Mariano Rajoy se reafirmó ante los principales empresarios del país. Lo hizo en un encuentro sin ningún tipo de cobertura informativa -ni tan siquiera gráfica, más allá de los fotógrafos gubernamentales- en el palacio de la Moncloa. En un almuerzo de aproximadamente dos horas, el presidente se afanó en resolver los miedos e interrogantes de los grandes de las finanzas, integrantes del Consejo Empresarial por la Competitividad. El presidente recibió la réplica de varios de ellos tras escucharle con atención y todos le instaron a que resista ante el huracán Bárcenas: "Un Gobierno estable es también un valor económico", le dijeron.
El presidente quería dejar bien claro que su antiguo extesorero no acabará arrastrándole y que agotará la legislatura. "Sigo y seguiré gobernando", proclamó, según fuentes oficiales. Se comprometió a ejecutar "su plan" que incluye nuevas reformas -citó la relativa a las pensiones o la local, que va al Consejo de Ministros este viernes-. Y no se olvidó de enfatizar "el valor" que supone tener una mayoría absoluta en el Congreso, más aún ahora que el PSOE desliza que podría presentar una moción de censura. Cuando considere oportuno, destacó, se explicará en el Parlamento.
Una idea que quiso dejar bien clara Rajoy, según varias fuentes, es que "la estabilidad" del Gobierno, y con ella del país, es "total". Si algo teme el presidente, y también los empresarios, es que en los círculos internacionales cale la impresión de una crisis institucional, de Estado, que pueda afectar a la recuperación. "Que a los inversores les entre dudas", en voz de un alto cargo de la Administración. Lo que buscaba Rajoy era tranquilizar a los responsables de las principales empresas del país, en un marco distendido, sin cámaras delante.
Sólo faltaron el presidente de Acciona, José Manuel Entrecanales -ya en Marruecos junto al Rey, al que después seguirían buena parte del grupo-, y el del Banco Santander, Emilio Botín. El resto de miembros del Consejo asistieron, y muchos tomaron la palabra mientras se desarrollaba la comida. Intervinieron, entre otros, César Alierta, de Telefónica; Juan Roig, de Mercadona; Ignacio Sánchez Galán, de Iberdrola; o Antonio Brufau, de Repsol. De sus palabras se desprendió una impresión generalizada, según fuentes de Moncloa: el Gobierno y su presidente deben aguantar el chaparrón porque "las reformas tienen que seguir".
Para conseguir este respaldo tan cerrado, al que el Gobierno le da máxima importancia, Rajoy les aseguró que "el Gobierno no tiene problemas con la Justicia". Lo que viene a suponer negar cada una de las acusaciones hechas por Luis Bárcenas en sede judicial. "No voy a ceder al chantaje", les aseguró en privado el presidente, en línea con su declaración del día anterior, en el que anunció que cumplirá "el mandato que me dieron los españoles". Fue el propio Rajoy el que sacó a colación el peliagudo asunto ante los empresarios: "No me torcerán el brazo", llegó a subrayar.
"Moderadamente optimista"
En clave puramente económica, el presidente se mostró "moderadamente optimista". Esto es, cree que España va por el buen camino, pero aún existen dos problemas encima de la mesa: la falta de crédito, que sigue siendo una realidad aunque empiezan a darse algunos pasos -según suele decir-, y la lentitud de la Unión Europea en la confección de su estructura fiscal, bancaria y política.
Si bien, en el marco de las medidas comprometidas por España, se mostró satisfecho y auguró que, si nada se tuerce, el país saldrá "este año de la recesión", en consonancia con las tesis públicas de varios integrantes a la cita. Al finalizar el almuerzo, Rajoy se encontró un respaldo "unánime", según la Moncloa.