Proliferan los mensajes sobre las cosas buenas que pueden hacer los políticos a favor de los pobres con su dinero. Su dinero de usted, por supuesto. Y, también por supuesto, jamás hay ninguna consideración ni sobre el daño que los mismos políticos perpetran contra los pobres, ni sobre la conveniencia de prestar atención a los propios pobres y de tener la modestia de dejarlos en paz para que puedan dejar de serlo. Todos los partidos políticos insisten en que hay que hacer algo, empezando por los populares, que instaron al Ejecutivo a presentar un Plan de Acción para la Inclusión Social, con especial atención a la población infantil, etc. Pero Rosa Aguilar, portavoz socialista de Servicios Sociales en el Congreso, arremetió así contra Ana Mato: "Nada ha hecho la ministra".
Es injusto alegar que el Gobierno no ha hecho nada frente a la pobreza, puesto que resulta incuestionable que ha subido los impuestos, la medida que más contribuye a frenar el crecimiento y a aumentar el paro y la pobreza. Es evidente, asimismo, que ha luchado por la inclusión de más y más ciudadanos en las filas de las víctimas de Hacienda. Doña Rosa Aguilar, por tanto, no tiene razón.
Cosa distinta es que el Gobierno no haya hecho todo lo que podría a la hora de aumentar la pobreza. Esto sí que puede ser verdad. Y a tenor de las propuestas intervencionistas de la señora Aguilar, parece que, efectivamente, Barbie y los suyos podían haber perjudicado aún más a los ciudadanos aumentando todavía más el gasto público, que es lo que recomienda doña Rosa, en línea con el Gobierno de la izquierda comunista-socialista de Andalucía, que, como suele suceder, ha destacado en nuestro país a la hora de quebrantar los bienes y los derechos de los trabajadores.
Pero entre dañar a los ciudadanos, dañarlos aún más y no hacer nada, qué duda cabe de que lo mejor habría sido que Ana Mato y en general el Gobierno de Barbie hubieran hecho realmente lo que Rosa Aguilar les acusa sin fundamento de haber hecho. O sea, nada.