Mariano Rajoy se reafirmó frente a las críticas, internas y externas. "Llevamos año y medio eliminando obstáculos del camino de la recuperación. A veces, por si la dificultad no fuera poca, se presentan momentos en los que parece imperar una histeria colectiva que ve en un plazo inmediato paisajes apocalípticos", expuso. Pero se definió "blindado" contra "los no pocas veces interesados movimientos de pánico". Llegó incluso a rememorar sus palabras hace justo un año, ante el Círculo de Economía, cuando el hipotético rescate "total" acaparaba todas las portadas: "No estamos al borde de ningún precipicio. Ésa no es la realidad".
Hoy, ante el mismo escenario, que se celebra anualmente en Sitges, el presidente se guardaba un anuncio con el que retratar que España está mejor que en 2012: "Nada de campanas al vuelo, pero el próximo martes, día 4, les recomiendo que presten atención a las cifras de paro y cotizantes a la Seguridad Social que se harán públicas por el Ministerio de Empleo. Van a ser, si se confirman las tendencias observadas, claramente esperanzadoras", proclamó optimista.
Así, dio en la diana de uno de los debates centrales en el mundo empresarial: la necesidad, o no, de reformar aún más el mercado laboral. Algunas voces del Ejecutivo creen que se acabará dando ese paso, y que ya se estudia. Rajoy no avanzó nada en este sentido y se mantuvo en su defensa a los cambios ya realizados: "Se observan indicios de un cambio en el patrón de ajuste del mercado laboral", dijo, recordando los buenos datos de marzo, abril y mayo. Y el que viene. "Casi la mitad del incremento del paro y de la destrucción de empleo privado de 2012 se produjo en el primer trimestre, cuando la reforma aún no había entrado en vigor", quiso recordar.
"No me piden subir el IVA"
Sobre los impuestos, nada dijo en su largo discurso, de 21 páginas. Pero, en el turno de preguntas, buena parte de las inquietudes de los empresarios iban en el sentido de qué pretende hacer de aquí al final de la legislatura. Le recordaron lo que le pasó a George Bush padre, que prometió que bajaría los impuestos, los subió y fue derrotado en las urnas: "A mí no me va a ocurrir lo de Bush padre", contestó con media sonrisa después de quejarse de los titulares de los medios de comunicación. "Bruselas no me pide subir el IVA y no vamos a subirlo", aseguró, volviendo a empeñar su palabra. Más al contrario, "el objetivo es bajar el IRPF" antes de 2015. Pero nada desveló de la reforma "integral" y "completa" del sistema tributario que, en la víspera, anunció la vicepresidenta sin entrar en detalles.
A pesar de que algunas preguntas fueran incómodas, en absoluto se vivió el rapapolvo recibido en semanas previas por el Instituto de Empresa Familia. Josep Piqué, presidente del Círculo, no le puso en grandes apuros. Aunque sí reprodujo algunos dardos: "Nuestro tejido empresarial se muere a una velocidad vertiginosa. Y ahora se cargan el apoyo al I+D+I", le escribieron los empresarios catalanes. "¡Hay que aplicar sentido común!", emplazaron a Rajoy.
El presidente, en esta y otras cuestiones, se fue a la mayor: su primera batalla, la primordial, fue evitar un rescate a la griega o a la portuguesa. Citó la subida del IVA, en contra de su propio programa electoral: "Si no nos hubiéramos librado de eso, esta comparecencia no la estaría dando yo sino tres", en referencia a la troika. Pero, quiso enfatizar, España ya está muy lejos de eso: "Lo peor ya ha pasado, los momentos más críticos los hemos dejado atrás" aunque "no podemos permitirnos ni un momento de descanso".
Su diagnóstico en este sentido es claro: ahora le toca a Europa. "Debemos esforzarnos todos, dentro y fuera de España. No basta con que los españoles nos afanemos diligentemente; necesitamos un impulso más vivo en el marco europeo. La dirección que Europa se ha marcado es correcta. Lo que mi Gobierno pretende es que las decisiones que se toman en la Unión se apliquen con rapidez". Y de ahí que, de nuevo, elevara la tensión de cara al Consejo Europeo de junio al que, auguró, llegará con el apoyo el apoyo del principal partido de la oposición, tras los contactos mantenidos con Alfredo Pérez Rubalcaba.
"Los pequeños no cuentan"
Los empresarios catalanes también le interrogaron sobre lo que denominaron el "debate territorial" en Cataluña. Expresamente le preguntaron por si baraja suspender la autonomía en caso de que la Generalidad tome decisiones unilaterales, como por ejemplo la consulta ilegal. Rajoy no se puso en esos extremos. Como el año pasado, quiso enfatizar su perfil de hombre conciliador que siempre busca el diálogo. "Creo en la Constitución y en el estado de las autonomías. En esta crisis, todos juntos, somos capaces de fijar objetivos. Creo que hay muchas cosas que mejorar y hablar y discutir", afirmó. Por ejemplo, en materia de financiación y déficit. Ahora bien, de forma ambigua, también quiso dejar claro: "Para estar en Europa con fuerza se necesita ser grande. Los pequeños no cuentan, no cuentan nada".
En todo caso, su elogio al sistema autonómico fue encendido. "Todas las administraciones han participado en este esfuerzo, desmintiendo así a los que afirmaban que el descontrol de nuestras autonomías haría imposible la reducción del gasto público", aseveró. En el PP muchos son de esta opinión, como José María Aznar. Rajoy llegó a elogiar los esfuerzos de la Generalidad, sin citar que mantengan gastos como el de las embajadas políticas. También sacó pecho del adelgazamiento de la administración: "Para aquellos que dicen que todavía no se ha hecho nada en el capítulo de reforma de las administraciones, les recordaré que el número de empleados públicos se ha reducido en 375.000 personas en el último año y medio".
El foro sólo se vio empañado por la gran pitada de medio centenar de radicales a la puerta. Algunos portaban banderas independentistas y lanzaron insultos a empresarios y políticos. Pero dentro, los abucheos de fuera se convirtieron en aplausos. Incluso en elogios en privado. El presidente estrechó muchas manos y dio una buena remesa de besos: el clima fue muy cordial, en línea con lo que el Gobierno dice en privado: "Los empresarios catalanes no quieren la independencia".