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Carlos Rodríguez Braun

Las convicciones de Griñán

Hay algo que no es un contrato, porque no podemos evitar firmarlo, ni podemos abandonarlo. Ese algo es la política.

Hay algo que no es un contrato, porque no podemos evitar firmarlo, ni podemos abandonarlo. Ese algo es la política.

El presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, declaró:

Soy europeísta, pero lo soy por convicción y no por sumisión a los mercados.

Lo primero que hay que subrayar es que los mercados no someten. Desde siempre –de hecho, desde el propio Marx–, los socialistas han procurado ocultar esta realidad disfrazando y distorsionando las relaciones contractuales del mercado como si no fueran tales, como si fueran imposiciones coactivas, donde generalmente el comprador domina al vendedor, en particular en el caso del contrato laboral. La falacia, por supuesto, estriba en que incluso en los contratos más leoninos existe la posibilidad de no firmarlos, al principio, y de cambiarlos, después. Incluso el trabajador peor pagado en la empresa más explotadora puede marcharse a otra empresa, si es que, además, no tuvo la libertad original de no entrar en ella.

Hay algo, en cambio, que no es así. Hay algo que no es un contrato, porque no podemos evitar firmarlo, ni podemos abandonarlo. Ese algo es la política. Ahí sí que hay realmente sumisión, tanta sumisión que no podemos elegir no pagar a los Estados si no deseamos sus servicios. Podemos no comprar a una empresa, por más grande y poderosa que sea, pero si no compramos los servicios que el Estado nos fuerza a pagar, puede meternos en la cárcel. Ningún mercado hace eso.

El señor Griñán elude por completo esta consideración: para él sólo los mercados someten. Los políticos no. Los burócratas no.

A partir de esta asombrosa convicción, flagrantemente contraria a la realidad, toda ficción es poca. Griñán es un europeísta convencido, pero, claro, siempre que Europa apruebe sus usurpaciones. Por ejemplo: "Si la UE duda del decreto de la vivienda, Europa no merece la pena". Y así, todo. Terminó atacando a la Iglesia católica, y quejándose de los "recortes brutales", expresión, por supuesto, que nunca se refiere a los recortes que en las carteras de sus súbditos perpetran los gobernantes.

En fin, la más reciente convicción de la izquierda dominante en Andalucía es que hay que aumentar el gasto y los impuestos para dar de comer a los niños. ¿Alguien será capaz de oponerse a esta benévola acción que convierte a los políticos en réplicas de la Madre Teresa de Calcuta?

Y así marchan las cosas con esta gente tan convencida. Rápidamente, la medida fue imitada por otros políticos que también tienen un poderoso incentivo para que la gente evite pensar en su historial de opresión y corrupción: los nacionalistas catalanes.

Lo que son las convicciones, oiga.

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