó en 64.866 personas en julio, la mayor caída intermensual desde julio de 2010 y la quinta consecutiva, lo cual no sucedía desde 2007. Además, si bien el desempleo aumenta en 111.359 personas con respecto a julio de 2012, a un ritmo de un 2,43%, se trata del menor incremento interanual desde que estalló la crisis. El PSOE trata de invalidar estas cifras escudándose en el efecto estacional, es decir, la contratación temporal derivada del verano, pero lo relevante es que, una vez eliminado el efecto calendario, el paro desestacionalizado tan sólo sube en 7.400 personas desde diciembre, el menor aumento acumulado hasta julio desde el año 2006.
Todavía queda mucho recorrido por delante en materia de empleo, sobre todo si se tiene en cuenta que será muy difícil recolocar al ingente volumen de parados procedente del fallido sector inmobiliario en ausencia de un intenso crecimiento económico, pero la reforma laboral ya ha demostrado su capacidad para frenar el deterioro laboral y sentar las bases para una potencial creación de empleo. De ahí, precisamente, la necesidad e importancia de que el Gobierno continúe profundizando en la flexibilidad del mercado de trabajo, a fin de evitar que se cumplan los negros pronósticos lanzados este viernes por el FMI, que prevé una tasa del paro del 26% hasta 2018. Si está demostrado que un mayor grado de libertad implica más empleo, el Gobierno del PP cometería una grave irresponsabilidad si se da por satisfecho con las mejoras cosechadas por la actual reforma. Debe seguir avanzando, de forma intensa y con convicción, por la senda emprendida para que el drama del paro, el mayor problema que sufre el país, quede en el olvido cuanto antes. También aquí, el conformismo y la tibieza no son una opción.